La portada de mañana
Acceder
El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Los diputados canarios, a su primer pleno: por sus lecturas los conocerán

Pedro Quevedo (NC) y Ana Oramas (CC).

Federico Utrera

Madrid —

Este martes comienza en Madrid el primer pleno de la aún nonata legislatura. Muchas horas de avión y estancia en la Villa y Corte o en el escaño dan también para mucha lectura. “Me gusta mucho leer desde novela histórica a best sellers, poesía, ensayo político, libros de cocina… También cada día la prensa local y nacional, y soy forofa de la radio: me levanto y me acuesto con la radio puesta”, declara la diputada Ana Oramas (Coalición Canaria). A la jueza Victoria Rosell (Podemos) le tira más la literatura castellana del genial Miguel Delibes, pero también la poesía de Lorca, Benedetti, Blas de Otero y Celaya o la novela de Gabriel García Márquez, Saramago y Mendoza. Las lecturas de José Manuel Soria (PP) las confesó al acceder al cargo de ministro: novela negra e histórica, es un admirador de Mario Vargas Llosa, al que califica de “monstruosidad creativa”. Y reconoce que escuchar a su paisano Alfredo Kraus cantando al Roque Nublo le pone lo pelos de punta. El nacionalista Pedro Quevedo (Nueva Canarias) está leyendo El ruido eterno de Alex Ross, un repaso a la música clásica del siglo XX, él que también hizo sus pinitos con el pop y el rock y ahora le tira el jazz o Erik Satie y Stravinsky. También es lector de novela negra de calidad, como la de Fred Vargas, pseudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau, la escritora francesa autora de El ejército furioso, aunque Quevedo la alterna con la lectura de Marcel Proust –“algo que tenía pendiente”– o la poesía de Salinas.

El socialista José Miguel Pérez tiene una relación más curiosa con la literatura: nació el 10 de abril de 1957 en Schamann, el populoso barrio de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente en la calle Doña Perfecta, protagonista de la novela de Galdós. José Miguel Pérez compartió una vez mesa en la Residencia de Estudiantes con Stephen Miller (Universidad de Texas) cuando éste contó en Madrid sabrosas anécdotas sobre un joven caricaturista llamado Benito Pérez Galdós, recogidas en su libro Galdós Gráfico (1861-1907). Recuerdo que también estaban el historiador valenciano Joan Oleza y el arquitecto Peridis, quien desveló que tampoco sus amigos políticos estaban blindados de la crítica que hace a diario con humor. Cuando se hizo político con el PSOE canario hecho un erial, José Miguel Pérez fue el único candidato que se presentó, a pesar de que meses antes un grupo de militantes, entre los que se encontraban Eligio Hernández y Pedro Anatael Meneses, anunciaron una alternativa para la dirección. Hoy Eligio se ha pasado con toga y puñetas al bando de José Manuel Soria (PP), pero no ha abandonado del todo su literaria vida. De ahí su último artículo en la prensa digital titulado cinematográficamente: “La conjura de Podemos contra Felipe González”.

“Los podemitas no perdonan a Felipe González que haya intentado ejercer la defensa del preso venezolano Leopoldo López, miembro de la Internacional Socialista, a quien se condenó con el 100% de las pruebas inventadas”, comienza Eligio su carta marrueca. Ignoro si el inoportuno comentario de Pablo Iglesias en la investidura se debió a esto, pero sí estoy seguro de la vergüenza que pasó Felipe González cuando el escritor Juan Goytisolo le afeó, en otra mesa redonda compartida, que el Partido Baaz Árabe Socialista de Siria, que lidera el dictador Bashar Al-Ásad, formaba parte de su misma Internacional Socialista. Felipe –lo recuerdo bien– llamó a Al-Ásad “hijo de mala madre”. Hoy la Internacional Socialista condena el uso de armas químicas contra su propio pueblo, lo acusa de crímenes contra la humanidad y de provocar el desplazamiento de 7 millones de refugiados, además de reclamar “una respuesta internacional para hacer que rinda cuentas”. El mismo partido Baaz Árabe Socialista en Irak era, por cierto, el del sátrapa Sadam Hussein.

No creo que ni Pablo Iglesias ni Felipe González sean genocidas en potencia ni en acto y me parece exagerado referirse a ellos en estos términos. Estas descalificaciones tan gruesas son las que alejan a la ciudadanía de la política. Además de inciertas, hacen pensar que un político es capaz de mentir y desacreditar a un adversario por alcanzar el poder. Pero Eligio Hernández ha optado por la literatura para defender sus posiciones políticas y eso le honra: en ese relato tan literario describe como “mientras paseábamos por los jardines de la Moncloa” se dio cuenta de que estaba “ante un gran estadista, a la altura de Canalejas, Azaña y Juan Negrín. Santos Juliá, continuador de la obra de Juan Marichal sobre Azaña, me dijo que, en ciertos aspectos, como el de su profundo conocimiento de los temas económicos, Felipe González era superior a Azaña”. Lo extraño es que Eligio no lo considere también digno del Premio Nobel de literatura, dada la condición de original escritor que tuvo el autor de El jardín de los frailes, obra que precisamente reivindica Juan Goytisolo en su libro El lucernario, sobre el que tanto he conversado e incluso escrito.

La velada en Benicarló o Fresdeval son otros libros de Azaña, bastante más modernos que sus discursos políticos en el Ateneo, que llenan hoy de sonrojo por su dogmatismo. Era el Azaña juvenil que quería cambiar el mundo a las bravas. Con la edad comprendemos que es ya un éxito que el mundo no nos cambie demasiado a nosotros mismos y si Santos Juliá escuchara decir a Eligio que su amado Felipe González es “superior a Azaña” en “ciertos aspectos”, seguro que no habría presentado ese Lucernario de Goytisolo en el Círculo de Bellas Artes. Allí el escritor comparó a Azaña con Jovellanos, Blanco White o Pi y Margall, incluso con  políticos socialistas como el francés Pierre Mendès o el alemán Willy Brandt. Pero por mucho que le deba Eligio a Felipe González –y de bien nacido es ser agradecido– estos pasionales ditirambos no agrandan la figura del ex presidente sino que la empequeñecen.

Si el mal abogado busca clientes y el bueno injusticias, Eligio ve “campañas de desprestigio”, “conspiración”, e “injurias” por doquier y escribe incluso que Pablo Iglesias ha cometido “un delito de calumnia, solo perseguible a instancia de González, aunque es comprensible que no lo haga”. No estoy seguro de que la cal viva del líder de Podemos traspase no más que el delito de inoportunidad política, grave en quien está inmerso en una política de pactos con un adversario electoral. Los mismos, por cierto, que acaba de valorar Felipe González, más consciente que Eligio de la actual situación política: “El PSOE y Ciudadanos tienen que hablar con todos los partidos y no tengo preferencias porque tengo tanto respeto a los cinco millones de votantes de Podemos, más las Mareas, Compromís y En Comú, como a los votantes del PP, que son siete millones y pico”, señaló en una rueda de prensa en Sao Paulo. González subrayó que todas las formaciones “tienen que seguir intentando” formar Gobierno en España y apuntó que “les queda todavía bastante tiempo para dialogar. Los ciudadanos se han pronunciado. Sería un fracaso de la representación tener que volver a votar en junio”. Todo lo contrario a lo que su oficioso abogado defensor sostiene: “Produce escalofríos pensar que estos aventajados alumnos del caudillaje puedan acceder al Gobierno. El PSOE no puede cometer la indignidad de sentarse a negociar con Podemos, que siempre le ha humillado y despreciado, y menos condenar a sus militantes a la siniestra imbecilidad de un gerifalte”.

Esta novedosa afición de Eligio por los insultos y las querellas, no siempre provechosas económicamente salvo para los letrados, así como sus posiciones y declaraciones cada vez más cercanas al PP le van a hacer perder muchos juicios políticos y penales, además del propio. De aquella época de tinieblas socialistas, incluida la de la guerra sucia pero también la del enriquecimiento ilícito, la financiación política ilegal y el tráfico de influencias, vienen estos lodos, incluyendo el auge de nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos, así como la renovación del propio PSOE. La dirección ha tenido que expulsar al ex ministro Virgilio Zapatero, otros dirigentes como Leguina o Corcuera son hoy la vergüenza de su propia militancia y en esta tropa parece querer integrarse Eligio. Entre sus lecturas también se encuentra la del apreciado economista Enrique Fuentes Quintana, “a cuyo lado me sentaba en el Consejo de Estado, cuando me dijo que le había dado clases de economía a todos los presidentes del Gobierno, pero que Felipe González la aprendía a la velocidad del rayo”. A la vista queda que la ignorancia económica de los presidentes del Gobierno en España nos ha llevado a la catástrofe laboral y financiera que hoy vivimos. O bien Fuentes Quintana no se esforzó lo suficiente o sus alumnos políticos no aprendieron tan velozmente como Eligio imagina. Me inclino más bien por lo segundo, pues encabezar las listas de mayor desempleo del mundo desarrollado no es precisamente digno de un doctorado honoris causa. O sí.

“Tan caídos estamos que ni la fe nos queda”, como dijo el poeta Luis Cernuda, cuando mira a su patria y le invade el pesimismo“, concluye Eligio su artículo. Y es curiosa la querencia por este poeta, disidente, expatriado y homosexual, la misma por cierto que poseía José María Aznar. Juan Goytisolo también coincide en esto y lo admira como también lo hago yo, sobre todo por ”La realidad y el deseo“ y por su clarividente ensayo sobre Cervantes poeta. Tuve el privilegio de conocer a Juan Luis Panero, hermano de Leopoldo María –que decidió morir en Las Palmas– y éste a su vez de haber conocido a Cernuda en su exilio de Londres. A Juan Luis le edité su conferencia sobre Cernuda, que incluí en mi libro ”Después de tantos desencantos“ y a él remito para todo lo concerniente al poeta sevillano en su curiosa relación con esta familia. Nada más lejos del aparentemente frío y antipático Cernuda que esta pasional vehemencia de Eligio en sus actuaciones y en sus escritos. Y hoy, releyendo esa conferencia del mayor de los Panero sobre Cernuda, sintonizo con Eligio: Cernuda no hablaba para todos sino para uno, era un hombre derrotado y solitario que eligió la poesía –nunca la política o el derecho– para desnudarse. Independiente siempre, no quiso elegir entre Franco y Stalin –macabra elección– sino el camino difícil de la voz propia. La misma que me lleva a mí a curiosear en estas lecturas de los políticos para entender algo más el complejo arte que anida en la gestión de la cosa pública.

Etiquetas
stats