Residencias de mayores: cuanto más grandes, más letal es el virus

Tenerife es uno de los puntos de España con mayor incidencia de casos de coronavirus en las últimas semanas y sus residencia de mayores no han escapado de esta ola de contagios. El mayor brote que sufre la isla se ha localizado en la macrorresidencia Fundación Santa Rita, en Puerto de La Cruz, con capacidad para 712 usuarios y 419 profesionales. En este centro se han contagiado 241 personas y esta semana se ha realizado un segundo cribado. En este establecimiento, que ha sido intervenido por la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, han fallecido siete usuarios por el virus. No es el único brote sufrido en un centro sociosanitario, pero la incidencia sí ha sido desigual en cada uno de ellos. El tamaño de la residencia, según ha expuesto el presidente de la asociación de directores y gerentes en servicios sociales, José Manuel Ramírez, sí importa porque, a priori, a mayor extensión del centro, más letal es el virus. No obstante, apunta que para explicarlo desde la evidencia científica habría que hacer un estudio pormenorizado que hasta ahora no se ha realizado en España. 

Aunque no existe el riesgo cero, durante la primera ola de la pandemia el Archipiélago contuvo el virus en sus residencias. Hasta agosto, se produjeron en estos centros sociosanitarios de Canarias 19 fallecimientos. Esta segunda ola, es decir, a partir de septiembre, la enfermedad está atacando con mayor fuerza al contabilizarse 28 fallecimientos y alcanzar así las 46 muertes por COVID entre estas personas mayores, que suponen un total de 7.042 usuarios en residencias públicas y privadas canarias. La cifra de fallecidos en residencias representa además el 13% del total de muertes por esta enfermedad en el Archipiélago (370). 

Últimos brotes detectados

A mediados de noviembre se producía un brote de coronavirus en el centro de mayores privado El Mirador de Ifara, con capacidad para cien personas. El brote se inició después de que cuatro residentes y dos trabajadores presentaran síntomas. Tras hacer un cribado del centro por parte del Servicio Canario de la Salud se detectaron los contagios de hasta 18 residentes y 6 trabajadores. Tres personas han fallecido como consecuencia de este brote. 

Por las mismas fechas, otro brote en una residencia volvía a preocupar a la isla. Se trataba de un centro mucho más pequeño, con apenas capacidad para 24 usuarios. Por las características del centro, se llegó a calificar de “inexplicable” la propagación de este brote por parte de la viceconsejera de Derechos Sociales, Gemma Martínez. La residencia tuvo que ser intervenida por Sanidad ya que todos los trabajadores (13) encargados de atender a los residentes dieron positivo en COVID-19, por lo que tuvieron que cumplir la cuarentena correspondiente. En este brote murieron cinco personas. 

La macrorresidencia de Santa Rita, que también sufrió un brote de contagios en la primera ola de la pandemia y dos fallecimientos en mayo, fue intervenida a principios de diciembre después de que se detectara este segundo brote y el sindicato UGT denunciara ante la Inspección de Trabajo que no se estaban cumpliendo los protocolos establecidos, como la falta de mascarillas FFP2 para la plantilla, o el hecho de que empleados que aún nos disponían del resultado de la PCR tuvieran que acudir a su puesto de trabajo. Actualmente, los afectados son 202 son residentes y 39 trabajadores y 20 personas se encuentran en ingreso hospitalario. En el brote que afecta a este complejo han fallecido siete personas. 

El último de los brotes constatados en este mismo mes en una residencia se produjo en El Sauzal, en el centro de mayores de Cataleya. La Consejería de Sanidad informaba el pasado 10 de diciembre de que sus 32 residentes y 11 trabajadores se encontraban afectados por los contagios. Según explicaba entonces, los usuarios, todos ellos positivos asintomáticos, continuaban residiendo en el centro y matizaban que se trata de personas con alta vulnerabilidad al ser dependientes para sus actividades diarias y padecer múltiples patologías. Por ello, y porque su propio personal se encontraba en cuarentena, el centro tuvo que ser intervenido por el Hospital Universitario de Canarias (HUC). Dos días después, diez residentes tuvieron que ser trasladados al hospital. Asociados a este brote han fallecido dos personas. 

Es importante que el médico de cabecera del centro de salud al que esté adscrita la residencia realice un control frecuente de sus pacientes

Protocolo y modelo de residencias

Canarias cuenta con 133 residencias y 7.042 usuarios. En las públicas, hay un total de 2.586 usuarios y en las privadas 4.456. La mayoría de estos centros se encuentran en Tenerife (63), donde el 90% son de carácter privado. La gran mayoría cuenta con menos de cien plazas, incluso de 50, por lo que la Fundación Santa Rita resulta una excepción y un modelo que se aleja de la residencia del futuro. No obstante, pese a que el tamaño de la residencia es clave, existen otras cuestiones primordiales a la hora de detener la expansión del virus. Para el director de la Asociación de Gerentes y Directores en Servicios Sociales hay una serie de medidas que deben primar. La primera de ellas es que los centros deben estar monitorizados, de manera que se permita realizar un plan de alerta temprana. La segunda es que estén sectorializados, ya que el impacto del virus es menor si el personal no se mezcla entre sí y las zonas se encuentran divididas con circuitos. 

José Manuel Ramírez apunta que es importante que el médico de cabecera del centro de salud al que esté adscrita la residencia realice un control frecuente de sus pacientes, aunque la residencia pueda disponer de su propio personal sanitario. Además, insiste en la importancia de contar con centros de drenaje, es decir, “corredores seguros para hacer aislamiento de personas que no tienen síntomas graves”. De hecho, afirma que “de la primera ola aprendimos que el aislamiento mata” y agrega que también habría que preguntarse si las residencias donde se han producido contagios cuentan con habitaciones individuales o no. 

La viceconsejera de Derechos Sociales de Canarias, Gemma Martínez, ha explicado en otras ocasiones a este periódico que para contener el virus se ha realizado un seguimiento diario, de manera que en su departamento reciben informes de todas las residencias (públicas y privadas). Desde el 10 de marzo ha recordado que se solicitó a cada uno de los centros que comunicaran de manera puntual todas las incidencias relacionadas con la COVID-19. Así mismo, apunta que ha sido clave la orden publicada en mayo de este año en el BOC en la que se detalla qué hacer en caso de que una persona esté contagiada, cómo debe ser el protocolo de visitas y se expresa que debe producirse una colaboración y seguimiento de los Centros de salud de Atención Primaria. 

“Nuestros ancianos no van a morir de COVID, van a morir marchitados porque están perdiendo de su proyecto vital la dignidad y la autonomía”

¿Hacia dónde debe caminar la residencia del futuro?

El portavoz de la asociación de directores y gerentes de servicios sociales insiste en que no es el momento de debatir el modelo de residencias porque este país “no va a perdonar lo que estamos haciendo con las personas mayores”. Señala que algunos  medios de comunicación están realizando una criminalización de estos centros de servicios sociales. “La angustia que están viviendo las personas que viven en las residencias y los familiares de las personas mayores a través de la opinión pública es una catástrofe en cuanto a ansiedad y frustración”. Se trata de una realidad que ha sido relatada esta semana en un acto organizado por esta asociación en el que participó el presidente de la asociación catalana de directores de residencias (ASCAD), Andrés Rueda, que recordó precisamente el miedo y la incertidumbre que han vivido los profesionales de las residencias en esta pandemia. 

“Nuestros ancianos no van a morir de COVID, van a morir marchitados porque están perdiendo de su proyecto vital la dignidad y la autonomía”, apunta el presidente de la asociación de directores y gerentes en servicios sociales. No obstante, José Manuel Ramírez sí añade que, una vez que pase la pandemia, sí que habrá que realizar una reflexión. El primer punto que afirma que deben respetar estos centros del futuro es el de respetar el proyecto vital; es decir, la individualidad, ya que las residencias “no son hospitales, sino centros para convivir”. Así mismo, recalca que se debe garantizar la gestión sanitaria desde el sistema de salud público. “Medicalizar las residencias es perverso”, insiste, “eso era la antigua beneficencia”. Estos centros también deben estar sectorializados por unidades de convivencia. 

Defiende que las residencias deben estar centradas en la persona, contar con profesionales de referencia y deben incluir un protocolo para la soledad ya que hay personas que están solas y no tienen visitas ni los fines de semana, período en el que quedan sin actividades. Por último, Ramírez subraya la importancia de incorporar la investigación y el desarrollo en estos centros. Por ejemplo, explica que una de las rutinas de las personas que viven en residencias es la de saber qué van a comer, algo que no ocurre con quienes no disponen de dentadura. Las impresoras 3D podrían convertirse en herramientas con las que diseñar la forma de la comida para estas personas que solo pueden ingerir puré. Así, con esa tecnología se podría diseñar pollo, pescado, zanahoria… aunque el interior cuente con puré, pero serviría de mecanismo para engañar al cerebro. Se trata solo de una de las ideas que se podrían aplicar para mejorar la calidad de vida de las personas mayores. 

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