Lentitud

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El AVE a Galicia no acaba de llegar nunca. Como en un cuento de Cunqueiro o de Torrente. Es un decir: la alta velocidad ferroviaria está en Galicia, oficialmente desde el 21 de diciembre de 2021, aunque hay ciertas discrepancias con los anchos y los talgos. Un cursi, o una cursi con mayor énfasis, diría que “en ese sentido” los viaductos estropeados de la A-6 se demoran en su reparación. ¡Manda carallo en La Habana! Pero los gallegos tienen paciencias infinitas, los coruñeses tenemos muchas menos y casi nunca nos hacen caso, por eso perdimos la capitalidad regional, y alguno diría, cursi también, sin duda, que así está el equipo de fútbol donde está.

Y en el marasmo, se ha producido una parada a cámara lenta de la realidad. En este caso, como en un cuento de Heinrich Böll, en Vigo siempre es Navidad. En Las Palmas de Gran Canaria, siempre primavera, la futura alcaldesa podrá llevar con las orejas gachas a sus futuros socios de gobierno. Como pregunta una vieja canción gallega, “Bailaches Carolina” y ella responde que bailó, sí señor, y bailó con su amor. Veremos. “En ese sentido” las personas madrileñas son una especie en peligro de extinción: quisieron contratar, a cara de perro, a Bertín Osborne para la alcaldía y a Belén Esteban para la presidencia de la comunidad. Algo ocurrió en el laboratorio porque el alcalde encogió, aunque siguió con su casposo casticismo, y la presidenta embelleció de manera considerable, a pesar de las palabras sueltas y de la dificultad para enhebrar una idea. Pura retórica machista. Aquí lo que importa es acabar con el “nuñismo”. “¿Pero no se había acabado con Joan Gaspart?” Me escribe ajetreado el primer culé de la escalera. “No, hombre, no”, le respondo, “se trata de otro nuñismo, no el de Núñez y Navarro, el de Os Peares: cuando se instala nunca se va.”

Con admiración me quedo en Barcelona, y le cuento a mi hijo cómo ganamos en 1982 el premio FAD, Ella y yo. Bueno, ganó el “Gimlet” de la calle Santaló, por su interiorismo, pero sucedió que Ella y yo aparecimos en la foto, desaparecida. Por eso esta semana volví a “El largo adiós”. En esta novela fin de saga o principio de imperio desde el cine “Capsa” en la calle Aragón, se instaura el “gimlet” como bebida oficial del desarraigo y de los desarraigados. “Sabía que iba a ser uno de esos días locos. Todo el mundo los tiene. Uno de esos días en que no entran más que las ardillas que no pueden encontrar sus nueces y los mecánicos a quienes siempre les sobra una rueda.” Dice Marlowe en “El largo adiós”, capítulo 21. Vale.

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