Las negociaciones diplomáticas han de ser discretas para que fructifiquen. El Ministerio de Asuntos Exteriores está haciendo gestiones ante las autoridades marroquíes para que se desbloquee la entrada de la activista saharaui a El Aaiúm. Es la única salida posible al conflicto planteado, porque por mucho que España meta en un avión a Aminatu Haidar y la envíe al Sáhara, nada puede hacer ceder a Rabat que no sea una negociación diplomática. Y la única que tiene capacidad para hacerlo es España, que cometió el error de permitir la entrada de la activista cuando Marruecos la expulsó el pasado sábado. Y cuando se comete un error así en medio de un conflicto enquistado que tiene al otro lado de la mesa a un país con escasa credibilidad democrática, se adquieren todos los números para que te toque la lotería de los desaciertos. Y las patadas en el trasero. En el Palacio de Santa Cruz, sede de Exteriores, parecen ser conscientes del tamaño de la metedura de pata, y andan enfrascados en resolverla de la única manera posible: convenciendo al amigo marroquí, que a veces parece otra cosa menos amigo.