Moncloa confía en remontar el vuelo tras el 12M mientras ve a Feijóo “desconcertado y desaparecido”
Objetivo Catalunya. Tras los cinco días de abril, Moncloa tiene la vista puesta en el próximo domingo. “Pedro Sánchez remontará sin duda el vuelo tras el 12M”. El vaticinio es de un socialista que confía en que el resultado de Salvador Illa en las elecciones catalanas sirva de acicate a un Pedro Sánchez que en este puente de mayo “ha cargado pilas tras recibir un apoyo entusiasta” durante su visita por sorpresa a la Feria de Abril en Barcelona. El presidente almorzó después con el alcalde de la Ciudad Condal en un conocido restaurante y “contó igualmente con el cariño de la gente”, añade el mismo interlocutor, para quien estos días han supuesto un “chute de energía” para el líder de los socialistas.
Si Salvador Illa, además de ganar las elecciones, obtiene un buen resultado y, de paso, consigue gobernar la Generalitat cobraría sentido la estrategia de Sánchez con Catalunya y el independentismo. “El discurso del PP [añade un veterano del PSOE] quedaría sepultado y, además, se cerraría para siempre la página del procés”. De momento, en el Gobierno y en Ferraz la consigna es no hablar de pactos postelectorales, entre otros motivos, porque nadie descarta que la política de vetos cruzados y la rivalidad entre los partidos de Puigdemont y Aragonés haga imposible la gobernabilidad y haya que repetir elecciones.
El candidato de los socialistas catalanes se ha visto así obligado a matizar unas declaraciones en las que hace unos días se abrió a un pacto con Junts en el caso de que priorice la independencia. Ahora, descarta cualquier entendimiento con los de Puigdemont porque ambos partidos, añade, “tienen lógicas incompatibles”. Los escenarios que se abren tras la cita con las urnas del 12M son varios, pero el más beneficioso para Sánchez sería sin duda que los independentistas no sumaran mayoría absoluta y poder reeditar su apuesta a nivel nacional, esto es un gobierno del PSC con Sumar -comunes- con apoyo externo de ERC. Pero ese escenario necesitaría inexorablemente un aumento notable de escaños del PSC, que parte de los 33 que sumó hace cuatro años y que la candidatura de Jéssica Albiach, claro, no retroceda respecto a los ocho diputados que obtuvo entonces.
En lo que resta de campaña, Sánchez no tendrá más agenda que Catalunya y no sólo porque sea consciente de la importancia que el resultado tiene para su proyecto político, sino también por el respaldo y las muestras de apoyo que allí ha encontrado tras sus cinco días de reflexión y su clamor por la regeneración democrática. El presidente reivindica una “política limpia” frente a los que practican la estrategia de “los insultos, bulos y desafiliaciones” con la que ha logrado instalar el marco de una necesaria agenda de reformas con la que acabar con la politización de la justicia y poner coto a la desinformación. Toda una dosis de recuerdo sobre la responsabilidad del PP en el bloqueo del CGPJ por razones estrictamente partidistas y porque mantiene en el órgano de gobierno de los jueces una mayoría, que no se corresponde con la del Parlamento y que no está dispuesto a perder.
Frente a un Sánchez al que ven fortalecido tras su ¿crisis emocional?, en La Moncloa pintan a un Feijóo “desconcertado con que el presidente haya resurgido de nuevo” y “desaparecido” ya que ni siquiera acudió a la tradicional recepción del 2 de mayo en la Puerta del Sol. Si fue por evitar a Ayuso o por tomarse dos días de descanso, sólo él lo sabrá, pero su ausencia ha alimentado análisis para todos los gustos. No en vano, en Génova admiten que el presidente del Gobierno ha vuelto a imponer un marco emocional del que sale reconfortado mientras el PP tiene dificultades para sacar partido de la comisión Koldo en el Senado y a su líder le cuesta desmarcarse del discurso duro del ayusismo para no ser devorado internamente.
Esto, unido a que la comisión del caso Koldo impulsada por el PP en el Senado no está resultando como esperaban en Génova, ha elevado el nivel preocupación entre los cuadros y abierto la espita de la crítica interna. “Más allá de los habituales circos de Ayuso, a los que ya casi ni se presta atención [sostiene un estrecho colaborador de Sánchez], en el PP no se vislumbra más estrategia que la de redoblar el nivel de insultos. No parece que sea ésta la mejor manera de responder a un momento en el que urge rebajar el nivel de decibelios en la política, especialmente en la M-30 madrileña”.
Los socialistas defienden que la toxicidad que desprende la esfera pública y el permanente clima de confrontación no se percibe, en ningún caso, más allá de Madrid, y que mantener la tensión puede penalizar a un Feijóo que además sabe que, en este momento, no hay entre los socios parlamentarios de Sánchez intención alguna de provocar una crisis que pueda aupar al PP al Gobierno. Y aún así, el jefe de la oposición persiste en su estrategia: exacerbar la crítica con intención de pescar en el caladero de Vox y cegar así cualquier posibilidad de entendimiento con el nacionalismo vasco o la derecha catalana de Junts.
Y todo ello a un mes de unas elecciones europeas en las que Feijóo vuelve a someter a examen su continuidad como líder, después del irrelevante resultado en las autonómicas de Euskadi y de las catalanas del próximo domingo, en las que el PSC volverá a ser previsiblemente primera fuerza política e insuflará con ello oxígeno a Sánchez para movilizar a la izquierda ante los comicios al Parlamento de Estrasburgo. Mucho más, después de que los socialistas hayan logrado imponer un marco, como el de la desinformación y la regeneración democrática que creen que les puede ser propicio en un momento en el que la ultraderecha avanza en Europa.
Es en este mismo contexto en el que, tras el informe de la ONU sobre las llamadas “leyes de concordia”, el Gobierno volverá a hacer del miedo a la derecha y de los acuerdos PP-Vox el eje de la campaña socialista. Esta semana el informe del Relator Especial y del Grupo de Trabajo sobre desapariciones forzadas de la Organización de las Naciones Unidas ha denunciado que las normas aprobadas por los gobiernos autonómicos, como contrarreforma a la legislación sobre Memoria Democrática del Ejecutivo de Sánchez, ponen en riesgo el cumplimiento de la legislación internacional sobre la preservación de la memoria histórica de graves violaciones de derechos humanos.
Un terreno, el de la memoria histórica, resbaladizo sin duda para los populares y que les iguala a la ultraderecha por más que hayan salido todos en tromba a descalificar el informe de Naciones Unidas. Con Vox o sin Vox, el caso es que entre algunos barones empieza a cundir la sensación de que Feijóo no termina de cuajar y que Sánchez puede otra vez dar la vuelta a una tendencia que algunos en Génova veían como la consolidación al alza de su propia marca. Veremos.
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