El saco de las mentiras

Pues calcularon mal o sin mirar la otra cara del mismo asunto. Resulta que, efectivamente, a Bouygues le da igual el concurso de marras en lo económico, pero no gusta de que le toquen las narices como compatriotas que son de Cyrano. Y como quiera que sus negocios recorren el mundo, decir adiós con la manita a Gran Canaria no es cuestión que le impida conciliar el sueño. Así que a pleitear. Porque lo contrario sería decir que es normal que un informe, elaborado durante dos meses por técnicos duchos en la materia, es nadita en comparación con otro realizado en tan sólo ocho días por un liberado sindical del departamento de Limpieza del Ayuntamiento que nunca se vio en otra semejante. Y que pasa siempre que la empresa penúltima en el primer informe de valoración es líder en el segundo. O más lógico aún, que pasen sólo horas entre la adjudicación en la mesa de contratación y la firma del contrato, cuando el plazo medio es de entre uno y dos meses. Y para rematar, que es del todo creíble que la justifiación para esa prisa en la firma sea que de no hacerse así se pierden los fondos europeos. ¿Pero no dijeron que se podía llegar hasta noviembre? Algún bolígrafo con tinta se podría haber encontrado de aquí a entonces. En el mundo del que les hablamos, todos se conocen y se calculan entre sí los favores a los que se han hecho acreedores.