No le vale al señor Soria haberse llevado por delante una acción estratégica del Gobierno de Canarias como era la producción de 500 megavatios de energía eólica. Para eso tuvo que nombrar consejero a su propio hermano, nada adornado por méritos ni capacidades, más bien reputado como un incompetente. Ahora, ante la inauguración del teatro Pérez Galdós, no duda en ensuciar el inicio de andadura despidiendo a una profesional reputada y seleccionada por mérito y capacidad, como exige la Constitución española, para nombrar a una analfabeta musical que se llama Teresa Cruz, esposa de Larry Álvarez. Si han sido capaces de esto ahora ya estamos seguros que han sido capaces de más cosas, dentro y fuera de la Fundación. Y eso explica tantos escándalos de la reciente vida política y social de Gran Canaria. Porque valga como una siguiente reflexión que, o estamos equivocados, o aquí hay indicios de delito, sea tráfico de influencias o coacciones, y nada pasa porque acaso sea preciso denunciar. ¿Pero es que la fiscalía jamás actúa de oficio? Esta semana se estrena la ópera Lucrecia Borgia, y en ella el héroe Gennaro afirma en un momento ante el malvado Duque: “Más importante que la vida es la verdad y el honor”. Algunos no se juegan aquí un presupuesto o un empleo. Aquí algunos tendrán que entenderse con el honor. Eso sí, ante su conciencia, que hoy en día las cosas del honor no son públicas y se ventilan en privado. Mientras tanto, además de informar y de denunciar, nos preparamos para valorar el estado de salud de la sociedad civil una vez constatado que parte de la clase gobernante está podrida. Y el termómetro estará en la capacidad de oponerse a esta situación por lo que es y como preventivo, porque sólo faltaría que se instalara definitivamente en nuestra vida cotidiana la canallada impune ejercida por aquellos que han sido elegidos para ser nuestros representantes.