El acto de toma de posesión de la mañana, en Presidencia del Gobierno, con el aire acondicionado ya reparado (197.695,38 euros a la empresa Insiste, insiste, que te lo terminarán pagando), fue toda una apoteosis, no sabemos si apoteosis nacionalista o apoteosis antipepera, posiblemente de todo un poco, que ya se sabe lo iconoclastas que somos los canarios cuando cae el divo y lo aduladores que nos volvemos con el que mantiene el machito. El caso es que aquel salón de actos estaba repleto, con sólo dos representantes del PP que reconociéramos, la indescriptible Australia Navarro, y el inverosímil Carlos Ester, el diputado enviado en alguna que otra ocasión a dar chillidos de niño malcriado, cuando no lo es. El resto, salvo Carolina Darias y el concejal Néstor Hernández, era pura euforia nacionalista, algo funcionarial, mucho menos militar y policial y periodística por barrios. Paulino Rivero se largó su discurso sin concesión a la lectura ni tampoco a la improvisación: venga todo el mundo a trabajar que la cosa está jeringada. Con las prisas por empezar a cesar cargos peperos, hasta se olvidó que había que ponerse firmes a escuchar el himno de Canarias. “El espacio político” recuperado, fue el colofón con el que nos quedamos para irlo desmenuzando desde ahora hasta el día siguiente del 22 de mayo. O sea, el 23, cuando toque pactar.