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La muerte de un mago

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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El despiadado Terminator, modelo T-800, sobre todo cuando acaba siendo visible su endoesqueleto se alejaba mucho de la imagen que, hasta entonces, se tenía de lo que comúnmente se conocía como robot. Aquel Ciborg enviado por Skynet rompía con buena parte de los tópicos existentes sobre este tipo de personajes, adentrándose en un terreno bastante desconocido.

Y, sin lugar a dudas, uno de sus principales responsables del éxito, además del propio James Cameron ?quien diseñó los letales vehículos que aparecen en las primeras secuencias- fue Stan Winston, uno de los grandes “magos” del cine contemporáneo, el cual falleció hace unos días, tras una larga batalla contra el cáncer.

Gracias a su trabajo y al de las personas que forman parte de su estudio, fundado en 1972 -tras un periodo de aprendizaje en Walt Disney- cualquier animal, criatura alienígena o personaje de fantasía se podía llegar a ver en la gran pantalla.

Winston, quien originalmente quería ser actor, se decantó por el mundo de los efectos especiales y el maquillaje, tras comprobar que su carrera delante de las cámaras no tenía futuro. Tras pasar tres años aprendiendo todos los trucos del oficio, Winston decidió fundar su propia empresa y ofrecer sus servicios a la industria.

Sus primeros trabajos fueron Gargoyles ?por el que ganó un premio Emmy-; la adaptación de la novela The Autobiography of Miss Jane Pittman; y las peludas indumentarias de la familia Wookiee, las cuales se utilizaron en el Star Wars Holiday Special de 1978.

Sin embargo, el éxito y el reconocimiento por parte de la industria llegarían una vez se hizo cargo de la película Terminator.

Gale Ann Hurd, productora de la cinta, recordaba el primer encuentro con Winston con estas palabras.

El gran artista del maquillaje, Dick Smith, me presentó a Stan, su protegido, a principios de los años ochenta. Jim Cameron y yo queríamos que Dick fuera el que creara a Terminator, pero éste quería presentarnos a Stan Winston, porque estaba convencido de que él haría un trabajo mucho mejor. Y tuvo razón. La habilidad que tenía Stan era única, podía hacer que objetos inanimados tuvieran vida y que, además, no costara creer que en realidad eran seres vivos. Además, Stan era, en pocas palabras, el hombre más simpático del negocio.

Otra consecuencia directa de Terminator fue la buena relación que mantuvo Winston con el entonces actor y ahora gobernador del estado de California, Arnold Schwarzenegger. Schwarzenegger declaró, tras enterarse de la muerte de su amigo, el negocio del entretenimiento ha perdido a un genio. Y yo, a uno de mis mejores amigos. Lo que siempre quedará en mi corazón es la forma que trataba Stan a todo el mundo, como si cada uno de sus amigos fuera también su familia.

Terminator catapultó, tanto al director como a Winston a la primera línea de la industria cinematográfica y la colaboración entre ambos dio, como resultado, el primero de los cuatro Oscar que ganó Winston. En aquella ocasión éste le fue otorgado, en 1986, por su trabajo en la creación de las criaturas ?sobre todo la impresionante Reina Alien- de la película Aliens.

Cinco años después, el estudio de Winston fue responsable de buena parte de los efectos de la continuación de Terminator, la cual elevó, todavía más, la categoría de verdadero genio de los efectos visuales a Stan Winston.

En 1997 y también junto a James Cameron y el ex-General Manager de ILM, Scott Ross, Winston fundó la empresa Digital Domain, empresa responsable de los efectos que luego se utilizaron en la ya mítica película de Cameron, Titanic.

La aventura duró poco y Digital Domain quedó luego sólo en manos de Ross, pero la relación entre Winston y Cameron continuó, razón por la cual Winston trabajaba ahora en los efectos de la película Avatar, título con el que Cameron regresará a las pantallas después de una década.

Además de estos trabajos, Winston fue el responsable de las criaturas tan reconocibles como los Depredadores; de las prótesis que transformaron a Danny DeVito en el demente pingüino de Batman Returns, y a Johnny Depp, en el entrañable Eduardo Manostijeras ?ambos para el director Tim Burton-; o de los espectaculares dinosaurios utilizados como parte de la producción de Parque Jurásico, en conjunción con la empresa ILM.

Uno de los máximos responsables de la empresa creada por George Lucas, ILM, Dennis Murren, dijo de Winston Stan asumía riesgos y decía sí cuando otros decían no. Eso significaba que podías hacer una película como Jurassic Park. Creo que se le tiene que recordar por esto, por dar oportunidades, y porque quería que las películas resultaran lo mejor posible.

Otros trabajos dignos de reseñar de Winston son Congo, Small Soldiers, Big Fish, la tercera entrega de la saga Terminator, Constantine y Iron Man, la cual se acaba de entrenar en nuestras pantallas. El director de esta última, Jon Favreau, se expresó en estos términos al hablar de Winston

Era un gigante de este negocio. Tenía su experiencia y me ayudó a llegar a buen puerto, sin por ello perder su entusiasmo infantil. Era el rey en cuanto a efectos especiales, y sobre todo en cuanto a conjugarlos con imágenes generadas por ordenador.

Winston tuvo tiempo de dirigir dos películas, además del un vídeo de Michael Jackson, Ghost. La primera de ellas fue Pumpkinhead y, a pesar de los malos resultados de taquilla, se acabó convirtiendo en una película de culto. En 1990 sería el responsable de A Gnome named Gnorm, historia fantástica sin mayores pretensiones, en la que destacaba el animatronic del gnomo que daba nombre a la cinta.

Lo curioso del caso es que Winston, cuyo nombre estará siempre asociado a la imagen del Terminator T-800, no se consideraba a si mismo como una persona apegada a la tecnología.

No soy nada técnico; es más, soy un ignorante en cuanto a tecnología se refiere. Eso sí, me encanta crear personajes y contar historias increíbles.

Y fue precisamente su amor por contar buenas historias lo que le ha llevado a ocupar un lugar de honor en la historia el cine fantástico contemporáneo, un género que siempre estará en deuda con el trabajo y su capacidad por hacer posible, lo imposible.

Eduardo Serradilla Sanchis

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