Las lluvias de Filomena, una bendición para el campo canario
No fueron cuatro gotas. El paso de la borrasca Filomena por Canarias ha dejado durante los últimos días lluvias abundantes en prácticamente todo el Archipiélago, que han aumentado el nivel de los embalses e incluso han teñido de verde a islas más áridas como Lanzarote. Gran Canaria tiene asegurados dos años de riego gracias al agua que ha entrado a sus presas; Tenerife ha dejado imágenes de estos depósitos llenos y en otras islas tradicionalmente agrícolas como La Palma o La Gomera, se ha superado el 50% de su capacidad. “Ha sido una bendición, ha mojado a todas las islas y lo ha hecho de forma serena, tranquila, sin causar grandes destrozos”, explica Jesús Corvo, agricultor con cultivos de vid y de aguacate en La Orotava.
Este escenario da una tregua a un sector considerado esencial durante la pandemia que comenzó 2020 con protestas por todo el territorio del Estado español para reclamar precios justos a las que, en el Archipiélago, se sumó una calima con fuertes vientos que causó estragos en el agro de las Islas, ya de por sí mermado por la sequía de los últimos años. Y el año finalizó lastrado por la limitación de los canales de venta ante la caída del turismo y con los agricultores percibiendo menos de la mitad del precio final de sus productos frescos que, en algunos casos, se veían obligados a tirar leche o fruta.
Corvo, también vicepresidente regional y secretario general en Tenerife de la Plataforma Agraria Libre de Canarias (Palca), explica que en La Orotava tienen agua acumulada en superficie para seis meses, lo que permite que en ese periodo no sea necesario usar en demasía las reservas de los embalses. “En términos generales, esta lluvia es una maravilla”, añade. Para el cultivo de la viña, las lluvias ayudarán a la próxima cosecha porque “tiene agua que ha calado unos 4 o 5 metros y esa superficie ya está húmeda”. Esto se da en un subsector especialmente castigado, cuya superficie de cultivo ha caído en un 50% en los últimos años.
La escasez de turistas ha provocado una merma considerable en las ventas y los bodegueros que han podido resistir lo han hecho vendiendo a las grandes superficies, ya que el canal Horeca (Hoteles, Restaurantes y Cafeterías) ha estado prácticamente cerrado; los que colocan aquí su producción “lo han tenido muy complicado para mantenerse”, señala Corvo. La sequía en las Islas propició que la vendimia comenzara antes en comparación a otros años y si la temporada hubiera sido seca, Corvo afirma que se hubiese perdido mucha viña. Por ello, se hacían imprescindibles las ayudas del Posei: “Este año vamos a cobrar 2.200 por hectárea”.
El temporal de calima y viento que sufrió el Archipiélago a principios de 2020 afectó especialmente a cultivos como el plátano y el aguacate. “Arrasó, sobre todo al norte de Tenerife”, recuerda Corvo. Pero pudieron tener acceso a las compensaciones establecidas por agroseguros. Además, el Cabildo Insular ofreció 1.250 euros por hectárea a los agricultores de aguacate afectados. Esta fruta, que fue el producto agrícola por el que más se pagó en Canarias en el mes de diciembre de 2020, precisa de mucha agua para su cultivo en una tierra en las que se ha extendido en los últimos años e incluso es objetivo de numerosos robos. Por ello, la lluvia “es buena” para hacer bajar el precio del aguacate –que ha llegado a situarse en 8 euros en los lineales– al abaratar los costes de producción.
Agua bienvenida para la papa
La borrasca Filomena no ha causado grandes daños en el cultivo de la papa, al menos en La Orotava. Enrique Llanada, de la Cooperativa Valle de La Orotava, explica que muy pocos socios le han trasladado incidencias relativas a destrozos producidos por escorrentías. Y esto se debe a que la mayoría no decidió plantar antes del paso de la borrasca, que ha coincidido con el periodo de siembra (entre enero y febrero).
“De plantado antes, las escorrentías se hubieran llevado toda la planta, la semilla y habría que volver a replantar. Eso supone un gasto considerable porque la replantación se tendría que hacer a mano e incrementa el doble o el triple la inversión en comparación a la primera vez que se planta”, explica Llanada. “Las lluvias han venido como agua de mayo. Siempre son bienvenidas. Lo que no son bienvenidos son los destrozos. La borrasca Filomena ha hecho algún daño, pero en la papa no han habido grandes incidentes y los socios no han llamado para pedir ayuda del seguro. No hay una gran afectación. Todo lo contrario, la borrasca ha sido muy bienvenida”, añade.
A pesar de la incertidumbre generada por el cierre del canal Horeca, los productores de papas de la Cooperativa Valle de La Orotava pudieron dar salida a toda su producción en 2020 gracias a que, “al no entrar turismo, tampoco entró papa de fuera” durante el periodo de mayor pico de recogida, que comienza en mayo y se prolonga hasta julio. A finales de junio y julio “es verdad que entraron las papas de Israel”, importadas por una empresa que dirige la presidenta de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga), Angela Delgado. Pero “cuando se empezó a comercializar la papa de fuera ya nosotros no teníamos nada para vender”.
Para 2021, Llanada espera que no haya ningún problema en la comercialización siempre y cuando “se controle la entrada de papa de fuera”, porque competir con el producto foráneo en las épocas en las que más tubérculos de las Islas hay en el mercado implica tener almacenadas las papas durante meses, lo que supone una mayor inversión en luz para mantenerlas en cámaras. “Se paga más por el gasto de energía que por lo que vale la papa”, remarca.
Una plaga para el tomate
Nunca llueve a gusto de todos, dice el refrán. Y el agua no ha generado un beneficio para la totalidad de los agricultores de Canarias. Los tomateros del sur y suroeste de Gran Canaria sí han recibido de forma positiva el paso de la borrasca Filomena, ya que “no ha provocado destrozos y ha venido más serenas y con abundancia”, explica Gustavo Rodríguez, portavoz de la Federación Provincial de Asociaciones de Exportadores de Productos Hortofrutícolas de Las Palmas (Fedex). A estos agricultores les permite prescindir de usar el agua desalada, que implica un coste mayor, y recurrir a los embalses. Sin embargo, en La Aldea de San Nicolás, donde se ha recibido con repique de campanas el rebose de sus presas, la humedad ha traído consigo el mildiu, “un hongo conocido como la mancha negra que afecta a los tallos y acaba con la planta”, subraya Rodríguez. Y en dicho municipio ya afecta a un tercio de los cultivos de tomate.
“Agroseguro no cubre los daños por esta plaga y nos hemos dirigido a la Consejería para establecer algún tipo de ayude que contribuya a paliar los efectos que se producen, además, en el ecuador de la campaña”, explica Rodríguez. “Esta ha sido la cara más amarga porque las lluvias fueron casi de cinco días y no conseguimos liberar del exceso de humedad las explotaciones”, añade. Además, esto sucede en un cultivo arraigado en la historia del Archipiélago que mira con incertidumbre 2021, ya que sin un incremento de las ayudas tendrán serias dificultades para la siguiente campaña.
El inicio de la campaña de la zafra de 2019-2020 comenzó casi en el mismo momento en el que España decretaba el primer estado de alarma en marzo. “Había demanda porque los países receptores de tomate canario no tenían tanta incidencia y pudimos aguantar”, recuerda Rodríguez. Pero a partir de octubre, la segunda ola golpeaba con fuerza en los principales mercados de la fruta: “Se dispararon los contagios en Alemania, Bélgica, Holanda y Reino Unido; también, aunque de forma más tibia, en los países nórdicos”. Y en el último trimestre del año padecieron los rigores de las medidas: “Quedaron las grandes superficies, pero no era suficiente”, sobre todo, teniendo en cuenta que “siguen entrando la misma cantidad de tomates a un mercado que no consume la totalidad de lo que recibe”. Salvo que el exportador cuente con un contrato firme con el comprador, con el precio fijado, acceder al mercado libre es muy complicado.
Por ello, Rodríguez vaticina una campaña de 2021 “muy dura” y ya han trasladado su preocupación al Gobierno de Canarias para que puedan mitigar las pérdidas con “ayudas de contingencia”, de modo similar a los fondos destinados al subsector de flores y plantas, que sufrió un gran impacto. “Esto no tiene pinta de recuperarse” y con las ayudas del Posei no es suficiente, según Rodríguez. En la reciente modificación del programa, el subsector del tomate pasa de recibir 15.000 a 24.000 euros por hectárea, pero esto no podrán empezar a percibirlo hasta 2022. “Esto se aprobó el 31 de enero de 2020 y entró en vigor el 1 de enero de 2021, pero son para años vencidos, explica Rodríguez. Es decir, este año recibirán 15.000 euros porque es relativo a la actividad de 2020. ”Y algunos productores no saben si podrán llegar a 2021“, afirma.
También, para aquellos agricultores que tienen sus cultivos en invernaderos, la lluvia ha causado más perjuicio que beneficio. Luis Jiménez, que tiene una empresa dedicada al pimiento, dice que la borrasca ha supuesto alguna rotura de invernaderos de plástico y el frío ha ocasionado “falta de maduración”. “Nosotros no somos extensivos. Si fuera una plantación de olivos o almendros, la lluvia es buena”, pero en su caso la lluvia es positiva “si llena las presas y poco más”. Jiménez explica que la pandemia no le golpeó con dureza porque vende sus productos a grandes superficies, pero sí ha podido observar que “se está dejando de plantar” para subsistir ante los bajos precios de venta: “El que tiene ocho hectáreas planta cuatro”. A su juicio, esta situación se prolongará mientras no se restablezca el turismo.
Pequeños agricultores
En La Palma, la borrasca Filomena dejó paisajes siberianos en sus cumbres. Las lluvias empaparon de punta a punta la isla bonita, dejando 108 litros por metro cuadrado en zonas como Garafía, y las 11 presas del Cabildo palmero aumentaron hasta el 76% con 2.623.094 metros cúbicos de agua. “Yo tengo 52 años y solo recuerdo ver algo parecido cuando tenía 8 o 9 años”, rememora Concepción González, agricultora con 27 años de experiencia en el sector y dedicada al cultivo hortofrutícola en dos hectáreas ubicadas en La Palma, que vende en mercadillos.
A pesar de que parte de sus papas y sus fresas se han estropeado por la humedad, González remarca que las lluvias para el campo palmero “han venido muy bien”. Sobre todo para los árboles de zonas de medianías y de cumbres, como manzaneras, perales o castañeros, “que estaban secándose”. Además, resalta que los “acuíferos están llenos y ahora no se necesita agua para regar”.
González recuerda que en los primeros meses del estado de alarma no tenía manera de vender sus productos, al cerrarse los mercadillos. Solo podía recurrir a la venta a domicilio. Con la reapertura, tiene dónde dar salida a sus fresas o sus verduras, aunque “se nota que hay menos gente, porque faltan turistas”. Ahora, percibe que “el comercio local está funcionando”, algo que achaca a una de las enseñanzas de 2020 en el Archipiélago: generar más conciencia de la importancia de consumir producto local.
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