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Venezuela como excusa

Cristóbal D. Peñate

Hay partidos políticos que tienen la mala costumbre de utilizar asuntos delicados de Estado como balas de cañón para fastidiar al adversario. En ese paquete entran temas como el terrorismo, el paro o la inmigración a nivel nacional, o Venezuela, en el plano internacional.

Venezuela es un asunto recurrente cada vez que a la oposición se le acaban los argumentos o cuando quiere formar columnas de humo ante acusaciones graves de corrupción propia y doméstica. Cuando la oposición española recurre a Venezuela lo hace no para defender a los venezolanos sino para atacar a la izquierda española, aunque Pedro Sanchez haya llamado tirano a Maduro y los dirigentes de Podemos hayan pasado de la admiración a una posición tibia frente al chavismo.

Tras estar tanto tiempo Venezuela fuera de órbita mediática y política, la oposición en España ha vuelto a nombrar a la bicha después de que sus otros discursos hayan fracasado. En esto Venezuela nunca falla. Independientemente de que Maduro sea un mamarracho o no, es un subterfugio reiterativo y cansino. ¿Por qué si a la derecha española le preocupa tanto Venezuela, no se muestra tan inquieta con Arabia Saudí, Egipto u otras dictaduras medievales y crueles de medio mundo?

PP y Ciudadanos están aprovechando la última crisis venezolana para volver a darle caña a Pedro Sánchez. Para darle a Podemos no es preciso que haya una crisis venezolana. Casado y Rivera le dan a Iglesias hasta en el carné de identidad cada vez que se habla de Venezuela por las supuestas simpatías de éste con el Gobierno sudamericano. Y eso a pesar de que todas las denuncias judiciales de financiación ilegal han sido archivadas por los tribunales.

Tras autoproclamarse presidente de la República de Venezuela el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, PP y Ciudadanos exigieron a Pedro Sánchez que reconociera al opositor venezolano como nuevo jefe del Estado bolivariano. Casado y Rivera, que no reconocen en sus proclamas al presidente del Gobierno de España, le piden paradójicamente a éste que lo haga con un presidente al otro lado del océano que no ha sido votado por los venezolanos para el cargo y que se ha autoproclamado con el espaldarazo inmediato de estadistas tan sensatos y prestigiosos como Donald Trump. Algo totalmente surrealista e irrisorio.

Ni siquiera han dejado en paz al presidente del Gobierno de España cuando se ha aliado con el resto de la Unión Europea para reconocer a Guaidó como jefe de la república. Le dan caña siempre, diga lo que diga, lo que demuestra que sus críticas a Venezuela son de contenido nacional para desgastar a Sánchez y a Podemos, que ya se está desgastando solito.

La derecha española y parte de la izquierda se han hartado de llamar golpistas a los independentistas catalanes, pero luego son incapaces de reconocer que una autoproclamación presidencial también es golpismo. Probablemente no lo sea ninguno de los dos, pero si se suben el listón para llamar golpista a Puigdemont, también habrá que ser coherente para hacerlo con Guaidó.

Algunos tienen una forma muy singular de entender la coherencia. Como la ley del fonil: lo ancho para mí y lo estrecho para ti.

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