Día de la mujer y la niña en la ciencia

Direna Alonso, la científica canaria que ha abierto una puerta para el tratamiento temprano del cáncer de páncreas

Direna Alonso.

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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La científica Direna Alonso (Gran Canaria, 1984) solía escuchar de boca de su padre, el arquitecto y paisajista José Miguel Alonso Fernández-Aceytuno, que “lo imposible es posible intentarlo”. Las palabras y la visión del urbanista que ideó, entre otros proyectos, el Parque de la Música de Las Palmas de Gran Canaria, la rehabilitación ambiental de los riscos de la capital o el plan de protección del Jardín Canario, han servido de inspiración en la carrera profesional de su hija, que decidió guiar su innata curiosidad por todo lo que le rodea hacia el terreno de la investigación oncológica cuando a su padre le diagnosticaron, en 2004, un cáncer de piel. 

“Estaba estudiando Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid y no encontraba respuestas en los libros de texto. Para mí fue un impulso, entre la necesidad y la frustración. Quería saber cómo se comporta y progresa el cáncer, para buscar mejores formas de prevenirlo y de tratarlo”, explica Direna Alonso desde el laboratorio de Scott W. Lowe (reconocido científico estadounidense en el campo de la genética del cáncer), en el Instituto Sloan Kettering de Nueva York, al que llegó en 2013 con una beca postdoctoral y en el que ha liderado un trabajo que sienta las bases para un diagnóstico y tratamiento más temprano de uno de los cánceres más agresivos, el de páncreas. Los resultados de esta investigación fueron publicados el 3 de febrero en una de las revistas científicas de mayor impacto, Nature. La grancanaria es su primera autora. 

El estudio parte de una evidencia conocida desde hace años. La inflamación en el tejido del páncreas (la pancreatitis) es un factor de riesgo importante para desarrollar el cáncer. Lo que no se sabía, y el equipo liderado por Alonso ha desentrañado, es la forma en que este daño del tejido interactúa con la mutación de un gen, denominado KRAS, que está presente en el 95% de los pacientes que sufren esta enfermedad, para generar el tumor. Cuando estos dos factores (pancreatitis y gen mutado KRAS) convergen, cooperan para producir alteraciones específicas en la organización del ADN de la célula (epigenéticas), que pierde su identidad y pervierte su función, la de reparación del daño en el tejido, para contribuir a la formación del cáncer.  

La investigación ha logrado identificar la diferencia entre el proceso normal de regeneración del tejido dañado y el que inicia el tumor. Alonso señala que el páncreas es una pequeña “fábrica de enzimas” para descomponer los alimentos y poder digerirlos. La pancreatitis surge cuando estas moléculas se liberan “fuera de lugar”. Al producirse este daño, las células deben “apagar su función” de forma transitoria y dejar de producir enzimas hasta que el tejido se regenera. Sin embargo, cuando estas células contienen el oncogén KRAS “nunca vuelven a ser lo que eran y se convierten en células tumorales tempranas”. El equipo del laboratorio Scott W. Lowe ha descifrado que estas alteraciones ocurren en un estadio temprano del cáncer y dan lugar a la activación de genes muy específicos del proceso tumoral, aspectos fundamentales para poder establecer estrategias de detección precoz y tratamiento temprano de la enfermedad. 

“Hemos encontrado lo que ocurre para que la célula dañada, en vez de ir por el camino correcto de la reparación, que sería la respuesta buena al daño, vaya por el camino malo que desencadena, la transformación tumoral, y cómo la presencia de ese oncogén es capaz de hacer ese desvío”, resume la científica canaria. Alonso subraya que este avance abre un abanico de posibilidades para “explorar una dimensión desconocida del cáncer de páncreas en estos estadios tan tempranos” e intentar frenar el proceso. Y es que el trabajo ha demostrado en modelos con animales que si se bloquean la expresión de los genes que se activan por los cambios producidos por la cooperación entre la pancreatitis y el gen mutado KRAS, se detiene el desarrollo tumoral.

“Si se quiere prevenir en el futuro esta enfermedad, o intentar tratarla antes de que sea muy tarde, es necesario desvelar cuáles son las dianas terapéuticas, cuáles son esas alteraciones que están ayudando a que el proceso tumoral ocurra”, relata Alonso. “Si ahora desarrollamos técnicas para poder detectar estos cambios epigenéticos en la sangre, podríamos tener más herramientas concretas para poder identificar que es un proceso tumoral temprano”, añade. 

¿Cómo se puede trasladar este avance experimental al ámbito médico o farmacológico? La investigadora grancanaria precisa que, para poder dar el salto, es necesario averiguar, de entre todos los genes que se alteran en este proceso, cuáles son los más importantes, aquellos que se deben “apagar o bloquear” para frenar el proceso tumoral, “separar la paja y encontrar la aguja” para desarrollar el fármaco dirigido que permita reducir la mortalidad del cáncer de páncreas, uno de los más letales. Solo uno de cada diez pacientes sobrevive más de cinco años desde el diagnóstico, que suele ser tardío. La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) ha alertado de que, a diferencia de otros tipos, la mortalidad se ha incrementado, tanto en hombres como en mujeres, debido al aumento de su incidencia.

Alonso pretende profundizar ahora en la interacción, en el “proceso de comunicación” entre esas células pretumorales y el entorno con el objetivo de sentar las bases para la “inmunoterapia del futuro”. “Sabemos que para el cáncer no es solo efectivo apagar las alteraciones en las células tumorales, sino también reactivar las células inmunitarias. Al dar inmunoterapia, las células inmunitarias se despiertan y hacen su función de atacar el cáncer, pero actualmente no es muy eficaz en el cáncer de páncreas. Nos hemos dado cuenta de que la célula temprana ya tiene una gran capacidad para alterar el comportamiento de las células de su entorno”, explica la científica del laboratorio Scott W. Lowe. 

“La investigación básica es fundamental para entender cómo funciona el cáncer. La investigación de hoy es la medicina de mañana. Tenemos que entender los mecanismos fundamentales: qué define el cáncer, dónde está la gasolina, dónde ponemos el freno. Eso va a dar pie a que tengamos la medicina personalizada y con menos efectos secundarios”, apunta Alonso, que decidió centrar su trabajo en el de páncreas porque está “en la situación en la que estaba el melanoma hace veinte años y es muy difícil de tratar”. La científica afirma que aún no hay fármaco capaz de apagar la mayor parte de las mutaciones que presentan los pacientes de este tipo de cáncer. “Entendiendo cómo funciona, podremos buscar esos nuevos fármacos”. 

Una carrera labrada desde lo público

Antes de obtener su beca postdoctoral para una estancia en el Instituto Sloan Kettering de Nueva York, Direna Alonso hizo su tesis doctoral en Biología Molecular, con mención 'cum laude', en la Universidad Autónoma de Madrid. La desarrolló en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en el laboratorio de la doctora Marisol Soengas, prestigiosa científica gallega especializada en el cáncer de piel más común y letal, el melanoma. Durante su doctorado, sufragado con una beca pública, la grancanaria tuvo una estancia de tres meses en el centro en el que trabaja ahora, puntero en investigación oncológica. En ese periodo estableció conexiones y descubrió que ese instituto dispone de técnicas innovadoras y concede a los investigadores la libertad necesaria para poder plantear “preguntas ambiciosas”. 

Cuando Alonso, natural de San Felipe, en el municipio grancanario de Moya, y exalumna del instituto público Pérez Galdós, decidió emigrar a Estados Unidos para impulsar su carrera investigadora, el contexto en España era de crisis económica y recortes en ciencia. “Me hubiera ido igualmente porque irse fuera siempre te da una perspectiva nueva y aprendes cosas. Pero te vas creyendo que puedes volver a devolver toda esa formación. Es una pena que a los investigadores a veces se nos fuerce a tener que elegir. A mí me apasiona mi trabajo y me apasiona mi tierra. Estoy aquí porque recibí una educación muy buena gracias al sistema educativo público español, a becas públicas, a premios públicos. Soy producto de una inversión que se ha hecho en mí y me daría mucha pena no poder devolver esa inversión y poder inspirar a nuevas generaciones a que se animen a investigar sobre el cáncer u otras enfermedades”. 

Su ilusión es poder regresar. “Hay que promover el talento que hay en las Islas. Hay muchos buenos investigadores e investigadoras que están haciendo un trabajo increíble en Canarias y es necesario que se destinen más recursos. Investigar en España no puede ser sinónimo de precariedad o de emigrar con ticket de ida, pero no de vuelta”, concluye la científica grancanaria. 

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