Tiene que enfrentarse a un Gobierno canario en el que se consolida un pacto entre nacionalistas y socialistas que, a trancas y barrancas, está logrando transmitir a la opinión pública que se hace lo que se puede frente a una indignante avalancha de decisiones perjudiciales para las islas, unas mejor explicadas que otras, pero todas sangrantes, dolorosas e incomprensibles. Decisiones que Australia Navarro y los suyos se ven obligados a defender desde la frialdad de la bancada de la oposición incluso cuando no creen en ellas, poniendo sobre la mesa toda la pasión que se puede poner cuando solo se tiene como refuerzo intelectual lo que dice un argumentario enviado cada mañana desde Génova. Ayer volvió Australia Navarro a dar rienda suelta a su modo crispado e hiriente de ejercer la oposición. En un comunicado digno de una peña futbolística ante un clásico regional o de un encendido editorial de un día ulceroso del dueño de El Día, la portavoz del PP acusó a Paulino Rivero de ser un valiente subiendo impuestos y un cobarde a la hora de recortar en “el chiringuito político de la Comunidad Autónoma”.