La leyenda del moderado Feijóo
El día que Alberto Núñez Feijóo anunció su candidatura para dirigir el PP, allá por marzo del 2022, aseguró contundente: “No vengo a insultar a Pedro Sánchez, sino a ganar a Pedro Sánchez”. Así aterrizó en Madrid, con esa aura de político moderado, casi como un príncipe llegado desde un reino lejano para tomar la mano de la princesa, casi como el apuesto caballero rodeado de épicas leyendas. Pero el reino lejano resulta que estaba a solo cuatro horas de tren y la imagen de político moderado no era más que un retrato concienzudamente fabricado desde la prensa autonómica, controlada y regada de dinero público.
Probablemente todavía había quien la última semana creyó que la leyenda del Feijóo moderado se haría realidad. Que se materializaría ese Feijóo distanciado del ayusismo, un político dispuesto a dignificar la política y barnizarla de empatía y buenas formas. Por supuesto, ese Feijóo no va a aparecer. Porque el Feijóo moderado nunca ha existido. En Galicia ya conocimos hace bastante tiempo al Feijóo real, inmisericorde, sagaz y estratega. Basta con ver cómo llegó a la presidencia de la Xunta. Lo hizo tras una campaña electoral embarrada y repleta de noticias falsas contra Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana.
A Touriño lo calificó reiteradamente como “el sultán de Brunei”, convirtiendo en monotema electoral el Audi A8 blindado adquirido por la Xunta para sus desplazamientos (fue algo así como la campaña pre Falcon) o el mobiliario comprado por su gabinete en la remodelación del área de la Presidencia. El entonces director de la campaña de Feijóo, Alfonso Rueda, aseguró que aquellos muebles adquiridos por la Xunta eran un “insulto a la dignidad de todos los gallegos”, y que Touriño había cometido un “delito moral” por “derrochar lo que niega para prestaciones de la dependencia”. Años después, con Feijóo ya instalado en la presidencia de la Xunta, los muebles siguieron exactamente en el mismo lugar en el que estaban y el delito moral se terminó diluyendo porque la derecha puede adquirir lo que quiera, no la izquierda. También se aireó la fotografía de Anxo Quintana en el yate del empresario Jacinto Rey, presidente del grupo San José, pidiéndole enérgicas explicaciones por aquel encuentro ultramar. Claro que entonces todavía no habían salido del armario unas fotografías mucho peores: las de los viajes en yate de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado.
Con Anxo Quintana fueron todavía más lejos. El entonces presidente del PPdeG en Ourense, José Luís Baltar, se dedicó a esparcir insinuaciones sobre la vida personal de Quintana, llegando incluso a sugerir que había cometido violencia machista. Baltar aseguró que Quintana no estaba preparado para llevar el área de Igualdad del Gobierno gallego dados “los serios problemas de convivencia que tenía con su mujer”. “Pusimos al ratón a cuidar del queso”, afirmó. También se atrevió a insinuar una relación de Quintana con una de las conselleiras, Teresa Táboas. “Ahora me voy a meter con la conselleira de Vivienda, que es lo que le duele a Quintana. Sabéis que a ésa no se le puede tocar, porque a Quintana le molesta mucho”, dijo. Quintana lo denunció. “El señor Feijóo está haciendo la campaña más rastrera que se haya recordado en la historia de este país”, le espetó a un hombre que ganó la presidencia por la mínima días después: solo por un escaño y unos pocos miles de votos.
El moderado Feijóo, el que nunca iba a recurrir al insulto o agravio, es el mismo que ha permitido que la vicesecretaria de Sanidad y Educación del partido acuse (porque convengamos que esto es una acusación) en sede parlamentaria al suegro y al padre de Pedro Sánchez de enriquecerse con fondos públicos. Es el mismo Feijóo que después de la entrega de cestas de fruta a militantes del PP en la cena de Navidad del PP madrileño –después de esa campaña infame para camuflar el “hijo de puta” que Isabel Díaz Ayuso le profirió a Sánchez desde los asientos del Congreso– aseguró que cómo iba a rechazar la cesta: “Me parece un disparate... es como si rechazo una cesta de mazapanes o turrones. Esta es la censura del señor Sánchez”. Es el mismo que en una entrevista deslizó que “hay algún tic patológico en Sánchez” que “deberían estudiar los que saben de esto”. “Sería bueno”, insistió, que expertos en salud mental dirimieran “si ese tipo de carcajada en el Congreso de los Diputados es normal o si, por el contrario, hay algún indicio desde el punto de vista patológico que no es menor”. Es el mismo que auspició los pactos con la ultraderecha, el mismo que en campaña electoral sembró la semilla de la duda de fraude electoral. Es el mismo que ayer defendió la libertad de prensa, sin llegar nunca a censurar, ni siquiera calificar, las amenazas del director de gabinete de Ayuso a periodistas. Porque censurar las fake news está mal, decir que vas a “triturar” un diario es admisible.
El moderado Feijóo es el mismo que, en una entrevista la pasada semana en Onda Cero, afirmó que si llega a presidente del Gobierno su pareja no tendrá ningún contrato con la administración pública. Es más, “si tiene sponsor para hacer su trabajo y resulta que esos sponsors son posteriormente adjudicatarios de la administración pública, eso no se lo voy a consentir”, aseguró. Una exigencia ética que Feijóo no mostró con su propia hermana durante sus trece años al frente de la Xunta. Eulen, la empresa de seguridad, limpieza y servicios sociosanitarios capitaneada por Micaela Núñez, firmó contratos por valor de 37 millones de euros con la administración autonómica gallega.
Feijóo sabe que la doble vara moral de medir las cosas y esa cruda belicosidad juega bien en la derecha, al menos en la derecha reciente. Lo sabe porque lo ha vivido. Cuca Gamarra dijo el viernes que Feijóo ya está preparado para salir al rescate de España. Ya ha trenzado la crin de su caballo y dispuesto las alforjas. Así que prepárense porque en cualquier momento puede aparecer cabalgando al alba, entre la niebla matutina, el moderado Feijóo.
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