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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Aplausos a Soria y nuevas revelaciones filosóficas de Clavijo

Asier Antona, María Dolores de Cospedal y José Manuel Soria, avanzan al ritmo de los aplausos de miembros del PP de Canarias.

Carlos Sosa

Aplausos y lisonjas. José Manuel Soria fue despedido el viernes pasado por sus compañeros del Partido Popular de Canarias como si se tratara de un veterano que pasa a la situación de jubilado con la satisfacción del deber cumplido y con el agradecimiento unánime de la dirigencia y de las masas por los servicios prestados. En tan solo una semana, sus compañeros y compañeras de partido olvidaron el bochorno nacional que supuso ver a su líder carismático, a su Gran Timonel, al indiscutible pastor mintiendo tres veces consecutivas sobre su aparición en los papeles de Panamá, primero, y luego en unas empresas opacas en Bahamas y Jersey. Y alguna de ellas cuando ya era alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. Nadie pidió al PP canario que humillara públicamente a quien fuera su presidente; nadie quiso nunca que su marcha de la política fuera acompañada de un desprecio colectivo. No era preciso, ya se había humillado él solito. Pero de ahí a tributarle un homenaje –un primer homenaje, que estos son capaces de hacerle más- va un trecho muy amplio. Quizás pudiera ser que todavía en el partido en Canarias se mantenga el terror a afear algo a su excelencia, no sea que resucite cualquier día de estos entre los muertos. Quizá el agradecimiento de los presentes en aquella tenida responda al hecho innegable de que los hizo a todos ellos hecho tocar la gloria, aunque solo fuera de manera tangencial y/o en diferido. O quizás sea que en los estatutos del partido, de obligado cumplimiento, existe una cláusula según la cual el afiliado ha de creer siempre a pie juntillas lo que emana de la dirigencia, aunque lo que emane sea la teoría de que los burros vuelan y hay que creer en ellos. Una cláusula que explicaría que sigan votando a las mismas siglas aunque caigan rayos y centellas de los cielos. A Soria, como decíamos, lo despidieron con cerrada ovación y alabanzas de la dirigencia, congregada en torno a María Dolores de Cospedal, la misma que en los pasillos del Congreso, días antes de la sonora renuncia, le abroncara por estar pisando como elefante en cacharrería todas las flores posibles del jardín. Lo llaman agradecimiento, que rima con sometimiento.

 

 

Falta de memoria

Los fastos de despedida podían haberse quedado ahí: “ojos que te vieron dir por esos mares pa fuera”, como reza la copla. Pero no, el nuevo presidente regional del PP canario, Asier Antona, que empieza su periplo con una reprimida contestación interna, sin el carisma y sin la autoridad (orgánica y militar) de su antecesor, prefirió que este domingo continuara la comedia: Soria no mintió, sencillamente se olvidó de su pasado offshore, de que heredó la empresa opaca de su padre, que no se acordaba de aquellas aventuras allende los mares, y que en todo caso nunca tuvieron coincidencia temporal con su etapa al frente de instituciones públicas. Demasiado atrevimiento junto el del nuevo presidente del PP canario (obsérvese lo que cuesta llamarle “líder”). Lo ha manifestado Antona en la entrevista que le publicaron los dos periódicos de Prensa Ibérica (La Provincia y La Opinión de Tenerife), en la que puede considerarse su primera declaración pública de intenciones. Buenas intenciones, como corresponde a quien acaba de llegar con un pasado limpio, no sin ciertas incursiones en la ingenuidad. “¿Considera inmoral que un político tenga empresas en paraísos fiscales?”, le preguntan; y contesta: “Claro que me parece inmoral, pero si se refiere a José Manuel Soria él no tiene empresas en paraísos fiscales”. Cerró el círculo perfecto del que pone las dos manos en el fuego por su ex presidente. Porque si está tan seguro de que Soria no mintió, de que sólo se olvidó, y además opina que tener negocios ocultos en el exterior es condenable (aunque solo sea moralmente), ¿quién le garantiza de que no se extendieron por más tiempo del conocido o que, en un caso extremo, continúen hasta la fecha?

 

No conocen bien a Soria

Cualquier dirigente del PP que haya formado parte del círculo más cercano a Soria relata con amplia coincidencia que el ex ministro, ex presidente y ex diputado siempre supo preservar de manera estricta los aspectos más personales y privados de su vida. Jamás se supo, por ejemplo, cuál era el motivo de sus frecuentes viajes a Londres de su etapa de alcalde. “Creíamos que iba a visitar viejas amistades de su etapa allí”, responden a la vista de la aparición de UK Lines y Ocean Lines, con sede en la capital británica y su paraíso fiscal de Jersey, respectivamente. Nunca hubo la menor confidencia ni la menor insinuación, a pesar de que confiesen que algunos de sus más estrechos colaboradores despertaron la sospecha de los allegados por su facilidad para los negocios y las trapisondas paralelas a las instituciones. Soria era una tumba. Y lo sigue siendo ahora. Su estrategia de negar que él tuviera empresas opacas fuera de España alegando en primer lugar que ese José Manuel Soria debía ser otro, luego afirmando rotundamente que ni él ni nadie de su familia mantuvo jamás negocios de esa índole... no era más que el intento inútil de poner diques preventivos que se vinieron abajo con la avalancha de noticias que lo dejaban como un mentiroso. Pero, ¿dimitió realmente por mentiroso, por una mala gestión de la crisis desatada a raíz de los papeles de Panamá? Evidentemente, no. Y el cierre de filas de sus compañeros de partido en torno a esta tesis solo puede explicarse por dos razones: 1) se acabó José Manuel Soria, pasemos página y 2) no conocen a José Manuel Soria. La primera es una buena razón política que impide que la opinión pública vuelva a acordarse de él para lo malo; la segunda es una razón de peso para no poner las manos en el fuego por él. Confirmado que hasta ahora la mentira no le había hecho ningún daño político y que creyó que jugando en la Champion de la política nacional las mentiras le iban a volver a catapultar, avancemos en la que puede ser la verdadera razón de la dimisión de Soria: apartándose de todos sus cargos públicos y orgánicos trata de impedir que la investigación continúe, que cese el remover de registros mercantiles y de despachos de influencias, que no exista el menor deseo de ningún periodista o inspector fiscal por escarbar en su pasado o en su presente empresarial. Resulta como mínimo aventurado, dados los antecedentes de mentiras y engaños que han poblado la trayectoria política de Soria, que alguien declare públicamente que no tiene ninguna empresa, ningún negocio, ninguna cuenta en el exterior. Del mismo modo que resulta aventurado creer que no haya periodistas que sigan buscando. En la Champion y en tercera regional.

 

La factoría filosófica de Clavijo

Mientras Soria saborea las mieles de su primera redención (pronto serán los empresarios los que le tributen un sentido homenaje de reconocimiento y gratitud), su compadre en Canarias, Fernando Clavijo, sigue nutriendo brillantemente los manuales de filosofía occidental. El alcalde-presidente es una fuente inagotable de reflexiones públicas que dejan al respetable con los ojos a cuadros y sumido en un estado de agónico de complejo intelectual: “¿Cómo coño no se me había ocurrido antes?” es la frase más oída a la salida de los foros y encuentros en los que participa Fernando Clavijo. En tan solo una semana, Clavijo ha conseguido conmover los cimientos del pensamiento moderno al proferir dos afirmaciones tajantes, a saber: “Los jóvenes no son el futuro, son el presente” y “Las personas que no se presentan a las elecciones son más propensas a la corrupción”. (El lector debe, en estos sugerentes momentos, guardar un minuto de silenciosa reflexión antes de continuar). Recapitulemos: “Los jóvenes no son el futuro, son el presente” y “Las personas que no se presentan a las elecciones son más propensas a la corrupción”. Tremendo, oye, ¿cómo coño no se nos había ocurrido antes? La primera reflexión la lanzó con motivo de un acto público ante medio centenar de jóvenes, a los que aleccionó para que formen parte del cambio político y económico en Canarias que, como todo el mundo sabe, vendrá inexorablemente de la mano de los 160 millones anuales del IGTE. Resulta emocionante escuchar esas palabras de un presidente que no piensa recuperar para algo tan directamente vinculado a la juventud como es la inversión educativa, gravemente menguada por estos años de recortes promulgados desde Madrid por sus amigos del PP. Porque ese maná del IGTE no se meterá en los presupuestos para esos menesteres, sino para inversiones dedicadas a ganar el favor de los alcaldes y presidentes de cabildos que le prometan relanzar Coalición Canaria. Cuando llegue, si es que llega, porque sigue sin llegar.

 

Todo el mundo, potencialmente corrupto

La segunda reflexión filosófica del alcalde-presidente tiene también mucha enjundia. Afirmar que los que no se presentan a las elecciones son más propensos a la corrupción (cosa que tampoco se le había ocurrido a nadie hasta ahora) es tanto como meter en la sospecha a los miles de personas que jamás han tenido la misma vocación de servicio por él manifestada. Es decir, la inmensa mayoría de la sociedad. Empezando por los funcionarios, claro está, porque es en el entorno de los presupuestos públicos donde debemos situar el primer círculo de corrupción. Al fin y al cabo tienen formación y competencia para elaborar informes en uno u otro sentido; respaldar o no las decisiones políticas de sus superiores institucionales; inclinar la balanza de un lado o del otro en conflictos que en cualquier administración se tornan permanentes. Luego podemos hablar de los jueces, claro, colectivo del que han salido contadas personas hacia las urnas. Son más propensos a la corrupción que cualquier concejal, según las tesis de nuestro amado alcalde-presidente. Un juez o jueza tiene en sus manos habitualmente muchas decisiones que pueden torcer la vida de una persona o el futuro de una empresa y de sus accionistas. Es un corrupto en potencia si jamás se ha presentado a las elecciones, lo que destroza por completo las tesis de los que sostienen que no pueden regresar a la judicatura una vez acabada su incursión en la política, y por supuesto el principio básico de la independencia judicial y el juramento o promesa por el que sus miembros se adhieren al oficio. Así podríamos continuar con el director de instituto, el médico del Servicio Canario de Salud, el cirujano, el jefe del negociado de cementerios del Ayuntamiento de Firgas, el peón caminero… y continuar con el repartidor del agua de Teror, el frutero o frutera, el abogado, el periodista, el maestro fresador… Todos más propensos que un alcalde o un concejal, a los que el señor Clavijo, convencido de que son más íntegros, pretende ahora otorgarles más prerrogativas –para muchos, más tentaciones- a través de la Ley del Suelo en tramitación. Podía haber defendido la integridad de los que se presentan a las elecciones sin necesidad de condenar al resto a la sospecha. Pero eso no es nada filosófico.

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