LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Castellano: Sangre amarilla (1968)

Equipo inicial que presentó España en Lyon ante Francia, compuesto, de arriba abajo y de izquierda a derecha, por Sadurní, Torres, Gallego, Eladio, Pirri, Castellano (de pie); Ufarte, Amancio, Luis, Marcial y Zabalza. Antes del descanso se sumarían Tonono y Germán.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaFrancisco Castellano Rodríguez (1944) nació en Arucas (Gran Canaria) y se formó en el Salesianos y el Arenales antes de ser Campeón de España Juvenil con la UD Las Palmas en 1962. Debutó con el primer equipo amarillo con sólo 19 años y durante catorce temporadas consecutivas en Primera División fue una referencia tanto en la defensa como en el centro del campo. Retirado en 1978, se convirtió en entrenador y, tras triunfar en Las Palmas Atlético, ha sido siempre una solución de emergencia –efectiva, casi siempre– a la hora de ocupar el banquillo de la UD Las Palmas. La última vez, en el curso 08/09, para lograr la permanencia amarilla en Segunda División.

Sangre amarilla

Sangre amarillaFrancisco Castellano Rodríguez tiene la sangre amarilla. Lo dice, más como reproche que como halago, su amigo Martín Marrero, que durante 12 temporadas fue su compañero y que desde hace casi medio siglo es además su cuñado. “Paco es amarillo, amarillo. De largo, el que más sentía los colores de la Unión Deportiva… y mira que había muchos que estaban en el equipo desde juveniles y también le tenían un gran amor a la entidad. Pero lo suyo es exagerado. Bueno, no es que fuera amarillo, es que sigue igual: dispuesto a todo por Las Palmas, perdonándoles dinero, aceptando cualquier encargo”, expone Martín. Además, Paco Castellano era un excelente futbolista y el arma secreta de Luis Molowny en la mejor UD de todos los tiempos.

A la hora de atacar, Castellano era “medio derecho, el complemento perfecto de Guedes, un todoterreno con mucha fuerza y un gran disparo con la pierna derecha, que a veces llegaba por sorpresa y marcaba goles soberbios”, en palabras de ex compañeros suyos en tareas ofensivas en aquel equipo. Sus compañeros de zaga lo ven, en cambio, como “un gran marcador central, expeditivo, duro, con un dominio absoluto del juego aéreo y el complemento perfecto de Tonono, que así podía jugar de libre”. Tal vez por eso, a pesar de jugar durante dos temporadas seguidas con un once casi inamovible (Oregui o Ulacia; Aparicio, Tonono, Martín; Castellano, Guedes; León, Gilberto II, José Juan, Germán y Gilberto I), la UD Las Palmas era tan difícil de detectar para los adversarios.

Sin balón, Castellano daba un paso atrás y el equipo defendía con una defensa de cuatro: tres en línea, con Tonono como líbero, llegando con precisión a todos los cruces. Y con balón, que pasaba por Guedes casi siempre, Paco daba un paso hacia delante y los de Molowny poblaban el mediocampo con Castellano como escudero de Guedes y dos interiores combinativos como Germán o Gilberto. Además de su carácter dual, Castellano, ya se ha dicho, tenía un gran disparo con la pierna derecha “con el que se hartó de marcar goles de falta” y una enorme capacidad para hacer el trabajo sucio. Además, fue muy poco propenso a las lesiones.

Paco Castellano nació el 17 de noviembre de 1944 en Bañaderos (Arucas) y la primera persona que influyó en su carrera deportiva no fue un entrenador. Fue su maestro en Los Salesianos quien advirtió que los estudios no eran lo suyo. “Dedícate a jugar al fútbol, que te va a ir mejor”, le dijo. Y Paco lo hizo. Con un físico privilegiado para la época, dominaba con solvencia en las categorías inferiores por lo que poco duró su estancia en el Imperial Arenales infantil. La UD Las Palmas pronto reclutó a Castellano, haciéndolo coincidir con una gran generación de futbolistas que, encabezada por el propio Castellano y Germán Dévora, llevaría a aquellos diablillos amarillos a conquistar el Campeonato de España juvenil en 1962 con Luis Molowny como técnico.

Reclamado por el servicio militar, Castellano se tenía que trasladar a Tenerife para cumplir con su obligación y allí estableció una gran amistad con Martín Marrero, tanta que se convertirían en familia. “En aquel tiempo, si se tenían contactos, la mili se podía hacer muy suave”, cuenta el lateral, quien señala que “Paco iba los martes a Tenerife, estaba un rato en el cuartel y ese mismo día o al día siguiente se marchaba para Las Palmas. Como éramos amigos y el cuartel estaba cerca de casa, a veces pasaba a cambiarse por casa… y al final terminó casándose con mi hermana”. Antes, Paco ya era jugador de Primera División, pues se incorpora a la primera plantilla al inicio de la campaña 64/65 y debuta en la primera jornada, con sólo 19 años, ante el FC Barcelona.

Y apoyado en su estatura, lo hace con la misión de marcar a uno de los mejores cabeceadores de todos los tiempos, el húngaro Sandor Kocsis. “Apenas tocó el balón y no tuve que darle ni una patada, aunque yo tampoco era de pegar mucho. Fue un partidazo, saqué hasta dos balones desde la línea de gol y ganamos por 2-1, con dos golazos de Germán, por lo que la gente se animó mucho. A partir de ahí arranqué”, explica Castellano sobre un partido tras el cual el propio Kocsis le felicitó por tan impecable marcaje. Y así, incrustado en ese legendario eje de la defensa amarilla junto a Tonono, empieza a hacerse un hueco en el que con los años será el mejor equipo de la historia de la UD Las Palmas. En la primera campaña sólo se pierde dos partidos y hasta marca un gol “a los 92 minutos, en pleno descuento y de durísimo disparo” en el triunfo (1-0) ante el Córdoba en el Insular.

Las Palmas, un equipo ascensor hasta entonces, sufre alguna derrota severa (6-0 en el Bernabéu, 4-0 en el Camp Nou), pero acaba noveno y da inicio a una racha de casi dos décadas de presencia ininterrumpida en la Primera División. Y año a año, con incorporaciones como las de los tinerfeños Martín Marrero, José Juan Gutiérrez o Justo Gilberto, crece como equipo. “Habíamos formado un gran equipo con muchos jugadores de Tenerife que vinieron a reforzarnos y dieron la cara y se partieron el pecho por Las Palmas. Por eso, yo no entiendo eso del pleito insular ni los cuentos que se inventan los políticos y los medios de comunicación”, explica Castellano, quien reconoce que “nosotros éramos una familia y aún hoy en día nos juntamos todos los años como eso, como una familia”.

Además, en paralelo al equipo, Paco crece como futbolista. La explosión llega en la campaña 67/68 cuando suma seis goles en 30 partidos disputados, juega con la sub 21 en el Insular ante Portugal (1-1) y la UD pelea por el campeonato hasta la penúltima jornada. Con Molowny en el banquillo, el equipo suma victorias inolvidables como un 1-2 en el Vicente Calderón ante el Atlético de Madrid, entonces líder con un equipo de fábula (Rivilla, Griffa, Irureta, Glaría, Abelardo, Ufarte, Luis Aragonés, Gárate o Collar), en choque decidido gracias a “un gol de Castellano a ocho minutos del final, tras sacar Guedes en corto una falta desde treinta metros y el durísimo disparo del primero entrar como un obús a media altura en la portería local”.

Así, tras ganar en San Mamés (0-1) y golear sucesivamente en el Insular a Pontevedra (5-0) y Atlético de Madrid (4-1), la UD Las Palmas se plantó en la penúltima jornada en el Santiago Bernabéu para jugarse la Liga con el Madrid. Un triunfo podría dar el título a los amarillos, pero dos personas lo impidieron. Una, grancanaria de nacimiento, de manera deportiva. Fue Antonio Betancort, el portero madridista, “que lo paró todo, absolutamente todo, menos un tiro mío de falta que entró por toda la escuadra y que luego repetían cada dos por tres en el No-Do que ponían en la televisión y en los cines”, recuerda el de Bañaderos. El otro, el árbitro Zariquiegui, especialista en partidos complicados, “que cuando íbamos empatados a uno y teníamos opciones permitió el 2-1 del Madrid totalmente ilegal, pues Pirri metió a Oregui dentro de nuestra portería cuando remató de cabeza y arrasó con todo”.

Tres días después de acabar la competición liguera, Paco Castellano recibe la recompensa al nivel de juego que había alcanzado y debuta con la selección española absoluta que dirigía Domingo Balmanya en amistoso en Malmoe ante Suecia. “En aquel entonces, ir a la selección era lo máximo. Todos los jugadores soñaban con eso y era un premio tremendo que te llamaran, fuera un partido amistoso u oficial. Estar en Suecia, escuchando el himno nacional con la camiseta de la selección, fue impresionante”. No sale de titular, pero en el descanso, con el marcador en contra, suple a Paco Gallego (FC Barcelona). Y en el minuto 72 logra el empate definitivo (1-1) fiel a su estilo, con un potente remate desde fuera del área, en este caso al aprovechar un rechace tras un saque de esquina.

“Fue el debut soñado, al lado de muchos futbolistas canarios y haciendo el gol del empate”, mantiene Castellano, que formó junto al tinerfeño Santos y los grancanarios Tonono, Germán y Guedes. El nuevo seleccionador, Eduardo Toba, cuenta también con él cinco meses más tarde, ya iniciada la campaña 68/69, para un amistoso contra Francia en Lyon. Sale como titular, pero se tiene que retirar con una lesión muscular en el minuto 36 y es suplido por Tonono. El encuentro acabaría con triunfo hispano (3-1), pero sería el último de Castellano como internacional. Aquella lesión le impidió jugar diez días después en Yugoslavia en partido clasificatoria para el Mundial 70 y, con el tiempo, el tándem Tonono-Gallego acabaría consolidándose en el eje de la defensa.

Eso sí, Las Palmas volvió a completar una campaña histórica y, utilizando Molowny sólo 14 jugadores en todo el ejercicio, logra el subcampeonato liguero 68/69. Castellano se pierde algunos partidos. Primero, por la citada lesión muscular sufrida con España. Y luego, por una expulsión bien ganada en el Insular ante el Elche tras agredir al paraguayo García Rivas después de que éste hiciera “una entrada criminal” a Guedes. A Paco tuvieron que sujetarle entre media docena de compañeros para evitar que ajusticiara al rival. Eso sí, llegó a tiempo de disfrutar de la histórica victoria (1-2) lograda en el Camp Nou… y de hacerle dos goles con sendos “chuts extraordinarios desde fuera del área” al Córdoba de Kubala, que condenaba a los andaluces a Segunda División.

Castellano no regresó a la roja, a la que Kubala se incorporó como seleccionador ocho meses después, pero sí recibió ofrecimientos para enrolarse en alguno de los grandes del fútbol español. “Fuimos muchos los jugadores que en aquella época recibimos ofertas para dejar Las Palmas, pero eran otros tiempos. Los clubes te podían retener y yo ni siquiera renovaba mi contrato, así que firmé sólo una vez, al principio, y luego estuve 14 años como jugador, todos en Primera División”, relata Castellano, que con 371 partidos es el jugador que más presencias ha tenido con la camiseta de la UD en Primera División.

Por el camino pierde a dos hermanos como Guedes y Tonono y, en el curso 77/78 asume que llega su adiós cuando las lesiones se ceban con él mientras el tándem Felipe-Roque se asienta en el centro de la defensa. “Me llamó don Jesús García Panasco, que siempre fue un padre para nosotros, y antes de que me dijera nada yo le dije que ya sabía que me había llegado la hora. Lo acepté y sólo le pedí que me dejara entrenar algún equipo de las categorías inferiores, a lo que me respondió que podía pedir lo que quisiera”. Tres días antes de la final de Copa del Rey de 1978, Miguel Muñoz da descanso a los titulares y Paco se despide como futbolista en el Helmántico ante el Salamanca al igual que Germán Dévora, compañero suyo tres lustros atrás en los diablillos amarillos.

Ahí mismo empezó su carrera de entrenador que le ha llevado hasta en cuatro ocasiones a dirigir a Las Palmas, siempre con éxito. La última, en la recta final de la campaña 08/09 para evitar el descenso a Segunda División B. “A la UD yo no le puedo decir que no”, responde siempre.

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