El misterio de las cabañas del pinar de Cumbre Vieja, en La Palma

El director del MAB, Jorge Pais, delante de varias de las cabañas rehabilitadas en 2019, a las que se colocaron una cubierta vegetal

Luis Socorro

3

Después de ocho kilómetros de subida rumbo al centro de visitantes  del parque natural Cumbre Vieja, el bosque de pinos apenas deja ver el cielo. Al superar una curva de izquierda, surge de súbito un sorprendente conjunto de 83 cabañas circulares de muros de piedras y techos de madera cubiertos de pinocha, ahora también de la ceniza del Tajogaite, el volcán que sacudió la vida a los habitantes del Valle de Aridane el pasado 19 de septiembre de 2021. Sorprendente porque no esperas descubrir un poblado a 1.400 metros sobre el nivel del mar, un lugar frío, sin fuente de agua próxima y sin tierras de cultivo. ¿Quién habitó las cabañas? ¿Son de factura prehispánica o posteriores a la Conquista? ¿Por qué no hay ninguna referencia escrita? ¿Por qué se abandonaron? Es un misterio. Lo que no admite interrogantes es el valor histórico y etnográfico del poblado del Barranco de las Ovejas. Por eso, el Cabildo de La Palma ha incoado un expediente para que se declare Bien de Interés Cultural (BIC), condición que ha puesto el Ministerio de Cultura para financiar la creación de un  parque arqueológico y etnográfico. Esta semana se ha iniciado el levantamiento topográfico.

Felipe Jorge Pais, director del Museo Arqueológico Benahoarita (MAB) y jefe de sección de Patrimonio Histórico y Arqueológico del Cabildo Insular, es el principal impulsor para rescatar del olvido este singular conjunto sin paragón en otro isla del archipiélago canario. El arqueólogo está convencido de que “los benahoaritas –nombre que se da a los aborígenes de La Palma- habitaron este poblado, como prueban un conjunto de cuevas que fueron habitadas por los aborígenes, a solo cien metros del poblado, y los restos de cerámica indígena encontrados en una excavación realizada en 2010”. No descarta Pais que después de la Conquista se hicieran más cabañas “y fueran reutilizadas en época histórica”. La hipótesis que baraja este especialista es que “se trata de un asentamiento estacional, utilizada para la explotación de los helechos, con cuyas raíces, en época de sequía, se elaboraba el gofio, antes y después de la Conquista”. El gofio es una harina de cereales de origen guanche muy común en la actual gastronomía de Canarias. 

Para determinar si estas cabañas son de factura indígena o no, hay que realizar más investigaciones y, para ello, “es clave una excavación arqueológica que afecte a todo el conjunto”, apunta Pais. Hasta ahora, solo se han realizado sólo dos intervenciones: una planimetría y una inspección ocular en 2001, en la que no encontró ninguna prueba que indicara de que se tratan de construcciones prehispánicas, y una excavación en julio de 2010, dirigida por el arqueólogo Juan Francisco Navarro Mederos, una figura respetada por la comunidad científica de Canarias. 

Navarro Mederos no tiene ninguna duda sobre el origen de estas cabañas. “El poblado no es anterior al siglo XVIII y tuvo su periodo álgido en el XIX. En el siglo siguiente se reutilizaron algunas cabañas y fueron construidos los corrales. No se confirmó la ocupación aborigen de este lugar, aunque sí existe constancia de algunas covachas cercanas. Nuestra interpretación es que este gran poblado albergaba numerosas personas a final de los veranos, con el objetivo de cavar raíz de helecho”. 

En los siete sondeos realizados en otras tantas cabañas en 2010, los arqueólogos encontraron numerosos fragmentos de cerámica histórica, de los siglos citados, pero también, en una de las estructuras, unos trozos de indudable factura aborigen. Preguntado por Canarias Ahora-elDiario.es sobre la posible contradicción al afirmar que el yacimiento es del periodo histórico pero encontró material aborigen, Juan Francisco Navarro disipa las dudas. “Estas piezas fueron enterradas allí deliberadamente; cuando excavamos, se notaba que se hizo un agujero y se enterraron los fragmentos”. Es más, agrega el investigador, “sabemos perfectamente quién las enterró y terminó confesando” .

Pan de helecho

María Victoria Hernández, cronista de Los Llanos de Aridane y exconsejera de Cultura del Cabildo de La Palma, considera “una temeridad calificar de aborigen estas cabañas”. Aunque no hay ninguna referencia escrita que hable específicamente de estas cabañas en el bosque de Cumbre Vieja –antaño era de fayas, brezos y amagante, hoy cubierto de pinos de repoblación de los años 50 y 60 del siglo pasado-, “sí hay documentos del siglo XVI que citan el uso de las helecheras como dote o como moneda de cambio”. El primer relato descriptivo, añade Hernández, “que conocemos de la utilización de las raíces de helecheras para hacer harina y consecuente alimento en forma de pan o bollos lo aporta el palmero Antonio Lemos Smalley (1788-1867)”.

Lemos escribió en 1846 lo siguiente: “El helecho de que hacen el pan lo cavan en los montes a larga distancia de sus pueblos, donde van en ranchos o caravanas, y están treinta o cuarenta días comiendo frutas solas y durmiendo en chozas, vienen los sábados a mitad del camino con sus haces al hombro, o a la cabeza, y allí van a descargarlos y llevarles de comer el resto de las familias quedadas  en las casas; y cuando vienen de retirada causa compasión verlos tan negros de la tierra y tan cargados, pero alegres, dando ajijides y cantando”. Este documento, puntualiza la cronista, “habla de chozas en las que dormían los cavadores de helechos”, pero se refiere a El Bailadero, en el norte de la Isla.

El arqueólogo Juan Francisco Navarro, en el informe de la excavación de 2010, alude a otras referencias documentales. Estas tampoco citan concretamente a las cabañas, pero sí a un litigio entre cavadores de helechos con un agricultor: “En el archivo municipal de El Paso –municipio en el que se encuentra el poblado- existe documentación de fines del siglo XIX, en la que vecinos de la localidad se quejan de que unos agricultores habían roturado y sembrado papas en unos llanos en el monte donde ellos cavaban el helecho”. No sabe Navarro el lugar exacto, “pero es en el entorno del yacimiento”, señala el investigador. Al respecto, Pedro Bonoso González, historiador palmero de la Universidad de La Laguna, ha contado a esta redacción que “el ayuntamiento de El Paso, en 1870, levantó acta para proteger las zonas de explotación de los helechos”. 

El resultado de la única investigación arqueológica realizada hasta ahora es concluyente. “Todo el material excavado”, señala Navarro Mederos, “debe adscribirse al siglo XIX y primera mitad del XX, pudiéndose remontar algunas evidencias como máximo al siglo XVIII, pero no existen pruebas de una ocupación de las cabañas anterior a esas fechas. Se pueden distinguir dos periodos de ocupación con una función probablemente diferenciada: el primero, asociado a la construcción y uso de las cabañas, que quizás comenzaron a erigirse en el siglo XVIII, pero que con seguridad estuvieron en uso a lo largo del siglo XIX y principio del XX. El otro periodo corresponde aproximadamente al segundo tercio del siglo XX, en el que se construyeron los corrales y una casa cuadrangular”, situada en un extremo del yacimiento.

Sea o no un asentamiento indígena, los responsables y técnicos en patrimonio histórico de La Palma y del Ministerio de Cultura coinciden en la necesidad de preservar este legado cuanto menos etnográfico. De hecho, la propuesta del Cabildo –gobierno insular de La Palma- para declararlo BIC es en la categoría de Sitio Etnográfico. Para Navarro Mederos, “estamos ante un yacimiento muy interesante y único en Canarias” y por ello aplaude el proyecto  que el Ministerio de Cultura ha prometido financiar, tras la visita realizada a La Palma por el ministro Miquel Iceta y la visita posterior de varios de sus directores generales, que mantuvieron reuniones con los responsables políticos y técnicos del Cabildo palmero.

La última intervención realizada fue en 2019. Se rehabilitaron los muros de varias chozas y a cuatro de ellas se les colocó una techumbre vegetal. Dos de las estructuras no soportaron el peso de las cenizas del volcán que entró en erupción dos años después. Debido al Tajogaite, ahora llegará la inversión prometida por el Gobierno central para convertir este poblado de 83 estructuras, entre cabañas y algunos corrales, en un parque arqueológico y etnográfico.

Parque etnográfico

Los trabajos para que el proyecto se convierta en realidad ya están en marcha. El pasado martes 7 de marzo, bajo la dirección de una arquitecta, dos técnicos empezaron a realizar el levantamiento topográfico, bajo la atenta mirada del director del MAB. “Una vez que la comisión de Patrimonio Histórico del Cabildo ha incoado el expediente de Bien de Interés Cultural (BIC) como Sitio Etnográfico, tal como exige el Ministerio de Cultura para acceder a las ayudas, ahora estamos ultimando el proyecto que presentaremos al Ministerio después de Semana Santa”, aclara Felipe Jorge Pais. El objetivo  es “construir un centro de visitantes, habilitar varios senderos, crear unos miradores de bajo impacto paisajístico, una protección efectiva con el vallado perimetral del yacimiento y naturalmente limpiarlo de las cenizas del volcán”.

La actuación no está presupuestada, pero será de al menos 750.000 euros porque es la inversión mínima de las subvenciones que oferta el ministerio que dirige Miquel Iceta, dentro de su programa de ayudas para la recuperación y conservación del patrimonio histórico. Lo que no contempla este tipo de subvenciones son inversiones en excavaciones arqueológicas. “La haremos”, aclara Pais, “con fondos propios del Cabildo o del Gobierno de Canarias”. Se excavará “un conjunto de cuevas, con una estratigrafía de varios siglos, que se encuentra a solo cien metros del poblado”. Por ello, el arqueólogo no descarta que el origen del poblado fuera prehispánico. Recuerda que a solo 400 metros de poblado, erupcionó, en 1470, el volcán Montaña Quemada. “Es probable que sus lavas sepultaran restos benahoaritas”.

De lo que no hay duda, es que el actual poblado de cabañas históricas está, en palabras de Pais, en un “paraje mágico”, a 300 metros del área recreativa El Pilar, en el que se encuentra el centro de interpretación del parque natural de Cumbre Vieja y el comienzo de la ruta de los volcanes, un sendero de unos 18 kilómetros de longitud que llega hasta el sur de la Isla. “Su estado de conservación, su ubicación y el hecho de que sea único en Canarias son argumentos”, sentencia el arqueólogo Jorge Pais, “más que suficientes para crear este parque arqueológico y etnográfico”.

Etiquetas
stats