No se puso colorado ni un momento el presidente de la Audiencia de Cuentas, el aldeano Marcelino Rodríguez, a la hora de explicar en qué quedaron aquellas durísimas acusaciones según las cuales el equipo de Amorós dificultó las inspecciones de la Intervención Delegada en su departamento. Ni dejó claro a qué vinieron entonces las quejas de la Intervención General de la Comunidad Autónoma sobre la misma actitud. Lo resumió todo en una lacónica “falta de coordinación” entre el Tesoro y la Intervención. No debe haber apreciado delito, por lo tanto, el presidente de la Audiencia de Cuentas, a pesar de las cosas que salieron de su boca hace unos meses. Porque si no ha mandado el informe a la Fiscalía es que debe ser cierta su teoría sobre la descoordinación, y tal. Sí ha anunciado que el informe ha sido remitido al Tribunal de Cuentas, organismo estatal que, en caso de encontrar las irregularidades aquí obviadas, dejaría en evidencia la profesionalidad, independencia y autonomía de su homólogo canario. Y viva el nacionalismo.