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Adelantar las elecciones generales

Rajoy insiste en que será candidato y no prevé cambios en el PP ni en el Gobierno

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Como el anterior trabajo, de aproximación a las elecciones, fue redactado y publicado días antes de la jornada de votaciones, parece obligado completarlo con algunos comentarios del día después. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue un amigo prematuramente calvísimo, de mostacho desafiante y cuerpo muy velludo, para quien el problema no era, decía, de calvicie sino de mala distribución del pelo. Acababa yo de escuchar a los voceros del PP proclamar que habían ganado las elecciones, ya que fueron los más votados por los españoles, así que el batacazo fue consecuencia de que estaban los votos mal distribuidos.

Es lógico, desde luego, que traten de consolarse los peperos. Sin embargo, la realidad es que les han dado para el pelo hasta dejarlos calvos del poder territorial que acumulara Rajoy en 2011; el mayor de un partido gobernante en democracia. Esto, por sí solo, es suficiente para plantear la necesidad de adelantar las elecciones generales previstas, en principio, para noviembre. Es preciso recolocar cada pieza en su sitio cuanto antes y ahorrarle al país los meses que quedan por delante. Porque ¿qué va a hacer el PP tras semejante bofetón? Porque no creo de recibo que insista en legislar por decreto en los términos que acaban de rechazar los electores. Sería legal, desde luego, pero poco legítimo y posible fuente de nuevos problemas El PP hizo oídos sordos a la voz de la calle, quiso silenciarla mediante la “ley mordaza” del ministro Fernández, pero acabó entrando en las corporaciones locales y los gobiernos autonómicos con posibilidades de apaños y conchabos muy reducidas: la supervivencia y la progresión política de los emergentes depende de su fidelidad a los compromisos adquiridos; y la recuperación del PSOE, de la coherencia que le permita aprovechar esta segunda oportunidad, no sé si me entienden. Por si no se han dado cuenta, ya hay en los cercados de la derechona quienes hablan de “frente popular” para meter miedo.

De los resultados electorales ha resultado el desaloje del PP de sus “santuarios” principales y que allí donde podría mantenerse en el poder no tiene otra posibilidad de pacto que Ciudadanos. Es curioso que los comentaristas, al ocuparse en caliente por la tele de los resultados a medida que se iban conociendo, midieran las posibilidades de mantenerse el PP en el machito a un pacto con Ciudadanos; que la mayoría de las veces resultaba insuficiente. Con olvido de que Ciudadanos ha repetido, una y otra vez, que no pactarán con nadie para obtener poltronas; que no entrarán en el gobierno de las corporaciones en régimen de intercambio de “estampitas”. No está el horno para esos bollos si su objetivo es consolidarse como la genuina opción de centro derecha. Mejor le iría mirar a la izquierda, con la que coincide respecto a los asuntos de corrupción y en la necesidad de una reforma administrativa, por ejemplo. Si existe el centrismo puro y duro, no hay duda de que es el posicionamiento más difícil de acreditar; entre otras cosas porque la derecha tiene un cierto pudor de proclamarse como tal y suele presentarse como “de centro”. Incluso tiempo hubo en que el centrismo se tildaba de escapismo. No debería hacerse del centro un comodín para convertir en full las dobles parejas.

Por la izquierda las cosas están algo más claras; de momento. Podemos ha sido aglutinante e impulsor de grupos y de movimientos sociales surgidos en los últimos tiempos. De lo que tengo mis dudas es si ese propósito de unidad se mantendrá o no. En Canarias, sin ir más lejos, se han advertido, en Podemos precisamente, actitudes que recuerdan otros tiempos con tropezones de sectarismo, que propiciaron, a mi entender, la debilidad con que la izquierda llegó a la Transición. En Gran Canaria, muchas personas vinculadas a Podemos han considerado equívoco ciertos comportamientos de su candidato al Cabildo, Juan Manuel Brito, viejo conocido en diversas trincheras y ocurrió que, quizá por conocido, obtuvo en la isla casi 16.000 votos menos que la novel Noemí Santana que aspiraba a la presidencia del Gobierno.

Los resultados de las elecciones al Parlamento coincidieron con los del resto del país en cuanto al castañazo del PP (de 21 a 12) y la fuerte irrupción de Podemos (7 diputados) por encima de NC, que subió de 3 a 5. La particularidad canaria, cómo no, viene del lado de la ley electoral, que ha vuelto a hacer de las suyas. Fernando Clavijo, de CC, será presidente a pesar de no encabezar la lista más votada sino la tercera. La superaron la del PSC-PSOE, que fue primera y la del PP, en segundo lugar. El único acuerdo posible para obtener la mayoría parlamentaria de 31 diputados es CC-PSC. Lo que hace que cuanto se dijo de un acuerdo de Clavijo y Soria haya quedado en nada pues, incluso en el caso de que fuera cierto el arreglo, no hubieran sumado los 31 de la mayoría. Soria ha pretendido diluir la responsabilidad del fracaso en el conjunto del partido, pero bien sabemos que su contribución al desastre ha sido decisiva al imponer su torpe voluntad del imperium a la lógica política. Favor por el que le estaremos eternamente agradecidos.

Otra “gracia” de la ley electoral es que Ciudadanos quedara fuera del Parlamento con más de 50.000 votos y que la ASG, del gomero Casimiro Curbelo, colocara tres diputados con 5.089. Por cierto: a Clavijo, Gran Canaria sólo le aportó un diputado lo que confirma la impresión de que en esta isla CC está más bien sobre lo difunto. Su irrelevante presencia en el Cabildo no viene sino a confirmarla. Y de los municipios sólo ha conseguido ser la lista más votada en Firgas. Dieron a ATI por extinta e incorporada al proyecto regional y está pagando las consecuencias de no buscar el equilibrio interinsular mediante el rechazo frontal a los intentos hegemónicos de determinados intereses que no son los del común.

En el Ayuntamiento de Las Palmas la cosa está complicada. Cardona perdió la mayoría, la que conforman 15 concejales. Entre los posibles pactantes figuran sobre el papel Ciudadanos, si se olvida de su resistencia a pactar y Unidos por Gran Canaria, el grupo que lidera José Miguel Bravo. Entre los tres sumarían 14 concejales. Del otro lado, el PSOE tiene la posibilidad de ponerse de acuerdo con Podemos y quien sabe si con NC para sumar 15. Algo complicado pues, aunque los socialistas se proclamen el partido hegemónico de la izquierda, le queda aún por demostrar su voluntad de serlo. Y habría que ver, también, cuáles son los cálculos de NC en relación a los restos de CC Gran Canaria que quedó fuera de la corporación.

Ni qué decir tiene, en lo que toca al PSOE, que esa hegemonía, liderazgo o como lo que quieran llamar, habrá de demostrarla. La ocasión más inmediata para hacerlo es que Susana Díaz deje de cerrarse en banda a las peticiones de los emergentes y estos, ya a la luz de los resultados electorales, faciliten su acceso a la presidencia. Si la eventual repetición de las elecciones andaluzas perjudicaría al PP, que ya ha perdido las capitales de provincia con las que hacía el contrapoder a la Junta, no dejará de producir efectos sobre Podemos y Ciudadanos que también han contribuido a cerrarle el paso.

Está todo por ver, salvo la necesidad sentida del cambio político. Hay quienes pronostican un periodo de inestabilidad y siguen aferrados a la tesis de que los partidos emergentes son sólo el resultado del descontento y que igual que surgieron desaparecerá en cuanto llegue al bolsillo de la gente la recuperación. Es la esperanza de Rajoy y de quienes están conformes con la “estabilidad” pepera y consideran que lo mejor es, precisamente, restaurar el bipartidismo imperfecto al uso. Veremos a ver que se dice.

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