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Independentismo y nacionalismo canario (I)

Carmelo Dávila Nieto / Carmelo Dávila Nieto

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Obviamente, este no es caso de nuestro Archipiélago porque si es palmario que está fuera de la España peninsular, forma parte de ella y no está regido por leyes especiales sino por las mismas que en la considerada metrópoli y no se están llevando para ella nuestras riquezas naturales como sucediera con las divisas que generaban nuestros exportadores durante la tiranía franquista, que contribuyeron importantemente al progreso de Cataluña y Vascongadas -cosa que no se ha dicho- y con las de las colonias americanas. Como canario -y lo soy tanto o más que ellos que se arrogan en exclusiva la canariedad- no siento en absoluto ese miedo que nos imputan. Y pongo en su conocimiento un hecho muy elemental que todos los separatistas parecen desconocer o que quizá ocultan ex profeso para embaucar a los ignorantes, lo que es pésimo: que todos los canarios somos consecuencia de la conquista castellana; que nuestra cultura actual -con inclusión, por supuesto, de lo poco que se ha conservado de la aborigen (especialmente deportes), muy admirable, interesante y respetable- no es Amazig, como algunos nostálgicos afirman, sino española y por ende europea.

¿Cuál fue la cultura de Carrasco, de Viana, de Viera y Clavijo, de Luján Pérez, de Juan de Miranda, de Ponce de León, de Néstor Martín-Fernández de la Torre, de Pérez Galdós, de Tomás Morales, de Saulo Torón, de Oscar Domínguez, de Manolo Millares, de Martín Chirino, de César Manrique, de Pepe Dámaso, de Teobaldo Power, de Juan José Falcón, de Alfredo Kraus, de Pedro Espinosa, de Matías Díaz Padrón, de Antonio Rumeu de Armas, de Alfredo Herrera Piqué y de tantos otros intelectuales, científicos, artistas, etc., canarios?

Tampoco creo que los independentistas sean tan ingenuos que piensen que en el siglo XXI nuestras islas estarían todavía pobladas por los aborígenes; habrían sido conquistadas hace siglos por portugueses, franceses, holandeses o ingleses o, lo que hubiese sido pésimo, por marroquíes y, obviamente, los canarios serían otros y no nosotros que, insisto, somos consecuencia de la conquista castellana -¿De dónde proceden la mayoría de nuestros apellidos?-. Y no se deduzca tendenciosamente que estoy justificando las crueldades cometidas que condeno rotundamente sin admitir atenuantes; pero ¿qué conquistas fueron incruentas?. ¿Las cartaginesas, las romanas, las de las hordas asiáticas, las de las tribus bárbaras, las musulmanas, las portuguesas, las francesas, las holandesas, las inglesas, las del Oeste americano? Y quizá el Archipiélago tendría otro nombre. Los separatistas mancillan la memoria de Fernando de Guanarteme al acusarlo de traición a su pueblo, lo que no es cierto: fue un hombre realista que evitó el exterminio en masa de los aborígenes. ¿Acaso prefieren que en Ansite se hubiesen repetido las matanzas de Sagunto y Numancia? No quiero creer que nuestros independentistas estén vinculados a ese grupillo pro-marroquí que se denomina Frepic-Awañac que, subvencionado por el reino de Marruecos, de cuando en cuando nos “deleita” con hilarantes comunicados en los medios de difusión, pagados por supuesto, por sus patrocinadores.

¿Creen, honrada y sinceramente, que perteneciendo a Marruecos estaríamos mejor que integrados en España? ¿Consideran que sería posible una Canarias independiente con nuestros escasos recursos? -el turismo está en recesión-. ¿Cómo defenderíamos nuestra independencia sin poseer un ejército suficientemente armado y preparado para disuadir a Marruecos de pretensiones anexionistas? (en los mapas marroquíes incluyen a Canarias en su territorio). Y en caso de que se lograra ser una nación en toda su acepción ¿Dónde radicaría la capital? ¿Se le concedería a Santa Cruz de Tenerife, que carece de historia, solera y alcurnia? Si se diera este lamentable caso se repetiría el expolio que sufrió la Real Ciudad de Las Palmas, cuando en la organización administrativa de España, en el siglo XIX se designó a aquel villorrio Capital de la Provincia de Canarias por un arbitrario Real Decreto de Isabel II, de 30 de noviembre de 1833, resultado de las intrigas de los diputados chicharrones, hecho insólito en la Nación ya que todas las ciudades que fueron declaradas capitales provinciales poseían historia y tradición, excepto Santa Cruz que de villorrio pasó a villa y que había sido barrio portuario de La laguna hasta el 26 de agosto de 1803, por lo que solo contaba con ¡treinta años! de existencia independiente, conculcándose los absolutos derechos históricos de nuestra Ciudad que era sede de los organismos religiosos y de la Corona que la habían hecho, de facto, la capital de Canarias durante más de tres siglos, si bien los Comandantes o Capitanes Generales en la segunda mitad del siglo XVIII se trasladaron desde Las Palmas a La Laguna, primero esporádicamente y después permanentemente, por el negocio de los vinos -¿qué tendría que ver la vinicultura con la milicia?- para después pasar a residir al barrio porteño: Santa Cruz de La Laguna -que no de Tenerife, entonces-, desobedeciendo la orden real de habitar en la Real Ciudad de Las Palmas.

Si eso se hiciera, Gran Canaria volvería a estar totalmente sojuzgada y oprimida por el feroz centralismo santacrucero, infinitamente superior al franquista. Los Comandantes o Capitanes Generales favorecieron descaradamente a Santa Cruz y hubo alguno, Antonio Moreno, que en 1840 preparó una invasión militar a nuestra Ciudad en la que, alertados de esa intención por algún espía, se reclutaron varones entre quince y cincuenta años para vigilar las costas y repeler la posible agresión; también talaron nuestros bosques, llevándose la madera a la capital provincial interina, lo que desencadenó un motín contra los comisionados chicharrones que tuvieron que huir velozmente; cuando la mortal epidemia de cólera morbo asiático de 1851, que ocasionó en Las Palmas el fallecimiento del 20'4 por ciento de sus habitantes, Santa Cruz ordenó que se la incomunicara rigurosamente durante nueve meses, entre junio de 1851 y febrero de 1852, no pudiendo entrar en puerto ni salir buques, ni recibir ayuda humanitaria o medicamentos; igualmente intentaron en reiteradas ocasiones trasladar desde Las Palmas a Santa Cruz la Real Audiencia.

¿Y con los descendientes de estos chicharrones pro-nazis, imbuidos de su misma tiránica ideología hemos de construir Comunidad Autónoma? ¡Organicemos la nuestra propia! Todas las tropelías y despojos relatados y muchos más, están documentadamente expuestos en interesantísimo y recomendable libro que deben leer todos los grancanarios Santa Cruz dominadora, del competente historiador Agustín Millares Cantero.

Carmelo Dávila Nieto

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