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Vaya solución
En mi caso personal, a mí se me ocurre la frase siguiente -que no tiene nada que ver con el pensamiento de Diógenes- que sirve para mostrar de mi disconformidad con una determinada situación: “cuanto más intento entender a mi país, más se empeña éste en ponérmelo difícil”.
Y esto viene a colación por la última e inteligente medida, ideada por algún cerebro privilegiado ?si por privilegiado se entiende soltar la mayor de las barbaridades- para acabar con la piratería y lograr que los derechos de los autores se respeten. La medida en cuestión tiene como destinataria final la Red de redes, Internet, y lo que plantea es cortar al acceso a todo aquel usuario que se detecte está pirateando un material por el que no ha pagado sus correspondientes derechos de autor.
Bien, en principio, a nadie le debería sorprender que un autor tenga derechos a exigir los derechos por su tarea, repito, a nadie. Los primeros que, curiosamente, tendrían que enterarse bien de esto son los organismos públicos, muchos medios de comunicación y el resto de la ciudadanía. Los derechos de autor son sagrados y, que yo sepa, nadie firma un contrato con su sangre cuando entra a trabajar y/o colaborar en un centro público.
Por lo tanto, la cantinela de que cuando se está en una institución nadie debe figurar más de lo necesario ?un punto absolutamente falso, dado que en cualquier centro público el escalafón se lleva hasta límites insospechados- es incompatible con el derecho a que el trabajo de una persona sea reconocido como tal.
Después está el uso de imágenes ?y esto lo hacen muchos medios- sin ni siquiera colocar el nombre del autor de esa imagen y/o dibujo-ilustración. Sigue siendo una práctica común por parte de los grandes medios de comunicación de masas, utilizar el trabajo de los demás sin tener en cuenta al autor. Da la sensación de que reconocen el trabajo de los corresponsales de guerra, por el hecho de que éstos se juegan la vida para conseguir una determinada instantánea, pero nada más.
Con ese ejemplo, a nadie debería extrañar que los medios digitales -sobre todo, los más amateurs- ignoren que hay que poner el nombre de quien ha logrado determinada imagen o la ha dibujado.
No se puede, ni se debe generalizar, pero en los últimos veinte años he visto demasiados ejemplos de cómo los derechos de autor se ignoran por parte de los responsables de centros públicos ?y también privados-, por parte de los medios e, incluso, por parte de empresas de publicidad, aquellas que mejor tendrían que saberlo, dado que este tema se imparte en la facultad.
Sin embargo, lo mejor de todo, una vez que se ha plateado la solución ya comentada para acabar con la piratería digital, es que, ni la Sociedad General de Autores, con sus luces y sus sombras, ni nadie del gobierno ha sido capaz de plantear, además, la opción de que, aparte de dichas medidas, estaría bien fomentar la formación de las personas.
Para empezar, dichos cortes en Internet podrían entrar en conflicto con la UE, según ya ha avisado la Comisaria Europea de la Sociedad de la Información, Viviane Reding, sobre todo porque no es algo tan sencillo de hacer como apretar un interruptor, y ya hay bastantes contenciosos abiertos con Bruselas a costa de las comunicaciones en nuestro país.
Para continuar, no está claro que tal medida sirva para evitar que los usuarios utilicen determinados recursos, muchos de los cuales se encuentran en un limbo judicial que los deja en tierra de nadie.
Encima, cada vez son más los autores que cuelgan sus trabajos en Internet, tratando de cambiar una situación de privilegio -que en nada beneficia ni a los autores ni al público en general -de determinados grupos editoriales y/o del mundo del entretenimiento.
Y para terminar, porque todas esas medidas de carácter restrictivo solamente sirven para que los usuarios se esfuercen en buscar soluciones alternativas para no tener que pagar un euro.
En mi opinión, una solución, una buena solución, sería inculcarles a las personas el respeto por el trabajo ajeno y no redactar leyes que, al final, de poco servirán.
Lo que ocurre es que en nuestro país se sigue teniendo a gala la figura del pícaro, aquel que hace cualquier cosa para sobrevivir ?esfuerzo muy respetable en medio de una situación catastrófica, pero nada deseable en la vida cotidiana-.
Mientras sean los padres los que les bajen a sus hijos las películas de la red para verlas en un minúsculo monitor de ordenador, en vez de llevar a sus hijos al cine, o al videoclub para alquilar la película, las cosas no mejorarán.
Es más, a quienes se bajan contenidos de Internet ?de manera ilícita y riéndose del trabajo ajeno- en vez de piratas, habría que llamarlos ignorantes y otras cosas que me ahorro por aquello de la educación.
Mientras las cadenas de televisión compren los derechos de series que nunca proyectarán, con tal de fastidiar a la competencia, las cosas no mejorarán.
Mientras las distribuidoras de DVD vendan las películas y las series de televisión al precio que las venden ?en muchos casos, cuatro veces más cara que en su versión original- las cosas no mejorarán.
Y mientras los gobiernos recorten en los presupuestos de educación para tapar sus errores, favorecer a los amigos o, simplemente, para evitar que las nuevas generaciones sean librepensadoras, en vez de una manada de borregos, las cosas no mejorarán. ¿A que este argumento les suena de algo?
No estaría de más que la sociedad española invirtiera más tiempo en formación y dejara de adorar a cualquier botarate que le dé patadas a un balón de fútbol.
Presumir de que se tiene la “mejor, y más liga de fútbol profesional” -en vez de la mejor formación académica y personal de las personas que viven en nuestra sociedad- me parece una arrebación que cada día nos cuesta más cara.
Ah, pero la realidad es que sale más a cuenta permutar bibliotecas por chalets, cerrar museos y salas de exposiciones, suspender actos culturales o recortar gastos en educación para pagar las indemnizaciones a quienes, previamente, te han apoyado.
Si, encima, alguien logra controlar Internet ?el enemigo a batir por todos aquellos que desearían vivir en las tinieblas de la edad media o en la Alemania del Tercer Reich, a la vera del doctor Paul Joseph Goebbels-miel sobre hojuelas.
El resto, son parches para una situación que continúa estando coja por la falta de decisión de todos los que vivimos en esta situación, aunque puestos a repartir culpas, sé de muchos que salen perdiendo, por goleada.
Eduardo Serradilla Sanchis
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