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Protegerse de la propia resiliencia

21 de enero de 2025 19:11 h

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Ser resiliente es ser capaz de remontar cualquier circunstancia que pretenda tumbarte boca abajo y con las manos atadas. Las personas resilientes, se levantan una y otra vez, en su vocabulario no existe la palabra rendirse por lo que, apenas recuperan fuerzas, vuelven a la lucha.

Es una característica que se plantea como una cualidad positiva de las personas. Pero hoy que me dio por pensar en ella, afirmo que hay que saber manejarla para que no revierta en nuestra contra. La persona resiliente, se acostumbra a serlo y aunque esa característica le puede dar seguridad en sí misma y autoconfianza en que será capaz de salir de cualquier circunstancia complicada de la vida también le puede hacer caer en un tobogán de asunción de riesgos elevados o incluso tender a asumir la responsabilidad de resolver los problemas de los demás para evitarles sufrimientos. Esa es la actitud más peligrosa que puede afectar al resiliente. El tipo de respuesta, estilo “no te preocupes, yo lo arreglo”.

Ya tenemos la primera razón que explica la “peligrosidad” de la resiliencia, y procede de nosotros mismos, por lo que no podemos echarle la culpa a otros del daño que nos haga. La segunda razón tiene origen externo y consiste en la imagen que los otros tienen del resiliente: el resiliente todo lo puede, al resiliente no le da miedo nada, el resiliente todo lo resiste y supera, al resiliente las cosas le cuestan menos que a los demás.

¡Pues NO! Al resiliente, las heridas le duelen tanto o más que a los demás, simplemente es de las personas que, como cualquier mamífero abandonado, se lame las heridas, espera unos días a que se curen y vuelve a caminar. Al resiliente, lo que le ocurre es que nunca espera que nadie le resuelva la papeleta que le ha tocado; se la come, la digiere mejor o peor y la expulsa cuando puede, para seguir adelante sin tanta carga negativa.

¡Eso es lo que le ocurre al resiliente!

Entonces, ¿qué hacemos? ¿trabajamos para ser resilientes o nos hacemos dependientes?

Lo lógico sería contestar que todos debemos trabajarnos la cualidad de resiliencia. En principio, sería genial que todos los miembros de una sociedad fueran resilientes. Lo que ocurre es que aparte de factores de personalidad del individuo y de educación, la resiliencia también se ve afectada por factores externos, no siempre controlables, ni previsibles, por lo que sería muy difícil conseguir esa sociedad ideal. Una resiliencia generalizada, daría una sociedad adaptativa, más productiva y sobre todo creativa.

Así que, para concluir este breve artículo, mientras esperamos una sociedad resiliente, el individuo que así se considere, deberá aprender a protegerse de sobrecargas que lo puedan agotar, teniendo en cuenta estos breves consejos:

  • No asumas tareas que no sean de tu responsabilidad.
  • No pretendas solucionar todos los problemas que tienen otros (ayudar no equivale a solucionar, en este caso debería ser facilitar que el otro solucione).
  • No le grites al mundo que eres resiliente, ni expliques a cualquiera todas las circunstancias por las que has tenido que transitar para llegar a ser quién eres hoy en día.
  • Si muestras alguna de tus armas, recuerda que cada persona tiene que buscar las suyas propias y que son personales e intransferibles.
  • Nunca muestres toda tu capacidad de adaptación y superación de situaciones o descubrirás con qué facilidad, personas tóxicas (por malas o por envidiosas) quieren ponerte a prueba, haciéndote pasar malos ratos.

A partir de ahí, vive tu vida como puedas, alegrándote discretamente de tu capacidad de resiliencia.

M.J. Alfonso