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Espacio de opinión de Canarias Ahora

El monstruo que se alimentaba del amor

Cartel de tolerancia cero con la violencia de género.

Alba Marrero

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Llevo unas cuantas semanas sin ir al cole. No porque esté malita ni nada sino porque ya el mundo no está hecho con normalidad. Nos han encerrado a todos en casa. Papá me ha contado que es porque ha llegado un monstruo enorme al planeta. «Es como un moco gigante», me dijo. Al principio pensé que era una de sus bromas pero mamá me explicó que se alimentaba del cariño y del amor así que todo el planeta está en casa, escondiéndose del moco. Bueno, el planeta no, los humanos me refiero. En la tele han dicho que tenemos que fingir que no nos queremos, que no nos necesitamos y que, bajo ningún concepto, nos abracemos ni nos demos besos para ver si el monstruo se aburre y se va.

Tengo mucho miedo. Papá y mamá dicen que no pasa nada pero el otro día escuché llorar a mamá después de hablar con su jefa por teléfono. A lo mejor también su jefa tenía miedo pero no ha vuelto a llamar.

Echo de menos jugar con María pero ahora lo hago mucho con papá y con mamá. «En casa el monstruo no puede ver que nos queremos, cariño», me dijo papá cuando le esquivé un abrazo asustada. Aun así, le he pedido que ya no me dé el beso de buenas noches. Tengo el presentimiento de que el monstruo está cerca y no quiero que nos vea por la ventana y nos deje sin amor para siempre.

Para mí lo de los monstruos no es algo nuevo. Desde que nos mudamos a esta casa hay un monstruo en el armario que se despierta por las noches. Nunca le he visto pero hace crujir las paredes. A veces con tanta fuerza que me tapo los oídos con las manos deseando dormirme pronto. Ya sé que todos los niños tenemos uno pero este monstruo es el que más miedo da en todo el mundo mundial. Además… ahora que pasamos tanto tiempo en casa, le escucho gruñir a diario.

Hace unas semanas gritó con tanta fuerza que le pude entender, como si ya no hablara en el idioma de los monstruos. Escuché, claramente, que tenía hambre y que nadie le había puesto de comer. Sonaba tan enfadado que me asusté. Fui corriendo a la cocina a por un vaso de leche y unas cuantas galletas y se las dejé en la puerta del armario. A lo mejor así se calmaba. Me tapé fuerte los oídos y me dejé dormir. Creo que no le gustó porque al día siguiente, la leche y las galletas seguían ahí. También, hace unos días le escuché gritar con mucha fuerza que tenía frío. « ¡Cierra esa maldita ventana; lo haces para fastidiarme!». Dio tantos golpes que me asusté y la cerré. ¿Por qué mi monstruo tenía que ser tan desagradable? ¿Por qué no duerme por el día como el resto de los monstruos de armario?

Sospecho que el monstruo de mi armario y el que se alimenta del amor tienen que ser amigos o algo así. Creo que si a mi monstruo no le gustó la leche y las galletas es porque a lo mejor también come cosas que no se pueden comer. ¿Cómo se come el amor? ¿O… el miedo? Quizá por eso estos monstruos son tan peligrosos. No hay nada que les quite el hambre. A lo mejor es que llegaron a este planeta sin entender cómo funcionaban las cosas aquí. Y como no entienden que el amor es algo bueno y hace sentir cosas bonitas pues se enfadan.

Anoche… me metí en la cama y cerré los ojos con fuerza pero vi salir una luz del armario. Se me aceleró el corazón. El monstruo estaba ahí. Escuchaba sus golpes. Cerré los ojos con mucha fuerza y me tapé bajo la manta pero era imposible. La luz seguía ahí y… los golpes. Tenía que hacer algo así que si intentaba explicarle que el amor era bueno, a lo mejor ya no daría más golpes.

Me acerqué poco a poco. Mis manos temblorosas abrieron la puerta del armario y… allí estaba. Un agujero muy pequeñito, como si los golpes acabaran de tirar parte del soporte del armario dejando ver un hueco en la pared. Me asomé y por un ojo pude ver unas piernas, como de un monstruo gigante, como de una bestia y a una mujer en el suelo que sangraba por la nariz.

Le escuché gritar con mucha fuerza que qué demonios hacía en el balcón en bata provocando a los que aplaudían « ¿Qué pasa que quieres que otros te quieran? ¡A mí, tienes que quererme a mí!», gritó y la empezó a golpear. Quité mi mirada y empecé a chillar y a dar golpes contra la pared, suplicando que parara. Enseguida papá y mamá vinieron.

-Cariño, cariño ¿Qué pasa?

- El monstruo papá, el monstruo que se alimenta del amor está aquí. Está en la casa de al lado.

*Teléfono de Atención a las Víctimas de Violencia de Género que no deja rastro en la factura pero sí es necesario borrar del registro de llamadas: 016.

* Números de WhatsApp proporcionados por el Ministerio de Igualdad para recibir apoyo emocional: 682 916 136 y 682 508 507.

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