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De la conciliación a la corresponsabilidad, hacia un pacto nacional sobre horarios racionales

La corresponsabilidad entre vida laboral y personal es una meta aún por alcanzar.

Nanda Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

El pasado 23 de marzo se celebró el décimo aniversario de la entrada en vigor de la Ley de Igualdad. En el contexto de esta efeméride, la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados aprobó declarar dicha fecha como Día de la Conciliación personal, familiar y laboral y de la corresponsabilidad. Un añadido este último que no es baladí pues pone el foco en la importancia de la implicación masculina para lograr una sociedad más igualitaria y más justa. Un modo rápido de reflejar que la conciliación, las peticiones de reducción de jornada, de empleos a tiempo parcial, no son algo exclusivo de mujeres y madres. Que es lo que se suele pensar porque la realidad, en verdad, induce a ello. Son ellas las que protagonizan las jornadas reducidas, los contratos a media jornada; las que se hacen cargo habitualmente del cuidado de niños, mayores, enfermos y dependientes.

Para José Luis Casero, presidente de ARHOE, la Comisión Nacional para la racionalización de los horarios, el término conciliación debería sustituirse por corresponsabilidad, rompiendo de una vez por todas con estereotipos y tópicos. “Seamos honestos, seamos conscientes de que vivimos en un mundo machista y de que ya es hora de hablar no tanto de conciliación -las mujeres siempre han conciliado- sino de corresponsabilidad. Y animar a los señores a asumir sus derechos y sus obligaciones de forma real y efectiva. No es una cuestión de ayudar más o menos en el hogar. Es una cuestión de justicia. Porque es absolutamente injusto descargar toda la tarea de la crianza sobre la mujer. Si queremos ser una sociedad moderna, tenemos que empezar a reconocer estas disfuncionalidades y actuar. Ya no vale solo decirlo, hay que hacer, hay que actuar. Desde la libertad individual y apretando a los poderes públicos”, afirma este empresario y padre de dos niñas.

Gema González de Chaves, socióloga y consultora en recursos humanos e igualdad, explica desde Canarias que “debido al uso mediático y político del término conciliación su contenido ha quedado debilitado. De ahí que se haya pasado de ese concepto a la exigencia de corresponsabilidad. El nuevo término es más expresivo y hace referencia a esas buenas prácticas en conciliación de vida laboral, personal y familiar dirigidas a varones. Es más inclusivo y refleja mejor esa necesidad de asumir de manera equitativa las responsabilidades, derechos, deberes y oportunidades asociados al ámbito de lo doméstico, la familia y los cuidados”. González de Chaves apunta, a medio plazo, a un cambio trascendental, de mentalidad, que lo llevaría todo a una nueva dimensión. “En sentido amplio -señala- la corresponsabilidad puede concebirse como una nueva forma de pacto social que apunta simultáneamente en tres direcciones: por una parte, corresponsabilidad entre diferentes agentes sociales, esto es, Estado, empresas, sindicatos, instituciones, organizaciones no gubernamentales… Por otra, entre varones y mujeres, rompiendo así con las relaciones de género tradicionales y, por último, entre los diferentes miembros de la familia, en lo que podríamos denominar un pacto intergeneracional que lleva a asumir colectivamente la responsabilidad del sostenimiento económico y afectivo del hogar”.

Argumentos irrebatibles para negociar

Mientras el nuevo término -y lo que implica- se va instalando en el imaginario colectivo es preciso seguir hablando de conciliación. De visibilizar sus ventajas. De investigar para demostrar con cifras y argumentos que lo inteligente es conciliar y gestionar el tiempo, los tiempos, de otro modo. Esto equivale a hablar de horarios, de familia, de productividad, de compromiso laboral, de flexibilidad empresarial, de trabajo por objetivos, de usos del tiempo, de salud personal, de dormir lo suficiente para rendir, niños y adultos, al día siguiente, en CEIPS e IES unos, en universidades y oficinas otros. Por eso, desde la ARHOE mantienen vivo el discurso con el que Ignacio Buqueras, actual presidente de honor de la entidad, la creó en 2003. Pero además de hablar, sus responsables trabajan y actúan; ejercen una educada pero insistente presión sobre responsables políticos y empresariales, a los que ofrecen resultados de investigaciones que demuestran empíricamente que para crecer económicamente como país se requieren empleados productivos, sí; pero, sobre todo, empleados satisfechos, comprometidos, motivados, felices. Que lo son -y eso incide positivamente en su rendimiento, en su productividad- porque en vez de vivir estresados tienen tiempo; tiempo para cultivarse individualmente y para atender a su familia -hijos menores, adultos jubilados, familiares enfermos o dependientes-. El último documento que aporta ARHOE, 50 recomendaciones prácticas y líneas de actuación concretas para mejorar la conciliación la corresponsabilidad y la igualdad en España, recoge propuestas en los ámbitos laborales (con capítulo específico sobre el mundo rural), familiares y educativos. También las dirigen a las empresas de comunicación, concretamente, a las televisiones, a las que pide “adelantar el prime time para que los programas de máxima audiencia no finalicen más tarde las 23:00 horas o potenciar acuerdos para la realización de campañas de sensibilización sobre el valor del tiempo, la igualdad, la corresponsabilidad y la conciliación”. Disponible en su web, cualquier empleador puede descargar este texto como herramienta práctica para introducir o mejorar las políticas de igualdad y de conciliación en su empresa.

Hace escasas semanas, la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, adelantaba una hora -a las 3 de la tarde- la celebración de los plenos. Un símbolo bien gráfico del compromiso de la Cámara con la necesidad de conciliación de sus empleados. Un modo de dar ejemplo a la ciudadanía, que tal vez para algunos sea algo políticamente correcto, sin más. Y para otros, un avance, tímido pero esperanzador. “Porque no es de recibo -aseguraba Pastor- que los plenos terminen a las 10 u 11 de la noche. La gente tiene vida privada”. Y derecho a tenerla. Y si importante es que las instituciones públicas lo tengan claro y actúen en consecuencia, también es clave que las empresas privadas instauren mayoritariamente medidas que faciliten el preciado equilibrio entre lo personal y lo laboral. Por ahora, las que lo hacen no son mayoría. Pero sirven sin duda de modelo a seguir. De cómo se puede trabajar de otro modo sin que haya repercusiones negativas en los resultados empresariales. Iberdrola sería una de ellas. En 2008 la eléctrica acordó con su plantilla, de unos 9.000 trabajadores, universalizar la jornada intensiva: trabajar de 7.15 a 14.50 con 45 minutos de flexibilidad a la hora de entrar o salir todos los días del año. Una medida, en opinión del director de recursos humanos, Ramón Castresana, que “podía beneficiar a los trabajadores y era buena para la compañía”. Hoy, seis años después, la persona que lideró ese proceso de cambio a mejor tiene cifras con las que demostrar que la decisión fue un acierto. “Hemos mejorado la productividad y ganado más de medio millón de horas de trabajo anuales. Hemos reducido en un 20% el absentismo y un 15% los accidentes laborales”, afirma.

Nuria Chinchilla, profesora de Dirección de Personas en las organizaciones en el IESE y responsable del Centro Internacional Empresa y Familia, acuñó en 1999 el concepto de empresas familiarmente responsables (EFR) y propuso a las administraciones públicas la creación de un sello de calidad para premiar los esfuerzos de esas empresas que intentan mejorar la vida de sus empleados. “Ahora mismo -señala- con que hubiera empresas con horarios racionales, es decir, con horarios europeos, ya se avanzaría. Por el bien de todos, tanto a nivel individual como de país, debemos hacer frecuente y normal lo que en estos momentos es excepcional”. Junto a su labor docente e investigadora, Chinchilla implementa actualmente en Cataluña un proyecto para implantar en las empresas los horarios europeos. En su opinión, los avances solo requieren voluntad política, ganas de mejorar la vida de los ciudadanos. “Lo que nos hace falta realmente es un mayor liderazgo político y empresarial. Y que las personas también lo vean como un derecho a reclamar. Son tres las partes que tienen que ponerse de acuerdo. En Cataluña lo estamos impulsando a través de mesas cuadrangulares en las que nos reunimos sindicatos, empresarios, personas expertas y administración pública. La idea es hacer un pacto y ya hemos fijado fecha: para septiembre de 2020 queremos empezar con un nuevo modo de trabajar, con unos nuevos horarios. Y es algo que bien se podría extrapolar al resto del país”.

Hacia un pacto nacional sobre horarios racionales

“Cuanto más se vaya tomando conciencia de que es necesario aprovechar mejor la luz solar, tener unos horarios racionales, activar medidas de conciliación… De que ésa es la única manera de ser productivos, de ser competitivos y de tener vida, antes se producirá el cambio”, apostilla la experta del IESE, que desarrolla a nivel nacional acciones conjuntas con ARHOE. En su opinión, hay que esforzarse más en visibilizar a aquellas empresas que lo están haciendo bien. Y poner en valor la aportación femenina en estas cuestiones. “Gracias a las mujeres madres ha entrado la flexibilidad en las empresas de un modo natural”, explica. “Estaban legitimadas al pedirla y al hacerlo han demostrado que han sido igual o incluso más productivas trabajando las mismas horas, o incluso menos. Esto ha abierto la brecha de la flexibilidad para toda persona que la necesite, padres, o simplemente quien precise de ella para otras cosas. Cuando se sabe dirigir bien, la flexibilidad genera mayor productividad y, por tanto, es buena para todas las partes”.

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