El centro logístico para África estorba al frente marítimo
La Autoridad Portuaria de Las Palmas puede haber enterrado un millón de euros de inversión en naves y almacenes en el muelle de Sanapú del Puerto de La Luz.
La capital grancanaria fue elegida hace años como centro logístico de reparto de ayuda humanitaria para África Occidental, pero la anterior cúpula dirigente de Puertos de Las Palmas no acertó con la ubicación idónea de la infraestructura, a la vista de las nuevas ideas lanzadas por el nuevo grupo de gobierno municipal del PP.
Así se entiende ahora que el alcalde de la capital grancanaria, Juan José Cardona, pretende recuperar algunas ideas urbanísticas de la fallida Gran Marina de Pepa Luzardo (2003-2007), actuaciones aún por definir que han encontrado cierto eco también en el actual Consejo de Administración de Puertos de Las Palmas, presidido por Luis Ibarra, dispuesto a reactivar la vieja aspiración de desarrollar en el planeamiento una interconexión mayor entre la actividad portuaria y la vida económica al otro lado de la valla.
La idea clave de Cardona, que pretende recabar financiación del futuro ministro de Fomento, es soterrar la Avenida Marítima por medio del próximo convenio de carreteras Canarias-Estado, pero también alcanzar un consenso general de actuaciones blandas en las que cabrían, a bote pronto, un acuario, atraques para superyates, reparaciones navales para este tipo de embarcaciones, museos marítimos, una lonja de pescado...
Todo está por definir, incluida una primera ficha financiera en plena crisis mundial. Sin embargo, todo desarrollo urbanístico tendente a unir puerto y ciudad, “abrir la ciudad al mar” según Cardona, tropieza con las naves y almacenes instalados escasos metros más adelante frente al Centro Comercial El Muelle, en la entrada al recinto portuario.
Javier Sánchez-Simón, ex presidente responsable de la ubicación de esa infraestructura de ayuda humanitaria a África, defiende a capa y espada la elección tomada bajo su responsabilidad. “¿Un millón de euros para nada? El problema de este ayuntamiento, no ahora sino de siempre, es que tiene muy buenas ideas y ninguna acción”, asegura.
“Ahí no se ha alterado nada. No se había aprobado nada [en referencia a la ilegalidad de La Gran Marina]. Eran unas naves viejas, con unas cocheras y una carroza de Carnaval. Fue la mejor opción”, dice el ex presidente portuario, convencido de haber acertado con “la única posibilidad que había en un planeamiento suspendido y que además genera una actividad de 800 millones”. Otra cosa, a su juicio, es que se quiera acabar con esa actividad y que “las organizaciones internacionales se fijen en otros puertos”.
La reubicación de los almacenes de Cruz Roja y Media Luna Roja, así como del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, es factible a medio plazo. Incluso el alcalde Cardona entiende que el coste invertido y de su traslado a otra zona del Puerto es una cuestión de menor importancia ante la envergadura de un proyecto a diez años vista. Desde la Autoridad Portuaria se apunta que incluso la zona franca del recinto debió ser el área original elegida, en previsión de futuros proyectos como los ahora planteados.
“Aquello iba a quedarse sin actividad al perderse la posibilidad de La Gran Marina”, dice Cardona. “Fue una oportunidad perdida que ha llegado el momento de redefinir con el máximo consenso”, aboga el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. Sánchez-Simón va más allá y se lamenta de que LPGC quiera “estar en permanente construcción, cada cinco años redescubriéndose, además cada metro que se quita a la actividad portuaria hay que construirlo porque el Puerto está copado y cada kilómetro de muelle cuesta 60 millones”.
En todo caso, el ex presidente comparte la idea de ejecutar pequeñas actuaciones blandas dentro del recinto, pero sin restar un ápice de operatividad portuaria y “analizando a fondo el baremo coste-beneficio que se gane o se pierda en cada metro de muelle”.
“Tardamos mucho en convencer a estas organizaciones internacionales para instalarse en el Puerto y con una reubicación se puede perder todo. Hay que ser especialmente cuidadosos, salvo que se quiera abandonar el proyecto”, dice Sánchez-Simón.
Lo cierto es que cualquier actuación que se decida, para mañana o dentro de diez años, con la idea de interconectar la ciudad con el puerto, pasa irremediablemente por tirar esos almacenes y encontrarles una nueva ubicación. No tiene ningún sentido soterrar la Avenida Marítima para que el área libre que quede en la superficie se tropiece, de golpe y porrazo, con la valla del Puerto y unas naves de almacenaje.