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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en elDiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos, sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La violencia que no se sirve en la mesa

Bilbo Bassaterra

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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en elDiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos, sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La carne que llega a las mesas navideñas no solo está atravesada por la explotación animal. Arrastra también una violencia sistemática contra quienes la producen. La industria cárnica necesita restos de animales muertos baratos, abundantes y constantes, y para lograrlo depende de una fuerza de trabajo igualmente barata, flexible y reemplazable. Esta ecuación no es una deriva indeseada del sistema: es su condición de funcionamiento.

En el Estado español, los mataderos y salas de despiece concentran desde hace años a miles de trabajadoras sometidas a jornadas largas, ritmos extenuantes y tareas repetitivas que destrozan cuerpos y salud. La exposición constante al frío, a productos químicos y a escenas de violencia extrema contra animales no humanos forma parte de la normalidad laboral. A esto se suman la temporalidad, la subcontratación y la amenaza permanente de perder el empleo.

Durante las semanas previas a la Navidad, esta presión se intensifica. Aumentan los turnos, se reducen los descansos y se normalizan las horas extra. La urgencia por abastecer el mercado festivo convierte los centros de trabajo en espacios aún más hostiles. La carne tiene que llegar a tiempo. Los cuerpos humanos se ajustan a ese calendario.