El cantón de Tenagua, que coincide con el actual municipio de Puntallana, apenas cuenta con datos en las fuentes etnohistóricas, puesto que se limitan a señalar que: “El séptimo señorío y término, Tenagua hasta el término de Adeyahamen, y era señor Atabara”. (J. Abreu Galindo, 1977, 268). Este topónimo tiene el significado de “…madurez, sazón” (I. Reyes García, 2011: 403). El antropónimo de su capitán, Atabara, se puede traducir por “…he aquí el que abre”. (I. Reyes García, 2011: 99).
Sus dominios no eran demasiado extensos, si bien se extendían por una gran variedad de paisajes en los que la población benahoarita podía desarrollar una vida relativamente cómoda en años normales, climatológicamente hablando. Se pueden distinguir, claramente, dos áreas bastante distintas: una mitad sur más seca, debido a que la Montaña de Samagallo actuaba de pantalla a la influencia directa del alisio, en la que el pinar ocupa espacios entre el monteverde y otra mucho más húmeda que se extendía hasta el cantón de Adeyahamen, en la que una frondosa laurisilva cubre las zonas medias-altas del territorio.
No obstante, a pesar de su pequeña extensión, contaba con recursos naturales suficientes para posibilitar que los rebaños de otros cantones tuviesen acceso a sus abundantes y jugosos pastizales. Ello parece desprenderse de esta cita textual: “Los vasallos de la isla del Hierro … con codicia de la presa que en esta isla se hallaba de cueros y sebo, solían muchas veces pasar de la isla del Hierro a la de La Palma, a cautivar palmeros y robarles los ganados. Y entre otros saltos que dieron, fue uno en el término del capitán Atavara (Tenagua), donde al presente dicen la Puntallana; y cautivaron al capitán Chentire (Ahenguareme), que a la sazón había pasado con su ganado. Pero, después de preso, con solo un brazo que tenía, …, se desasió de ellos y se les huyó …” (J. Abreu Galindo, 1977: 278). Es decir, que el capitán de Ahenguareme, actual municipio de Fuencaliente se trasladó con su ganado al noreste de Benahoare, atravesando los cantones de Tigalate (Villa de Mazo) y Tedote (Breña Baja, Breña Alta y Santa cruz de La Palma). Desconocemos qué tipo de acuerdo posibilitó este aprovechamiento pastoril en una zona muy alejada de su residencia habitual, aunque con toda probabilidad, ocurriría durante la época estival cuando escaseaban los pastos, especialmente en las zonas más áridas del sur.
En los dominios de este cantón se desarrolla una de las leyendas más bonitas de La Palma, si bien no podemos precisar si tuvo lugar en la etapa prehispánica o tras la conquista de Benahoare. Nos estamos refiriendo a la leyenda del Salto del Enamorado en la que un joven cabrero, enamorado sin corresponder por parte de una muchacha, acepta someterse a una prueba de amor suicida. El desafío consistió en clavar el regatón de su lanza sobre la orilla del impresionante acantilado costero y dar tres vueltas sobre el vacío regresando al punto de apoyo. Al tercer intento se despeñó por los riscos que caen directamente al embravecido mar del norte, desapareciendo su cuerpo entre las olas y la espuma. Todavía hoy se conservan los topónimos Topo del Salto del Enamorado, Riscos del Salto y Salto del Enamorado (La Galga). El topo y los riscos del Salto del Enamorado son impresionantes y permiten imaginarnos perfectamente la dificultad de la empresa y su triste final. En este lugar, junto al que pasa el Camino Real de La Costa, es dónde, en nuestra opinión, debiera colocarse la estatua que nos encontramos en el Mirador de San Bartolo, donde está absolutamente descontextualizada y fuera de lugar. Los símbolos de nuestra identidad deben colocarse dónde realmente ocurrieron los hechos a que hacen referencia.
Puntallana es uno de los municipios palmeros que aún no cuenta con carta arqueológica, si bien una serie de hallazgos casuales nos indican que se trata de un lugar con una enorme y variada riqueza en vestigios prehispánicos de todo tipo desde la orilla del mar a los bordes de la Caldera de Taburiente: piletas marinas, cuevas de habitación, yacimientos funerarios, conjuntos de canalillos-cazoletas y estaciones de grabados rupestres (F. J. Pais Pais y F. Herrera García, 2004: 185-222). Todos estos datos apuntan en el sentido de que fue intensamente explotado por la población benahoarita, ya que contaba con numerosos recursos naturales esenciales en su vida cotidiana: abundantes pastizales, gran riqueza en fuentes y manantiales permanentes, así como rezumes y goteos de agua estacionales, una costa rica en pescado y marisco, etc.
En este trabajo solo nos vamos a detener, sucintamente, en algunos de los conjuntos arqueológicos más interesantes que, hasta la fecha, se conocen en el cantón de Tenagua. Y, sin ningún género de dudas, uno de los hallazgos más importantes de la arqueología palmera tuvo lugar en una necrópolis del Barranco del Espigón en 1973 debido, sobre todo, al descubrimiento de varios cuerpos con restos de momificación o “mirlado”. El yacimiento fue excavado por Dimas Martín Socas y Mauro Hernández Pérez y “… Se hallaron, además, en las proximidades de los restos humanos fragmentos cerámicos sin decorar, ”mocas“, patellas, punzones, un pequeño cuenco de madera y algunas ramas de palmera y de otros árboles, en ocasiones atadas con cuerdas vegetales” (M. Hernández Pérez, 1977: 45) que, en su gran mayoría, están en paradero desconocido. Los restos humanos, que han sido estudiados por la paleoantropóloga Nuria Álvarez Rodríguez, nos indican que se depositaron los cuerpos de 13 personas, de las que solo dos presentan un tratamiento funerario diferenciado, lo cual nos habla de un estatus social más elevado respecto a los demás. Estos materiales están expuestos en el Museo Arqueológico Benahoarita (Los Llanos de Aridane).
En el cantón de Tenagua se encuentra una de las estaciones de grabados rupestres más enigmáticas de la antigua Benahoare. Se trata de los petroglifos del Barranco de Nogales, descubiertos en 1972 por Mauro Hernández Pérez, entre los que sobresalen varios grupos de grecas, de los que uno tiene “… más de dos metros …” (1977: 57). En este yacimiento destacan varias cuestiones: 1) Su ubicación en la parte alta de un escarpe a más de 5 metros por encima del cauce actual del barranco; 2) El soporte es una gran veta de granzón compactado; 3) Consta de un único panel con dos grupos bien diferenciados en los que sobresalen las grecas y los cruciformes (F. J. Pais Pais y F. Herrera García, 2004: 204-205) y 4) también aparecen una serie de inscripciones que podrían ser motivos alfabetiformes (F. J. Pais Pais, 2019: 79-81), aunque al tratarse de un soporte tan frágil están muy alterados por los procesos erosivos.
El cantón de Tenagua también alberga uno de los yacimientos arqueológicos benahoaritas que mayor cantidad y variedad de restos prehispánicos de todo tipo ha suministrado en una sola cavidad. Se trata de un lugar conocido por Cueva Chica, excavado pacientemente durante muchos años por Domingo Acosta Felipe, que fue utilizado, esencialmente, como cueva de habitación si bien, en algún momento, también se aprovechó para enterrar a varios de sus moradores. Los materiales, depositados en el Museo Arqueológico benahoarita (Los Llanos de Aridane), consisten en una enorme cantidad de vasijas reconstruidas de todas las fases cerámicas características de la arqueología palmera; una industria lítica realmente extraordinaria con piezas de todas las formas y tamaños elaborada en basalto, obsidiana, gabros, etc; una industria ósea y malacológica con centenares de piezas utilizadas en multitud de tareas cotidianas o como adornos personales sin parangón con lo que ocurre en otros yacimientos benahoaritas; etc.
Finalmente, solo nos queda por hacer una breve referencia a los límites territoriales, que ya establecimos en el anterior capítulo con el cantón de Tedote. Ahora nos vamos a centrar en la demarcación en la parte septentrional, que lo separa del bando de Adeyahamen (San Andrés y Sauces). En la actualidad, ese límite se establece en el Barranco de La Galga que, muy bien, podría ser la frontera durante la etapa prehispánica, aunque es probable, que estuviese algo más hacia el norte llegando hasta el Barranco de La Puente. Ambos cauces, de una gran profundidad, discurren paralelos durante la mayor parte de su recorrido, confluyendo en el tramo inferior, muy cerca de la desembocadura.
Bibliografía general
-ABREU GALINDO, J.: Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, (Santa Cruz de Tenerife), 1977.
-ÁLVAREZ RODRÍGUEZ, Nuria y PAIS PAIS, Felipe Jorge: Los yacimientos funerarios benahoaritas en las antiguas demarcaciones territoriales de La Palma, Actas de las IV Jornadas Prebendado Pacheco de Investigación Histórica, (Tegueste), 2011, Págs. 17-42, ISBN 978-84-938791-0-5 (Publicación digital).
-HERNÁNDEZ PÉREZ, M.: La Palma prehispánica, (Las Palmas de Gran Canaria) 1977.
-PAIS PAIS, F. J.: Los petroglifos benahoaritas: símbolos de vida y fertilidad, (Madrid), 2019.
-PAIS PAIS, F. J. y HERRERA GARCIA, F.: Las manifestaciones rupestres del municipio de Puntallana (La Palma): una aproximación a la prehistoria del Cantón de Tenagua, “Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma”, Número 0, (Madrid), 2004, Págs. 185-222.
-REYES GARCÍA, Ignacio: Diccionario ínsuloamaziq, (Islas Canarias), 2011.