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De la atlanticidad de Canarias

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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11 de julio de 2002: Un pelotón de gendarmes marroquíes ocupan el islote Perejil, un peñón deshabitado al oeste de Ceuta, cuya soberanía española discute Marruecos. Rabat afirmó ese mismo día por la noche que el islote es marroquí y que no piensa abandonarlo.

15 de julio de 2002: La OTAN califica de “gesto inamistoso” la ocupación marroquí de Perejil y exige a Rabat “la inmediata restitución del statu quo”.

16 de julio de 2002: Marruecos releva a los doce gendarmes que ocuparon el islote de Perejil el pasado jueves por un grupo de doce infantes de marina, un cuerpo de más alta cualificación desde el punto de vista militar y prepara para el día siguiente una visita al islote para periodistas extranjeros. Por la noche, el Gobierno de Madrid anuncia la retirada indefinida de su embajador en Rabat.

17 de julio de 2002: Llegan al islote Perejil 28 soldados pertenecientes a un grupo de operaciones especiales a bordo de cuatro helicópteros de transporte de tropas, que sin disparar un solo tiro, redujeron a las fuerzas marroquíes. Los infantes de Marina marroquíes que ocupaban el islote fueron capturados, desarmados y entregados a la Guardia Civil, que se encargó de repatriarlos a Marruecos a través de Ceuta, devolviendo sus armas y enseres. El ministro marroquí de Asuntos Exteriores, en una rueda de prensa celebrada en Rabat, asegura que “la ocupación española constituye un acto rechazable y equivale a una declaración de guerra”.

18 de Julio de 2002: El presidente del Gobierno, José María Aznar, hace una declaración institucional y lanza una ofensiva negociadora para cerrar la crisis de forma estable y duradera.

20 de julio de 2002: Al anochecer, España retira a los legionarios que defendían el islote, después de llegar a un acuerdo con Marruecos para desmilitarizarlo, con el compromiso de que no lo vuelva a ocupar y restablecer, por lo tanto, el statu quo anterior a la ocupación marroquí, que es lo que exigía España. En el acuerdo intervino Collin Powell, secretario de Estado norteamericano, seguramente a petición de Marruecos.

Ninguna opción militarista es aconsejable conforme a las normas del Derecho Internacional vigente y a la Carta de las Naciones Unidas. Pero tampoco lo es la pasividad ante una crisis puntual como la de Melilla. O el abucheo a un prosaharaui en el Auditorio de Tenerife durante un meeting socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.

Y no lo es porque el mapa existe. Sí? Existe ese mapa en el que las Islas Canarias, en el despacho del Rey de Marruecos, están pintadas en el mismo color amarillento que el resto del territorio marroquí según la monarquía alauita (Sáhara, Islas Canarias, Ceuta, Melilla e islotes adyacentes), al lado de la bandera roja con estrella verde de cinco puntas; porque, según Marruecos formaríamos parte indisoluble de ese Gran Marruecos utópico magrebí. Y desde un bloqueo encubierto y una discriminación a las policías nacionales españolas por el integrismo islámico, se puede pasar primero a la ocupación de las ciudades autónomas españolas en África; y después Canarias. Porque eso sería lo que sucedería inmediatamente de que se proclamase la República Federal Independiente de Canarias. Por eso la independencia no es el camino, y no tiene razón de ser. Lo que tendría razón de ser es un autogobierno democrático eficaz sin sombra de caciquismo o corrupción. Dese cuenta el lector del empleo del condicional, pues es aún -tras 19 años de autonomía- un “desiderátum”.

¿Si fue deslealtad la visita del exPresidente Aznar a Melilla, no lo fue también la del en su momento líder de la oposición José Luis Rodríguez Zapatero el 16 de diciembre de 2001 a Rabat, en plena crisis diplomática, en vísperas del incidente de Perejil, a entrevistarse con el ya actual rey de Marruecos?

Sólo desde el paraguas de la Unión Europea y de las instituciones internacionales de las que ésta forma parte frenaremos las apetencias de Marruecos. Sólo desde el fortalecimiento del eje atlántico europeo-estadounidense, frenaremos las apetencias marroquíes de “petróleo y territorio”. Dejémonos de entelequias ficticias de medianas, Estados archipelágicos y mar territorial, y defendamos lo que hay que defender: la atlanticidad de Canarias.

Y hagámoslo de una vez desde gobiernos fuertes, tanto en lo autonómico como en lo estatal. Es lo menos que podemos pedir los ciudadanos canarios en estos tiempos de crisis. Canarias no es África, ni América, ni Europa. Formamos parte de la Unión Europea, y somos atlánticas y tricontinentales. Ésa es, en verdad, nuestra realidad primigenia.

El león reconoce a quien se echa a sus pies? Tengamos esto siempre en cuenta?

José Carlos Gil Marín

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