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La derecha española, la Historia y la Internacional por María Puig Barrios

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Nos guste o no nos guste, y tengo que reconocer que a mí no me gusta nada, después de la sublevación militar de 1936 contra el Gobierno de la República, elegido democráticamente en las urnas, tuvo lugar una sangrienta Guerra Civil y una represión política de casi cuarenta años.

El régimen de Franco fue condenado casi unánimemente por la Comunidad Internacional, siendo calificado por la ONU como “gobierno fascista de Franco impuesto por la fuerza al pueblo español” (Resolución 39-1 del 12 de diciembre de 1946). El aislamiento de España, con todas sus penurias económicas, sociales y políticas, sólo se rompió en 1953 ? catorce años después de finalizar la Guerra Civil ? por medio del Tratado hispano americano que permite a Estados Unidos implantar cuatro bases en territorio español.

Aunque se pretenda ignorar, ahora, Alianza Popular, fundada en 1976, era una federación de asociaciones políticas liderados por exministros del franquismo, como Fraga Iribarne (ministro de Información y Turismo, en los años sesenta, que eran años de censura y en los que fusilaron al comunista Julián Grimau, por sus actividades durante la Guerra Civil, en legítima defensa de la República), Fernández de la Mora (ministro de Obras Públicas), López Rodó, Licinio de la Fuente (Ministro de Trabajo entre 1969 y 1975, años en que Marcelino Camacho y otros militantes de Comisiones Obreras estaban en la cárcel por ser sindicalistas). El Congreso constituyente de AP de 1977 fue presidido por José María Ruiz Gallardón, padre del actual Alcalde de Madrid. En el Congreso de 1989, y después de muchos conflictos, se produjo la refundación como partido único, constituyéndose el Partido Popular.

Pero la derecha, en lugar de asumir la Historia, aunque no sea ni grata, ni atractiva, ni estimulante, pretende callar y descalificar las voces que se alzan para hablar, analizar y conocer nuestra Historia, y además, arremete contra todos los símbolos e himnos españoles o internacionales que representan, con sus luces y sus sombras, luchas determinantes que dieron lugar a más igualdad y más derechos para las personas y los trabajadores.

Según la derecha, incluida Doña Esperanza Aguirre, son cosas pasadas, poco modernas, que no representan la realidad actual, impresentables, con muertos y letritas que se las traen. La Historia al revés. Algo así como La “justicia al revés” que decía Serrano Súñer (el cuñado de Franco), cuando se juzgaba y condenaba, por delitos de rebelión, a los que había defendido la legalidad republicana.

Si las letritas de la Internacional, escrita por Eugène Pottier, en junio de 1871, durante las luchas de los obreros de la Comuna de París y convertida en el himno de los trabajadores del mundo, se las trae, no vea Ud., Sra. Aguirre, la de la Marsellesa, escrita por Rouget de Lisle, en 1792, después de la declaración de guerra de Austria a Francia.

La Marsellesa habla de tiranía, de estandartes ensangrentados, de soldados feroces que vienen a degollar a las compañeras e hijos de los ciudadanos a los que llama a coger las armas y a regar los surcos de sangre “impura”. Claro que la Marsellesa fue prohibida durante el Imperio, la Restauración monárquica, pero volvió a resurgir después de la revolución de 1830 y se convirtió en el himno nacional de Francia a partir de 1879, hasta nuestros días.

La Marsellesa se enseña en las escuelas de Francia. Y no será porque está de actualidad alzarse en armas y ensangrentar París. Es la Historia, son símbolos, referentes e himnos de luchas que hicieron avanzar política, social y económicamente a gran parte de la humanidad. Y que las y los trabajadores no deberíamos olvidar, por aquello de que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. La desmemoria sólo favorece a los poderosos y las poderosas que no dudan nunca en repetir abusos. María Puig Barrios

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