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La paja del ojo

Cristóbal D. Peñate

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Lo que es no tener nada que hacer. Si ya hay ministros que trabajan poco y no se ganan honradamente su sueldo, cuando están en funciones se aburren de no dar golpe y por eso a algunos, como Soria, les da por poner demandas, denuncias y querellas contra sus oponentes políticos para pasar el tiempo y entretenerse un poco tras enchufar a unos cuantos.

Tras el varapalo que recibió por parte del Consejo General del Poder Judicial, que archivó la denuncia de fiscalía contra la diputada de Podemos y juez en excedencia Victoria Rosell, el ministro en funciones retiró su querella ante el juzgado para anunciar automáticamente que la vuelve a presentar, pero ahora ante el Tribunal Supremo. Ahí está don Erre que Erre. Paco Martínez Soria debió ser un antepasado suyo.

Por si el dirigente popular no tuviera poco, se ha unido al ex fiscal general del Estado y ex delegado del Gobierno en Canarias, Eligio Hernández, para que lo represente legalmente ante los tribunales. Los dos le tienen una inquina y una ojeriza tremenda a Rosell y por eso se han juntado el hambre con las ganas de comer. Aquí se expone muy gráficamente la diferencia entre la vieja y la nueva política.

El ministro en funciones está empleando la táctica de los titiriteros o de la tinta del calamar, o sea, que mientras se incendia su casa no llama a los bomberos, sino que mira para otro lado intentando apagar el fuego con la manguera de unos guiñoles. Así, desvía la atención de lo verdaderamente medular. Ya saben, cuando el sabio señala la luna, el tonto mira el dedo.

Resulta más extraño aún porque el PP no está para tirar cohetes con tantos cargos públicos y orgánicos imputados, algunos ya condenados y encarcelados. Soria no tiene ninguna fuerza moral para meterse con jueces, reinas magas o titiriteros mientras su partido apesta a corrupción por sus cuatro puntos cardinales. Si él cree que eso va a desviar realmente la atención es porque piensa que sus paisanos somos bobos de baba y de Babia.

Confunde la gimnasia con la magnesia y el culo con las témporas. Se fija en la paja en el ojo ajeno cuando tiene una gran viga en el suyo propio. No hay peor ciego que el que no quiere ver y peor sordo que el que no quiere oír.

Es una pena comprobar los últimos estertores de un político que fue la gran esperanza blanca para los suyos y ha terminado por convertirse en la última Esperanza Aguirre.

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