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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Un revolcón

Pedro Quevedo y Sebastián Franquis comparecen tras los resultados de las elecciones Generales

Carlos Sosa

Parecía todo escrito, pero desde este domingo está todo por escribir en la política española, con sus correspondientes consecuencias en la canaria. La insuficiente victoria del Partido Popular, la caída del PSOE, la fuerte irrupción de Podemos y el desinfle de última hora de Ciudadanos, ha dibujado un panorama de gobernabilidad imposible de concretar con las urnas aún calientes. El confuso anuncio de Ciudadanos de que no hará presidente ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez, al tiempo que su líder, Albert Rivera, ponía condiciones al presidente en funciones para un hipotético acuerdo, no permite a estas alturas dar nada por sentado. El batacazo socialista eliminaría cualquier posibilidad de una “gran coalición” con el Partido Popular que encaminaría al PSOE los próximos cuatro años a los infiernos del PASOK griego, pero nada es imposible, y menos ante las presiones internacionales que la misma noche del domingo empezaron a insinuarse. No debe Pedro Sánchez cerrarse a la posibilidad de tantear un acuerdo de izquierdas con Podemos, Izquierda Unida y otras formaciones minoritarias (incluidas las independentistas) porque lo contrario, quedarse en tierra de nadie con tan pésimos resultados, los peores en la historia socialista, podría colocarle al borde de una gestora. Todo está por decidir a partir de este lunes, pero será Mariano Rajoy el que mueva ficha en primer lugar.

Soria y la Fiscalía se estrellan

En Canarias se ha producido también una buena sacudida política. El Partido Popular de José Manuel Soria ha vuelto a ganar las elecciones pero con una pérdida de apoyos ciertamente notable: ha dejado por el camino más de 165.000 votos y cuatro escaños, con un significativo descenso en la provincia de Las Palmas, feudo del ministro, donde pierde 100.000 votos, nada menos. Y una humillante derrota a manos de Podemos en Las Palmas de Gran Canaria. Podemos, además, pasa a ser primera fuerza en Lanzarote y en Fuerteventura, escenario de las también derrotadas prospecciones de Repsol a pesar del esfuerzo propagandístico desplegado por el PP estos tres últimos meses con dinero de La Caixa. En su intervención ante sus simpatizantes, el presidente del PP de Canarias se felicitó por la victoria de Mariano Rajoy y por la suya propia en Canarias, y por primera vez pareció oírsele algo parecido a una autocrítica por el batacazo producido. No mencionó ninguna de las causas que seguramente estaría en la mente de todo su auditorio: el castigo propinado a Canarias durante estos cuatro años, la imposición de las prospecciones petrolíferas o, al comienzo de esta campaña electoral, la utilización de la Fiscalía de Las Palmas para atacar a la número uno de Podemos por esta provincia, Victoria Rosell. A punto estuvo la magistrada en excedencia de propinarle una derrota en esa circunscripción, donde se quedó a tan solo 9.000 votos de arrebatarle un diputado y empatarle. Una fuerza política recién estrenada, con una candidata que saltó al terrero hace menos de dos meses, ha hecho temblar al PP en su bastión. Pero si el PP sufre un descalabro, el del PSOE canario tiene que hacérselo ver. Que Podemos le haya arrebatado el liderazgo en votos de la izquierda y compita con él en la interlocución con los sectores progresistas de la sociedad empujan al Partido Socialista de José Miguel Pérez, de Patricia Hernández o no se sabe muy bien de quien, a la obligación urgente de una refundación. Ni siquiera su alianza electoral con Nueva Canarias le libró de un resultado penoso: en la provincia de Las Palmas, donde teóricamente debía ganar, quedó tercera, a 20.000 votos de Podemos, segunda fuerza.

La voz afónica de Canarias

Coalición Canaria tampoco se ha librado de este pequeño cataclismo político. Su representación en el Congreso de los Diputados se ha reducido a la única presencia de Ana Oramas con un acta en la mano que, salvo un conglomerado que pueda montar Rajoy con Ciudadanos y los anatemizados nacionalismos, su papel de bisagra queda bastante en entredicho. Durante esta campaña, CC volvió a recurrir a los viejos tópicos y a asegurar incluso que sin su concurso Canarias dejaría de existir. Pero la respuesta de los electores no pudo haber sido más dura: perdió 62.000 votos entre las dos circunscripciones y quedó relegada a quinta fuerza política muy por debajo de Ciudadanos. Si había fiado al resultado de estas elecciones una posible recomposición de la gobernabilidad en Canarias, tanto en el Gobierno como en las instituciones locales, su capacidad de maniobra queda reducida. Que hasta en La Laguna, su feudo intocable, le haya triplicado en votos Podemos, que gana en esa localidad, es un aviso interesante del que seguramente todos los grupos municipales tendrán muy en cuenta.

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