Los insultos al prójimo deben ser pecado venial y su penitencia leve, tirando a la nada. De otro modo es difícil de explicar que al ex alcalde de Telde, Aureliano Francisco Santiago Castellano, le cayeran los insultos que le cayeron, incluso desde el clero. Un cura muy revolucionario (ya el término no es lo que era) con el pelo pintado de verde, llamó de todo al ex alcalde a la puerta de la basílica de San Juan, desde sinvergüenza hasta ladrón. El tal cura es párroco de Mar Pequeña y de La Garita, campanario este último que hizo sonar para celebrar el cambio de gobierno. El cura se llama Paco Bello, y consta en los anales de la ciudad que no es la primera vez ni será la última que arremete contra la autoridad establecida democráticamente. Además de las dos parroquias, el cura en cuestión tiene tiempo para darse un garbeo periódico por Radio Aventura (¡anda, otra vez Radio Aventura!) para desempeñar el papel costumbrista de Doña Juliana a través del cual también ha proferido extravagantes e irrepetibles insultos, además de risotadas y burlas a los defectos físicos de un determinado concejal.