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El secuestro del gallo de Lucas Bravo

Rafael González Morera / Rafael González Morera

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Un periodista inglés de The Guardian, rotativo londinense, logra entablar el palique con una señora de edad que tiene ganas de hablar, y lo hace por los codos, y comienza a narrarle lo que según ella vio la pasada madrugada. “A las tres de la mañana llegaron ocho o diez encapuchados, y empezaron a insultar con chillidos y tocando una matraca a Fernando y Laura, que son dos chicos buenísimos, encantadores, pero que han sido acosados por gente del Partido Popular, acólitos de Lucas Bravo, y más tarde se marcharon. Luego vi salir a Fernando, Laura y el gallo, y por lo que me han dicho, Fernando y Laura están escondidos en Las Palmas, y al gallo lo dejaron en La Atalaya en casa de unos parientes, pero no lo ponga en su periódico, que Lucas Bravo es capaz de irlo a buscar y retorcerle el pescuezo, se lo ha tomado como una cuestión de honor, el matar al gallo”.

Otro periodista alemán, de Der Spiegel, tiene otra versión diferente. Por lo visto los encapuchados pudieron llevarse al gallo, que está a buen recaudo en el despacho de Lucas Bravo en el Ayuntamiento de Santa Brígida. Hay temor en el pueblo de que el gallo pueda ser ejecutado, y comido por el alcalde. Otras versiones apuntan que un pariente de Fernando lo tiene escondido en La Atalaya. Lucas Bravo ha puesto a más de veinte policías locales a rastrear todo el pueblo. También se especuló que el gallo anda en la clandestinidad en un gallinero de Pino Santo. En la cafetería Malow de repente llegan unos doce guardias civiles. Unos son del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza), y otros del ECO (Equipo contra el Crimen Organizado), se reúnen para desayunar. Se ven que están exhaustos y cansados. Uno de ellos no se puede reprimir. “Estoy hasta los cojones vigilando gallos secuestrados, y además investigando todavía a toda esta gentuza del caso Brisan. Lo que nos faltaba ahora con el gallo. Esto es el cuento de nunca acabar”.

A la cafetería llega Amalia Bosch con unos amigos. Pide churros para cuatro, y sendos café con leche. Un periodista de Le Monde la aborda. “Madam, qué piensa usted de la desaparición del gallo de Lucas Bravo”. Amalia se mosquea, y mira al periodista francés con cara de pocos amigos@. “Mire usted, soy aliada del alcalde, aunque soy antagonista, pero muy aliada, reconozco que ser antagonista y aliada es una contradicción, pero qué quiere, hay extraños compañeros de cama en política, y en todos los órdenes de la vida. Del gallo no pienso hacer ninguna declaración sino está presente mi abogado”.

A estas horas nadie sabe donde coño está el gallo secuestrado de Lucas Bravo. Al pequeño führer se le vio a altas horas de la madrugada por el casco viejo de Santa Brígida cantando el kikiriqui.

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