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¿Es Rajoy un gafe?

Mariano Rajoy con Alberto Fabra y Rita Barberá

José A. Alemán

El PSOE ha entregado a sus interlocutores el catálogo de propuestas de gobierno que los observadores consideran un paso en la buena dirección, si bien los del común seguimos sin saber cual sea ese derrotero. Prevalece, pues, la sensación de que quieren los partidos en presencia cazar la perdiz dándole palos con el rabo, que lo de marearla está muy visto. Y conviene que no nos apresuremos a quitarle el entrecomillado al término “negociaciones” que designa a la que se traen con la investidura: porque no negocian sino que andan a la porfía sin atender el aviso de los expertos sobre el comienzo de una nueva fase de recesión mundial que puede cogerlos a todos con los calzones en los tobillos. Si a todos los partidos debe exigírseles sentido de la responsabilidad en la delicada situación actual habrá que cargar el acento sobre Rajoy y el PP. Es lo que hacen sus rivales políticos que lo acusan de recurrir a la política del miedo para neutralizar a sus rivales. Sin atender a quienes advierten que esa vía lleva a la desesperanza a un paso ya del pánico a poco se interiorice la convicción de que de esta no salimos.

Lo que sea, sonará si bien, de momento, la avalancha de declaraciones de ministros sobre lo que pudiera ocurrir si desalojan al PP de La Moncloa resulta muy ilustrativa y sospechosamente unidireccional: un Gobierno del PSOE con Podemos nos llevaría sí o sí al desastre.

Visto desde fuera, el juego que se traen las cuatro primeras fuerzas cabrea. Especialmente irritantes son las actitudes del PP porque sigue convencido de que somos idiotas. No sé si ustedes han observado que no paran los peperos de invocar su respeto y decidida defensa de la democracia, de la Constitución, de la igualdad ante la ley y de la Biblia en pasta. Son proclamaciones devenidas en conduermas merecedoras del dictamen de la sabiduría popular: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Si se fijan, en los discursos públicos de los “países de nuestro entorno” dan tan por supuesta la democracia y sus secuelas como matrices de convivencia que están esas alusiones fuera de lugar, salvo en los centros educativos para la forja de ciudadanos (cosa que el PP y la Iglesia han impedido en España) y en circunstancias como adorno retórico algún discurso conmemorativo de cualquier efemérides nacional.

Salvar a la alcaldesa Barberá

No entraré en psicologismos para explicar la pesadez pepera en sus alusiones a la democracia y la Constitución. Como si hubieran inventado o traído la primera y no supiéramos que hicieron campaña contra la segunda. Desde luego, es cierto que nos toman por idiotas, si bien pienso que los tontos son ellos al creer que van a servirles eternamente esas invocaciones con sus dosis de mentiras para infundir miedo. Los hechos que vamos conociendo acabarán por imponerse y ya he oído a más de un pepero, alejado higiénicamente de su partido, asegurar que se han cargado el partido, que ya es un cadáver. Esta misma semana se ha producido una secuencia ilustrativa de la cadena de mentiras en que está cada vez más cogido el PP. Rajoy comenzó la semana diciendo que ya estaba bien de corrupción y que en adelante “no dejaría pasar una” sin reparar en que implícitamente reconocía haber dejado pasar unas cuantas por no decir todas. Al día siguiente supimos que contra sus afirmaciones el PP recurrió a la estratagema de registrar a la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, como miembro de la Diputación Permanente del Senado. Este es uno de los tantos episodios que denotan hasta qué punto cree la derecha pepera que nos chupamos el dedo.

Por si alguien no ha caído en la cuenta, recordaré que al convocarse elecciones y disolverse las cámaras dejan los parlamentarios de ser aforados. Todos, menos los adscritos a las respectivas Diputaciones permanentes, por lo que designar a Barberá, con la que está cayendo en Valencia, fue el modo de protegerla durante ese periodo de desafuero, que es también privar de fuero a quien lo tenía, como la ex alcaldesa. Como dato comparativo me cuentan que en los países europeos el número de aforados apenas llega a la decena, los hay en que ni siquiera existe la figura mientras que en España se calcula que hay más de 10.000 personas que disfrutan de lo que ha venido a ser un privilegio.

No sé si fueron los nervios por la anterior constatación o qué, pero lo cierto es que volvió a hablar para encharcarla más. Consciente seguramente del malestar entre los peperos, que clamaron para que Barberá hiciera mutis, reunió a los suyos para proclamar a los cuatro vientos que “había permitido” a los cuerpos de seguridad, a la Fiscalía y a los jueces hacer su trabajo contra la corrupción, con lo que dio la impresión de que realmente no entiende muy bien qué cosa sea esa de la democracia, del Estado de Derecho y de la división de poderes. Igual no fue a clase cuando tocó hablar de la independencia judicial y resulta que ha estado durante años presionando a la Justicia para que hiciera la vista gorda convencido de que era lo correcto, que para eso está el poder; lo que, ya puestos, explicaría el empeño de los gobiernos (no sólo del PP, ojo) en nombrar las cúpulas judiciales de gente agradecida y dispuesta a devolver el favor.

El gafe Rajoy

Rajoy es un ser que no puede ser, como diría Pancho Guerra. Sus declaraciones clausurando oficialmente el ciclo valenciano del saqueo; el blindaje de Barberá; la noticia de que “había permitido” a policías, fiscales y jueces hacer su trabajo me ha demostrado que cuando quiere es eficiente. Todo eso le ha coincidido con el inicio de la vista del caso Nóos. Uno de los encartados es Jaume Matas del que se ha dicho que llegó a un acuerdo con el fiscal Horrach y que se ha reconocido culpable para que le aligeren la petición de pena. Con lo que acreditó el testimonio de otros procesados. Estos aseguran que Matas ordenó aceptar y dar curso a cuanto viniera de Urdangarín, indicando, además, que el propio Matas confesó, en alguna ocasión, que seguía órdenes de “más arriba”. Lo que permite traer a colación al misterioso “mister X” de los socialistas de los tiempos del felipismo. Si en aquella ocasión corrió el PP y sus entenados que el tal míster no podía ser otro que Felipe González, ahora la X la han puesto en algún miembro de la Casa Real, que no equivale a señalar a la Familia Real.

Al margen de los vericuetos judiciales y de las estrategias de defensa de los encartados en este caso y en otros cuantos, aparece Rajoy como uno de esos que se compran un circo y se le quedan calvos los leones. Un gafe, vaya. En su día, recuerden, dijo que aspiraba a gobernar España con el mismo acierto y ejemplaridad con que lo hacía Matas en Baleares. Es verdad que un desliz lo tiene cualquiera, pero no es el caso. Porque también puso de espejo de gobernantes a Carlos Fabra, ex presidente de la Diputación de Castellón encarcelado en 2014, que construyó un aeropuerto sin aviones y para peatones; sin olvidar a Alfonso Rus, detenido el mes pasado y al que le dijo públicamente, después de ensalzar sus virtudes, aquello de “te quiero, coño”. Comprendo, en fin, que Rita Barberá, a la que Rajoy calificó en un acto multitudinario de la mejor alcalde de España, no salga de su casa y vigile tras los visillos si hay movimientos sospechosos en la calle.

Para cerrar las líneas dedicadas a Barberá, les diré que tienen mucha razón los peperos que la defienden porque es verdad que no está imputada, como se decía antes. Pero se olvidan de su aforamiento y de que quien ha controlado la política valenciana durante 25 años algo tendrá que decir ante una operación policíaca y judicial de semejante envergadura. No digo que sea culpable de algo pero deberán reconocer que resulta extraño que con nueve concejales de su grupo encartados, ella no se enterara de nada.

Rajoy y Pedro Sánchez

En el momento de enterrar este trabajo aún no se ha celebrado el encuentro de Rajoy y Pedro Sánchez, aunque sepamos más o menos de qué van. Pero por lo se infiere de las noticias que circulan, Rajoy no irá más allá de su propuesta inicial de la “gran coalición” PP-PSOE-C’s que sumaría 253 escaños; con él de presidente, claro. Es la única solución que considera posible. El programa de ese Gobierno coaligado incluiría la continuidad de la política económica, la prioridad de la creación de empleo, la unidad de España y los pactos que consoliden el Estado bienestar que nos va quedando. Nada se ha adelantado sobre la reforma constitucional que, por lo visto, quedará pendiente de negociación en el seno de ese supuesto Gobierno. El tono de Rajoy y de sus voceros sigue en el registro amenazador de obstrucción al Gobierno de Sánchez. Rajoy sólo concibe un Gobierno presidido por él. Amedrentar al electorado, sobre todo al menos impuesto en los trasteos de la política, es la estrategia fija del PP que han vuelto a desplegar los ministros Soria, Margallo y Fernández Díaz.

El primero de ellos, Soria, debe considerar amortizado a Rajoy y se ha acercado al estilo de Aznar. Éste, recuerden, iba por los foros de íntimo de Bush proclamando su desprecio por las caducas democracias europeas y aconsejando a los inversionistas extranjeros que no metieran su dinero en la España “socialista” de Zapatero. Soria, no menos patriota, viene a decir lo mismo, pero para no cogerse los dedos, lo pone en boca de un inversor lo que quiere decir él: “Si viene un Gobierno de esta naturaleza, te dicen, no meto un solo euro en España, no quiero poner en riesgo mis inversiones como en Grecia o Portugal, eso vuelve a la recesión y a la precariedad”, dice que le dijeron. Habrán adivinado cual es la “naturaleza” del Gobierno a que se refiere y tampoco se les habrá pasado que es a él, a Soria, a quien le dice el inversor potencial que no quiere poner en riesgo su dinero, no vaya a ocurrir lo que en Grecia o Portugal, los escenarios elegidos para la “dramatización” adonde quieren llevarnos estos malvados sólo por el gusto de destruir a España y a los españoles. No le habrá gustado, supongo, que Joan Rosell, presidente de la CEOE, haya declarado que no le preocupa un Gobierno en el que participe Podemos.

Tampoco se han cortado Margallo y Fernández Díaz. El primero dijo en Roma que con un Gobierno PSOE-Podemos España abandonaría la lucha contra el yihadismo, mientras Fernández Díaz aseguraba que para ETA ese mismo Gobierno le viene como agua de mayo. Para dar una idea de la intensidad de la campaña, además de los tres citados, han sido entrevistados para decir más o menos lo mismo y en medio controlados por el PP las ministras de Agricultura y Fomento; los de Educación y Justicia y algún que otro alto cargo. El caso, a lo que iba, es que entre unos y otros han conseguido llenarle la buchaca al PSOE, Podemos, Ciudadanos y PNV que han denunciado el filibusterismo pepero para incidir en las negociaciones de otras fuerzas y condenado la utilización partidista por el PP de las instituciones y medios del Estado.

Deben estar enrabietados los peperos porque no le salieron bien las cosas a Rajoy. Rechazó la invitación a intentar la investidura y vino a decirle al monarca que ya le avisaría él de en qué momento debía proponérselo de nuevo. Pero Felipe VI comprendió que, de obrar así, se interpretaría como decantación de la Corona por el PP, que no dudaría en extender esa impresión. Decidió, pues, no esperar y abrir una segunda ronda de consultas y hacerle el encargo a Pedro Sánchez, que asumió el riesgo de fracasar que evitó Rajoy que confiaba en que el rey esperaría por él o en que se prolongara la situación que llevara a nuevas elecciones aunque tengamos que esperar al segundo semestre del año para contar con un Gobierno definitivo. Cosa que puede ser grave tanto por el retraso de no pocas reformas urgentes y necesarias sino porque, al decir de los expertos internacionales, según se indicó, vamos de cabeza a una nueva recesión mundial. Todo un patriota, Rajoy.

En cuanto a Pedro Sánchez, no creo que tenga mucho que decirle o que escucharle a Rajoy. Imagino que tendrá bien presente el estilo de oposición que le hizo a Zapatero y la manera en que atropelló a las instituciones del Estado promoviendo situaciones que dieron entrada a nuevos problemas y agravaron los viejos. Su gestión de la crisis catalana, antes y después de acceder a la presidencia, es una antología de lo que no debe hacerse. No olvidemos tampoco la manipulación de los atentados de Atocha en 2004 hasta crear un ambiente de crispación política mantenido hasta hoy mismo. También hemos de tener presente la corrupción sistémica que ha desarrollado en sus propias filas y el grado de desconocimiento de la realidad del país de no pocos ministros, desde Fátima Báñez a Soria o Fernández Díaz, por no hablar de Wert y Ana Mato, el maltrato a la investigación científica, a la Cultura, a la Educación y la Sanidad, la indiferencia ante la marcha fuera de jóvenes talentos y un largo etcétera en el que figura el deterioro democrático en el que colaboran con entusiasmo los peperos, como se ha visto en el asunto de los titiriteros de Madrid. Un caso éste en que el Ayuntamiento merece todas las críticas que se puedan imaginar pero de ahí a considerar el espectáculo exaltación del terrorismo y meter en la cárcel a los titiriteros va un abismo que los peperos trataron de llenar con toda clase de infundios que, por supuesto, iban contra la alcaldesa Manuela Carmena.

Creo, en definitiva, que hace bien Sánchez en mostrarse amarrón con Rajoy. No le pedirá a Rajoy que vote a favor de su investidura para no darle el gusto de que se lo niegue así que se limitará a solicitar que en caso de que salga investido presidente no le impida gobernar, como ya hiciera con Zapatero. Toda una formalidad pues sabe bien que Rajoy tratará de hacerle la vida imposible. Si el PP no se lo quita de encima.

Justo en el anterior punto y aparte me avisan de que la Guardia Civil estaba registrando en ese mismo momento la sede del PP de Madrid que ocupa un piso, el primero creo recordar, de la sede nacional en la calle Génova. Como por otro lado he oído a Rajoy afirmar que la corrupción no afecta a las posibilidades electorales de su partido, confirmé mi impresión de que este hombre no se entera o está convencido de que somos idiotas y decidí cerrar aquí el artículo tras hacer alguna corrección en algunos pasajes. Pensaba entrarle también a Rivera e Iglesias pero se me hace cuesta arriba. Le quita a uno las ganas este PP, así que dejo al resto para la semana que entra.

Ojo con los cabildos

Como es bien sabido, Albert Rivera quiere acabar con los que él considera “privilegios” de algunas comunidades españolas y llevarse por delante al Senado y las Diputaciones Provinciales. Entre los “privilegios” a liquidar está el concierto vasco y ya se ha ocupado el PNV de advertir a los socialistas que si bien no exigirán para apoyar la investidura de Sánchez el reconocimiento del dichoso derecho a decidir, no cederá en lo del concierto económico. Poco se ha dicho del modo en que los vascos han hecho frente a la crisis gracias a ese concierto y resulta paradójico que Rivera busque la igualdad de todos los españoles por abajo.

Los vascos están, pues, al quite y los diputados canarios en la luna de Valencia, que a eso voy. Por lo visto, no se han enterado de que el REF podría muy bien considerarlo Rivera uno de los privilegios denostados que impiden la igualdad de todos los españoles. A lo mejor no ha reparado en que esa igualdad, una de las reivindicaciones democráticas básicas, está a punto de convertirse en instrumento del españolismo más cerril para negar las diferencias entre las comunidades españolas que requieren tratamientos específicos diferenciados. Como el que ha tenido Canarias desde el siglo XV que es centro de no pocos capítulos de su historia pues la metrópoli ha batallado siempre para anularlo en beneficio del centralismo. La última batalla fue a principios de los 70 cuando salió adelante el REF, que acabó, paradójicamente, con buena parte del acervo económico y fiscal canario. El ingreso en la UE acabó por licuarlo aún más de modo que prácticamente ha quedado reducido a favorecer fiscalmente a las empresas. Esto se vio cuando la revisión de los aspectos fiscales dejando para más adelante los económicos, justo los orientados a compensar a los canarios por los sobre costes derivados de la lejanía y la insularidad en virtud, precisamente, del principio de igualdad. Aunque todo esto esté presente, no he visto moverse a los dirigentes canarios. Tampoco veo que les haya alarmado lo más mínimo la propuesta de eliminar las Diputaciones con las que suelen asimilar en España a los Cabildos. Si nuestros políticos fueran como deberían ser estarían muy encima de este asunto para que no les sorprendan cuando sea demasiado tarde. Y tendrían en cuenta que los Cabildos no sólo se inscribieron en las ideas autonomistas de principios del siglo XX sino que representan mucho en la cultura isleña y no sólo la política. Pero la autoestima no figura entre las características del isleño.

Respecto a esto me ha divertido mucho la energía de Ana Oramas negándole a Pedro Sánchez su voto en la investidura si se alía con Podemos. Me parece muy bien que se ponga así, está en su derecho; pero lamento que no haga lo mismo con nuestras cosas, las que sólo nosotros estamos interesados en defender. Ya resultó preocupante ver a políticos de las islas, socialistas sin ir más lejos, dispuestos a acabar con los Cabildos hasta que comprendieron lo que significan para las islas, especialmente para las no capitalinas que fueron, no por casualidad, las que dieron el último empujón a la ley de 1912.

A la reforma del REF, limitada como indiqué a lo que interesa a los empresarios, debe añadirse por otro lado que no se han visto por ninguna parte las subvenciones para cubrir en un 70% el coste del transporte de mercancías con origen y destino en las islas o la Península. En cuanto a las ayudas al sector agrícola a través del POSEI, desaparecieron de los presupuestos, pese a que Rajoy se comprometió a mantenerlas en su discurso de investidura. Como cayó de las cuentas estatales el plan de infraestructuras turísticas, otro de los compromisos del ahora presidente en funciones. Hay más casos que en alguna ocasión y no con la determinación necesaria han abordado los partidos isleños. Más que nada para poner en evidencia al PP, que se ha limitado a negar esa misma evidencia hasta el punto de calificar a Rajoy como un presidente excepcional. En lo que, bien mirado, no se equivocan porque hay que ser eso, excepcional, para seguir ahí como si nada ocurriera en su partido. Estoy recabando información a ver si hay algún país no sometido a régimen dictatorial en que se haya visto semejante fenómeno. El jueves pasado, por ejemplo, lo vimos hablando con los periodistas tan tranquilo mientras la Guardia Civil registraba la sede del PP de Madrid, a unos metros de su despacho de presidente del partido. Casi estoy por decirles que se pasa de gallego. Y nada les digo de cuanto ha colaborado Soria a hacer de la legislatura de Rajoy la que más ha maltratado a las islas.

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