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Gestión municipal: problemas y prioridades

Ana Mendoza

No suele coincidir la actuación política con la protección de los derechos del pueblo y la defensa de sus intereses. Priman otros parámetros de gestión, insoldables para el ciudadano normal, que tienen mucho que ver con tácticas propagandísticas y técnicas capciosas para el cultivo de votos; conservar los actuales, intentar incrementarlos y evitar el goteo de fugas.

Así sucede que el esfuerzo dedicado a intentar consolidar un cargo, alcanzado a través de las urnas, desgasta gran parte de las energías que debieran dedicarse en exclusividad al servicio para el que se fue contratado con los votos, en beneficio y a favor de la ciudadanía que delega responsabilidades y funciones que no son directamente viables desde la actuación popular.

Una expresión sin intención peyorativa: “los cargos electos son los empleados del pueblo soberano”. Para desarrollar su cometido están dotados de una estructura jerárquica que escalafona categorías y son investidos, como autoridades, con tratamientos protocolarios (Su Excelencia, Señoría…) que ensalzan artificialmente la entidad del cargo y del personaje. Lo que puede conducir al error de conceptos, pues no tienen nada que ver la amabilidad, cercanía y sonrisas desplegadas en campaña electoral, con la inmediata altivez y distancia marcada apenas se encaraman en la poltrona, como asumiendo el papel de padres patrios para considerar a sus votantes como meros vasallos.

La asunción mal interpretada del poder induce al fracaso. Si repasamos con objetividad los resultados de las dos últimas legislaturas municipales en nuestra querida Santa Cruz, concluimos que en esta década no se ha hecho nada reseñable que permita mantener el orgullo de sentirnos chicharreros por disfrutar, conservar y vivir en una capital esplendorosa, cuyo pasado reciente la contemplaba como una de las ciudades más bellas del mundo. Limpia, cuidada, con un patrimonio urbano digno de encomio y un ambiente cultural que aglutinaba admiración y atractivo desde fuera…

Paulatinamente se fue viniendo abajo por una gestión cuyos proyectos electorales quedaron todos en promesas incumplidas. ¿Alguien podría encontrar un solo motivo de éxito en tantos años, que no fueran palabras huecas o números fatuos de propaganda electoralista? Han dejado una ciudad decrépita. Jamás estuvo tan sucia; pintarrajeada de grafitis; infestada de excrementos de palomas y plagas de ratas en pleno centro; mal asfaltada; un paisaje urbano en progresivo deterioro; fuentes secas y algunas de las históricas desmanteladas y escondidas no se sabe dónde; el patrimonio histórico y cultural abandonado; valiosas joyas arquitectónicas abocadas a la ruina por falta de mantenimiento para su conservación; vandalismo callejero consentido por una pasividad institucional inadmisible; servicios sociales fracasados en pobreza extrema, exclusión social, incremento de indigentes con decenas de fallecimientos en la calle; un albergue municipal precario e insuficiente…

Desidia e inoperancia mantenidas durante décadas a base de un clientelismo feroz. No ya con la mortadela compra-votos de siempre, sino manejando subvenciones y otros caudales públicos para promoción personal e imponiendo férrea censura a algunos medios, proclives a dejarse comprar, para evitar críticas que afectasen su estrategia propagandística.

Eso sí; el Carnaval y su entorno han sido privilegiados con facilidades de todo tipo en medios y necesidades, como corresponde al alto nivel y prestigio que proporciona a la ciudad. Esperemos que esto siga así a pesar del cambio.

Para colmo, la vergonzosa rabieta de algunos “salientes” que arremeten contra todo lo que se mueve con insultos, descalificaciones y la agresividad propia de la frustración por el fracaso ayudado con una ley electoral deplorable. Pero en esta ocasión, no hay mal que por bien no venga, ha servido para propiciar un cambio que se desea positivo y esperanzador. Una tercera legislatura en las mismas manos habría sido desastrosa.

La inquietud es importante por cuanto el escarmiento sufrido durante esta década, nos hace reprimir el optimismo ilusionante ante unas expectativas en las que creemos, está todo a favor de abordar los problemas planteados y anquilosados, con decisión, firmeza y buena fe. Estamos seguros que esta magnífica ciudad es además muy agradecida si se la trata bien. Solo es cuestión de rescatar el antiguo esplendor perdido.

Con respecto a las prioridades, nadie mejor que los responsables para establecerlas con criterio racional y desinteresado. Es imprescindible, además, que las áreas más sensibles, Servicios Sociales y Patrimonio –afectas al ideario de nuestra asociación– estén manejadas por supuesto por personas con bastante capacidad y preparación técnica. Pero fundamental que estas cualidades vayan acompañadas, en el primer caso, de una sensibilidad humanitaria a la que se supediten todas las demás. Y en el segundo, una vocación cultural suficiente y necesaria para abordar el futuro inmediato de nuestro patrimonio histórico, con la eficacia que ha faltado estos últimos años, por carencias insuperables y poco deseables.

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