“¿Quién se acuerda de Garafía? Ibarrola, que la convertirá en un museo”

Fierro, junto a Ibarrola, analizando los muros que limitan las terrazas de los cultivos, base del punto de actuación.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Está convencido de que la polémica se ha originado porque no se ha entendido la intervención artística. “El motivo del rechazo a la obra de Agustín Ibarrola en Garafía es la exposición de la Casa Salazar donde se muestran machas y pinturas que la gente no ha sabido interpretar, no ha captado no solo lo que está escrito sino tampoco lo que cuenta el vídeo permanentemente”, ha asegurado a LA PALMA AHORA el artista plástico Facundo Fierro, colaborador y representante del prestigioso creador vasco, y director del proyecto que se está ejecutando en la villa norteña, financiado por el Cabildo.

Tanto Ibarrola como Fierro están acostumbrados a que se rechacen intervenciones artísticas suyas. “No es la primera vez que nos ocurre; a Agustín ya le pasó de un modo más agresivo, cuando ETA tomó la bandera en aquel momento y llegó a amenazarlo de muerte varias veces por el Bosque de Oma; en mi caso, también hubo oposición a una escultura que hice en Las Palmas de Gran Canaria”, recuerda. “Lo que está clarísimo es que el motivo por el que nos agreden - y digo agreden porque han llegado a la descalificación personal- es porque no se han enterado de lo que vamos a hacer, y está explicado en la Casa Salazar: no se va a intervenir en ningún barranco, nadie va a ver la obra”, asegura. “La obra de la naturaleza, la que vemos por la carretera, con sus senderos y caminos, seguirá intacta; lo único que cambiará es que, una vez que conozcan la obra de Ibarrola en el espacio mínimo que ocupará, una vez que la contemplen, el visitante verá esos barrancos de otra manera, no solo como grandes creaciones de la naturaleza, como maravillas que es aquel paisaje tan rotundo, sino que, además, destacará sus valores artísticos, porque una piedra la verá como una escultura; un conjunto de prismas basálticos, como un friso; interpretará colores con la óptica de Agustín Ibarrola. El objetivo es convertir al paseante y al visitante en un amante no solo de la naturaleza sino también del arte”, subraya.

Fierro resalta que “es la primera vez que se hace una actuación en la naturaleza sin tocarla, sin impactar sobre ella, porque esto no es el concepto arte-naturaleza, en el que los artistas ejecutan su obra para destacar sobre la naturaleza; aquí no ocurre eso, la protagonista es la naturaleza y el papel del creador consiste en interpretarla desde su punto de vista, valorarla como es, y tras mostrar su interpretación, hacer que el visitante la contemple como una obra de arte”. “Concretamente, vamos a actuar en un espacio reducido, en el que tienes que entrar en un hueco que está fuera de toda ruta, acceder a él intencionadamente, porque no es visible desde ningún lado, y una vez allí, te encuentras, ocultas en un recodo, formas de la propia naturaleza, basálticas y volcánicas, en destrucción; es como si estuvieras viendo algo que se está deteriorando, porque así está, rompiéndose”, afirma. “En ese punto es donde actuará Agustín, sobre algo en deterioro; pero, previamente, vamos a proteger esa parte, ese especio mínimo, para que no se siga deteriorando”, precisa. “Ese espacio hará de espejo, de reflejo de lo que está enfrente, que es una pared alta, maravillosa, y esa sí que es visible, pero ahí no habrá pintura”, aclara. “La pintura la pondrá el espectador, contemplará la obra de Agustín, verá esos volúmenes, interpretará esos colores, esas cadencias, y al mirar hacia el otro lado, experimentará esas sensaciones; por eso, cuando el visitante salga de allí y haga un recorrido por cualquier sendero de las profundidades de esos inmensos barrancos - el gran enamoramiento de Ibarrola- los verá con esa óptica, es un componente más, pero que no está, es virtual, es mental”, recalca.

La otra actuación de Ibarrola es “una referencia al hombre”. “Un contraste entre la verticalidad de esas paredes que pone la propia naturaleza, esos frisos tallados, con la horizontalidad del hombre que se sitúa en un paisaje tan abrupto, en el que a lo largo de la historia ha creando terrazas para cultivar; esos amontonamientos de piedra le han provocado, quiere hacerles un homenaje”, cuenta Fierro.

La obra se ubicará “en un claro de un boque propiedad del Ayuntamiento de Garafía, fuera de cualquier espacio protegido, en una zona que no se ve hasta que no llegas a ella; en ese claro aparecerán cinco montones de piedras, que por fuera tampoco están pintados”, insiste. “Una vez que entras en ese círculo de 30 metros, vas a contemplar toda su expresión, porque su expresión artística no es que él ponga su pintura, él pone la interpretación, los colores de la exposición están sacados de los pétalos de las flores que ha encontrado, porque llevamos ya seis meses trabajando en este proyecto, y varias veces se ha metido en los barrancos buscando esos pétalos, raspando en las paredes para ver sus capas de colores…Esos son los colores que se ven en la Casa Salazar y que algunos dicen que son colorines con los que se va a manchar el paisaje”. “Esa es la versión que Agustín va a mostrar en el interior de esos amontonamientos de piedra, pero alrededor estará la gran maravilla de la naturaleza, el bosque, que no será pintado como en Bilbao”, precisa. “Será un bosque esplendoroso, con indicaciones para que entres en un punto y veas lo que él llama ‘el gran padre’ de aquella zona: un gran pino gigantesco y antiguo, que puedes rodear y contemplar, ver desde aquel claro las paredes de lo alto de las crestas de las cumbres, la noche estrellada… Imagínate las sensaciones que se pueden vivir en ese círculo de 30 metros de diámetro, una verdadera maravilla”, asevera, y añade con rotundidad: “No existe una visión como esta en el mundo, no existe una interpretación del paisaje como esta en todo el mundo”.

Ibarrola ha asegurado a Fierro que la intervención de Garafía es “su obra cumbre, que nada tiene que ver con el resto de sus creaciones”. “Yo lo corroboro: será la gran obra de Agustín, y no creo que estemos agrediendo a nadie; al contrario, aportamos mucho, porque en cuatro o cinco meses se verá cómo habrán cambiado las cosas en ese espacio que hasta ahora ha estado olvidado”. Seguidamente, Fierro se pregunta: “¿Quién se acuerda de Garafía y de los garafianos que están allí abandonados? Nunca había oído hablar tanto de ella como ahora, pues imagínense cómo se va a hablar, y bien, a partir de que este museo maravilloso esté en funcionamiento, porque les recuerdo a todos que es un museo que tiene una puerta de entrada y otra de salida”, enfatiza. “La puerta de entrada es el lindero en el barranco de Izcagua, y la de salida, el túnel por el norte del municipio; todo está contemplado como un museo, todas las carreteras, caminos y senderos son pasillos de ese museo que cada visitante va a poder contemplar una vez que haya visto la obra de Agustín Ibarrola, si le gusta el arte, claro”.

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