Que Arcadio Díaz Tejera es hombre muy ocupado es cosa bien sabida por todos; que se dedica en cuerpo y alma a cada proyecto que acomete hasta poner en ellos toda su pasión, también. Esa entrega, ese ímpetu, tienen sin embargo sus costes, en la mayoría de los casos de desgaste físico y de erosión de la propia imagen. Centrémonos en este segundo aspecto: las ganas que echa Arcadio a sus asuntos políticos están dejando al descubierto algunos déficits en el apartado de relaciones públicas, lo que automáticamente se traduce en desgaste de su imagen. Le ocurrió hace unos pocos días en el Senado, en el curso de una reunión del Grupo Socialista. Durante su intervención -no puede haber reunión de más de dos personas en la que él no intervenga- rogó a sus compañeros que le remitan el orden del día con suficiente antelación, porque dadas sus múltiples ocupaciones, ha de elegir dónde constituirse en cada momento. Dicho en el único tono y estilo que él tiene para estas cosas, les podemos garantizar que en un amplio espectro de la audiencia, la cosa sonó chunga. Se miraron entre ellos y calcularon lo lejos que llegará este hombre.