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José J. Jiménez

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El Cabildo de Gran Canaria ultima un plan para la creación de varios reservorios destinados a garantizar la cría del lagarto gigante de Gran Canaria, la lisa y el perenquén. No se trata, como sucede en El Hierro, de terrarios cerrados para la cría en cautividad. Serán grandes zonas abiertas situadas en parques urbanos dónde no sólo se garantizará el nacimiento y crecimiento de nuevas generaciones de reptiles. También servirán para dar a conocer a la población la importancia de estas especies endémicas amenazadas por la expansión en la isla de la Lampropeltis californiae (culebra real de California). El área de Medioambiente del Gobierno insular ha preparado un plan de choque que permitirá hacer frente a la realidad a la que se enfrentan estas especies con el lagarto gigante como eje del proyecto. “La especie no está amenazada a corto plazo”, conviene Manuel Amador, director del área de Medio Ambiente del Cabildo, pero “hay que tomar medidas y hay que tomarlas ya”. En principio se crearán cuatro de estos reservorios: uno en Las Palmas de Gran Canaria (Barranco de La Ballena), otro en Telde (Jinámar), un tercero en Agüimes y un cuarto en San Bartolomé de Tirajana (estos dos últimos sin ubicación aún decidida). Estos centros también servirán para reforzar la genética de los reptiles endémicos intercambiando ejemplares entre los distintos lugares para garantizar poblaciones sanas y viables. La dimensión del problema lo demanda: “Estamos intentando que la especie no entre en riesgo de extinción”, señala Amador quien resalta el papel “fundamental” que nuestros reptiles tienen en el conjunto de los ecosistemas insulares. “Son elementos cruciales y la presión que ejerce la culebra nos obliga a tomar medidas que garanticen la supervivencia de las especies y de los ecosistemas que dependen directamente de ellos”.

Un estudio del CSIC firmado por los biólogos Marta López y Julien Piquet pone números a la dimensión de la amenaza. En los lugares donde se asienta con fuerza la culebra de California desaparece una cifra superior al 90% de los lagartos gigantes, más del 80% de las lisas y hasta el 50% de los perenquenes. Son cifras brutales. Hablamos de un ‘impacto total’ y catastrófico. Números que se apoyan en un minucioso estudio de campo que entre mayo y septiembre de 2018 literalmente peinó más de 264 hectáreas para ver de qué manera afecta la expansión de la culebra de California a los reptiles locales. Para ello se siguieron dos estrategias: el uso de trampas (en 104,8 hectáreas con presencia de culebras y 101 libres de invasión) y el rastreo intensivo (en 29,6 hectáreas invadidas y 29,3 libres). Los resultados, como hemos adelantado, son concluyentes. La densidad de Lagartos de Gran Canaria en los lugares invadidos es de entre 0.73,1 y 4,24 individuos por hectárea; en los lugares en los que la culebra no está, la concentración de lagartos escala de manera considerable a un rango que va desde los 149, 09 a los 207,07 individuos por hectárea. Otro factor que pone de manifiesto la dimensión de la catástrofe es el impacto que tiene la culebra en los núcleos invadidos durante un tiempo más prolongado: ahí el lagarto grancanario ha dejado de existir. Sin embargo, en zonas próximas libres de la serpiente, el número de individuos por hectárea es de entre 165,55  y 240,31 en el este de la isla y de entre 116.01 y 196,06 en el norte. Es de cajón: dónde las serpientes campan a sus anchas el lagarto gigante desaparece. Y se ejerce una presión brutal sobre lisas y perenquenes. “Con el paso del tiempo, esas otras dos especies también se podrán ir extinguiendo. Una reducción del 50% ó del 80% como estamos viendo al final se traduce en que, probablemente, esas poblaciones no tengan suficientes individuos como para mantenerse”, pronostica Julien Piquet.

Por un lado están los datos fríos y las proyecciones a corto, medio y largo plazo y por otro lo que sienten los que trabajan tratando de poner freno a esta invasión. “Lo peor fue cuando empecé a visitar los ecosistemas que están invadidos y no escuchaba nada; ningún movimiento entre las plantas, ningún ruido entre las piedras... La verdad es que me saltaron las lágrimas”, recuerda Marta López. “Cuando diseccionamos las primeras culebras, las miraba y no me podía creer que eso podía estar pasando aquí. Me parecía increíble que este animal pudiera haber llegado a Canarias y se hubiera expandido de esta manera”, añade la bióloga del CSIC. Y es que todas las fuentes consultadas coinciden. El silencio es una de las consecuencias más sobrecogedoras de esta guerra implacable.

Ramón Gallo, es el técnico de GESPLAN encargado del plan de control y erradicación de esta especie invasora. “Nosotros estamos acostumbrados a caminar por Gran Canaria y oír los ruidos del lagarto cuando pasamos por los senderos. Y hay zonas en las que este ruido ha desaparecido. Es algo que sobrecoge. Estamos ante una invasión silenciosa con un impacto bestial”, declara. “Esta nueva especie llega a un ecosistema que no está preparado: se introduce en un lugar en el que no hay competidores en sus nichos ecológicos. Y se encuentra con una especie como el lagarto que es muy agresivo y ha sobrevivido a gatos, a perros, a las ratas y a la llegada del hombre. Pero este depredador se mete en su guarida y es capaz de matarlo. No tiene recursos para defenderse”, explica.

En Gran Canaria, la Lampropeltis californiae ha encontrado un lugar ideal para prosperar: las condiciones ambientales son casi idénticas a la de su ambiente natural (costa suroeste de Estados Unidos y noroeste de México), con abundancia de comida a su disposición (reptiles, pájaros y pequeños mamíferos) y sin depredadores naturales capaces de controlar sus poblaciones (aunque ya se ha documentado un caso de caza por parte de aguilillas). “Teniendo en cuenta las condiciones climáticas y de vegetación se llegó a la conclusión de que toda Canarias es un hábitat fantástico para esta especie. Sólo se quedarían fuera de su zona las cotas altas del Teide”, informa Gallo. Y eso explica la actual distribución de la culebra: con presencia muy numerosa en cuatro núcleos (Telde-Valsequillo; Barranco del Guiniguada; Gáldar y Montaña La Data –San Bartolomé de Tirajana-) y capturas y avistamientos esporádicos en un área muchísimo mayor que ya va incluyendo buena parte de la isla.

El factor clave para entender el éxito de la especie en tan poco tiempo (en apenas 20 años han ocupado de manera masiva unos 135 kilómetros cuadrados) es la intervención humana; la misma que originó el problema hace dos décadas atrás (el escape accidental o intencional de unos 20 ejemplares en la zona de La Solana -Telde-). “En condiciones normales teníamos claro que la expansión se hubiera contenido en un rango de la zona de Telde y Valsequillo, pero tenemos el problema del efecto multiplicador de la mano humana”, relata el técnico de GESPLAN. “Dos años después ya teníamos un segundo núcleo de población en Gáldar y es muy difícil determinar cuál será la evolución. Porque todo depende de factores impredecibles: tan sencillo como que alguien se empeñe en llevar ejemplares a algún otro lugar o que se escape alguna hembra preñada”. Ahora mismo, advierte Ramón Gallo, los dos retos son evitar que la especie colonice el Valle de Agaete y que encuentre algún camino hacia las cumbres de la isla. “Esta es una serpiente que se ve muy poco en superficie. Se sabe que está extendida por buena parte de la Costa Oeste de los Estados Unidos, pero es difícil verla. Son animales que viven gran parte de su vida bajo tierra y salen muy poco a la superficie. Pero la facilidad con la que se ve en la isla indica que la población está muy extendida”. La clave, suma la bióloga Marta López, es usar la tecnología para empezar a desnivelar a favor el campo de batalla. “Estamos trabajando muy duro y esperamos que se vayan sumando a esta lucha otros especialistas de otras áreas que puedan transferir su conocimiento a la lucha contra una invasora tan difícil como ésta”.

Un equilibrio que se rompe

Hagamos un esfuerzo de abstracción e imaginemos que ponemos todos los elefantes que viven en libertad en los ecosistemas africanos en el extremo de una balanza. En el otro a todos los lagartos gigantes que hay en Gran Canaria. Pues estos últimos pesarían más. No es broma. Y sí una muestra de la importancia que esta especie tiene para que las cosas funcionen como deben en nuestros campos, barrancos y bosques. “Los reptiles en las islas cumplen una función ecológica fundamental. Son especies clave que hacen que el resto del ecosistema funcione”, explica Marta López. Son la principal presa de buena parte de las rapaces y algunas aves cazadoras de la isla; son un agente polinizador de primer orden; comen frutos y esparcen semillas previamente digeridas –lo que facilita la germinación- de buena parte de las plantas endémicas y ejercen un control efectivo sobre los invertebrados. Y los efectos de su ausencia en los núcleos donde la culebra campa a sus anchas ya se dejan notar: “Los órdenes de invertebrados que los lagartos se comen en las zonas donde hay culebras incrementan su presencia media en más de un 20%. En el caso particular de las chinches –muy perjudiciales para muchas plantas-, ese aumento es del 80%. El impacto se traduce en un descuadre total del ecosistema”.

Pero es que ese impacto sobre especies nativas va más allá de los reptiles. “Ahora la serpiente se está alimentando de lo que tiene más a mano: lagartos, lisas, perenquenes, ratones… Cuando se acaben subirá a los árboles y buscará aves. Se trata de un depredador oportunista y que se va a adaptar a cualquier cosa”, lamenta Ramón Gallo. Un extremo que también confirman los biólogos del CSIC: “Ya es algo que se ve aunque no tenemos datos. En los lugares que llevan invadidos una veintena de años, se te cae un ojo y no ves un pájaro pequeño. Han desaparecido; ¿y por qué? ¿Por qué no les gusta ese sitio? No. Es que se los han comido y seguro que cuando este tema se estudie se podrá ver una relación directa”, añade Marta López.

Control, concienciación, búsqueda de soluciones

El Cabildo de Gran Canaria, el Gobierno de Canarias y el Ejecutivo central, a través del CSIC, trabajan desde hace años en un plan de mitigación de daños que, como señala la bióloga Marta López, “ha demostrado la valía de unir la investigación científica y la gestión medioambiental por parte de las administraciones”. Una de las puntas de lanza de ese esfuerzo por mantener a raya a la culebra de California es el programa Life Lampropeltis que viene funcionando desde 2007 y ha combinado esa investigación y la puesta en marcha de un protocolo de monitorización de la presencia de serpientes y capturas de ejemplares a través de la combinación de la acción de cuadrillas de personal propio (que mantienen activo un sistema de lucha que incluye más de 200 trampas y batidas sistemáticas en los núcleos invadidos) y el reclutamiento de voluntarios. Para ello se han utilizado herramientas físicas (como las trampas) y tecnológicas (como la inserción de rastreadores en serpientes para monitorear sus movimientos). La más útil, por la implicación directa de la ciudadanía, es la aplicación Stop Culebra Real, que permite a la gente informar en tiempo real del avistamiento y captura de ejemplares. Según Ramón Gallo, “esa colaboración es vital para tratar de contener a la especie”.

En 2009 el Life Lampropeltis inició una campaña sumando a los esfuerzos del propio plan, las aportaciones de ciudadanos. Hasta el momento se han capturado un total de 14.136 culebras. Los resultados de los primeros años fueron modestos: 132 ejemplares capturados en 2009; 216 en 2010; 581 en 2011; 331 en 2012… En esta lucha desigual hay que señalar un año como punto de inflexión. En 2018 se incrementa el número de operarios destinados al plan y los medios técnicos, logísticos y económicos. Ese año se capturaron 1.092 serpientes (un 22, 01% más que el año anterior) y tras dos años de acumular conocimientos y sumar esfuerzos, en 2020 y 2021 se lograron los mayores números de capturas: 1.990 (un 83% más que el año anterior) y 2.668 (33,06%), respectivamente. Al cierre de esta edición, los datos de 2022 arrojan un total de 2.372 capturas. Habrá que ver la evolución de los números en los próximos meses para saber cómo va yendo la cosa.

Lo que está claro es que los esfuerzos están dando resultados. En la actualidad, un equipo de 48 personas trabaja exclusivamente metiéndole presión ‘al enemigo’. De lunes a lunes. Con una presencia en el ‘campo de batalla’ que tiene un efecto positivo entre la ciudadanía (más de dos centenares de voluntarios activos y superando el millar de descargas de la aplicación). “A partir del año 2019 pudimos implementar un plan de control con cuadrillas en cada uno de los cuatro núcleos, y cuando las personas nos ven se origina un efecto positivo que se refleja en más avisos”, indica Ramón Gallo. Para el técnico de GESPLAN, estar sobre el terreno trabajando sin interrupción “produce una respuesta inmediata”. En 219 registraron 574 avisos o capturas gracias a ciudadanos. En 2020 subieron a 818. A esto hay que añadir campañas de sensibilización en centros educativos, salidas al campo con colectivos ciudadanos, la implicación de numerosos científicos…

Los reservorios planteados por el Cabildo de Gran Canaria serán una parte fundamental de esa estrategia para tratar de salvar a los reptiles endémicos. Servirán, manifiesta Manuel Amador, para proteger a los reptiles y acercar a la población a la problemática. “Serán un instrumento más en la lucha contra la culebra real ya que los ciudadanos podrán ver a los lagartos, aprender sobre ellos y tomar conciencia de la necesidad de actuar contra la invasión. Serán un reclamo, pero también un instrumento de educación y preservación a través de la concienciación de la ciudadanía”, adelanta el director de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria. Los científicos aplauden la medida. “Aún no se puede aumentar la categoría de protección del lagarto porque aún las poblaciones son grandes pero es evidente que hay una amenaza en ciernes y la creación de esos reservorios será una posible solución que se debe poner en marcha” comenta Ramón Gallo. Piquet y López coinciden pero los biólogos del CSIC señalan que hay que ir un poco más allá y blindar zonas en espacios naturales protegidos para que las interacciones de los reptiles con el ambiente (insectos, plantas, aves) también se preserven. Y si la cosa se pone fea “criar al lagarto en cautividad”. Pero para eso hay que perder la guerra. Algo que científicos, técnicos e instituciones se niegan a aceptar. El próximo reto es sumar a la ciudadanía al ejército que luche contra la culebra de California para salvar a nuestros bichos. Sí. Nuestros. Tuyos.

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