Con la inminente marcha del embajador Santiago Martínez-Caro, hasta ahora director general de Casa África, empiezan a aflorar algunos secretos hasta ahora contenidos en esa discreción y que adorna generalmente a los buenos diplomáticos. Sus casi dos años al frente del organismo no han sido cómodos porque, al drástico recorte presupuestario que sufrió (alrededor del 80%), que le obligó a reducir programas y a adelgazar la estructura de funcionamiento, a Martínez-Caro le cayó pronto encima el látigo incómodo y totalitarista de José Manuel Soria. En cuanto pudo empezó a presionarlo para que destituyera al secretario general, Luis Padilla, que finalmente terminó sucumbiendo. El ministro de Industria quería que a Padilla lo sustituyera desde 2012 Luis Padrón, al que parece tener en muy alta consideración, porque al ver frustradas sus exigencias (la plaza quedó vacante hasta ahora tras la marcha a la OCDE de Luis Padilla) se empeñó en cargarse a Martínez-Caro y no ha reparado en gastos hasta conseguirlo. Se frustran de esta manera tan propia del individuo las expectativas que tanta gente había depositado en Casa África como instrumento para la política exterior en África conjugada desde las Islas Canarias. Con la mediocridad al frente sólo cabe esperar del organismo grandes fastos para honrar a Su Excelencia y misiones comerciales muy al estilo de uno de los más brillantes jefes que tuvo jamás Luis Padrón, José Miguel Suárez Gil, el Zorro Plateado.