Les contábamos hace días la forma precipitada con que se ejecutan los últimos tramos de la ansiada, por necesaria, carretera Arguineguín-Puerto Rico. Preveíamos que en cuanto lloviera, y esperemos que llueva pronto, el campo de golf colindante con el barranco del Lechugal iba a quedar destrozado. O sea, que la obra ha derivado en magna chapuza y como se nos ocurrió señalar al ingeniero de Caminos José Luis Martínez Cocero y al ingeniero de Obras Públicas, Enrique Moreno, por conformar la dirección de obra, el primero de ellos monta en cólera; que no ha estudiado uno para que luego le digan lo que hace mal. Ya ven, total por haber tenido acceso a un informe elaborado por un ingeniero de Caminos que se va a presentar en la Consejería de Obras Públicas. Y por airearlo que para eso estamos, el señor Martínez Cocero mata no ya al mensajero, más que nada porque no existe en este caso, sino a todo el que se acerca a preguntar por el particular. Dice el caballero que de la obra sólo contesta por escrito lo que por escrito se presenta. Raptos de épocas pretéritas.