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El pasado cultural de La Palma en la capital y en Aridane

Luis León Barreto

Parece que el llamado Parque Cultural Islas Canarias de Los Llanos de Aridane va a ser culminado, buena noticia para la parte occidental de la Isla, la más poblada, donde muchos amigos se quejan de la falta de un ocio de calidad por la carencia de un espacio digno para ver teatro, conciertos, danza. Un auditorio con 800 plazas, tal como se anuncia, resolvería la cuestión. Y ojalá los palmeros lleguen a disfrutar la cultura, pues es frecuente que en los actos culturales la gran mayoría de asistentes está formada por extranjeros. ¿Hasta cuándo los palmeros van a ser reacios al arte y al pensamiento, si su Isla fue ilustrada?

La Palma es una isla añorante y más allá de la melancolía por el prestigio perdido conviene recordar el espíritu del siglo XIX, con el empuje de la generación del periódico El Time (1863), con la fundación de la Sociedad La Cosmológica, con la siembra de las logias masónicas que se comunicaron con el exterior, con la labor patriótica de los intelectuales, empeñados en defender sus montes, promover su agricultura, luchar por la mejora de las comunicaciones. Santa Cruz de La Palma sigue teniendo la impronta cultural que dio lugar al auge del siglo XIX, el llamado Siglo de Oro de La Palma, mientras que en el Valle de Aridane hubo pequeños núcleos de “ilustrados”, que dieron lugar al periódico El Dinamo de Aridane.

En La Palma se notó el empuje de escritores marcados por el romanticismo, pues fueron los que construyeron arquetipos vinculados al paisaje. No en vano escribieron las leyendas populares, en las que se conecta con la atmósfera mágica, prodigiosa y sobrenatural, con amores desventurados y muertes heroicas. Tanausú y el síndrome del colonizado todavía laten sobre nuestro subconsciente colectivo.

El Romanticismo fue un movimiento artístico que predominó en Europa hacia 1825, con el culto a la libertad, la rebeldía frente a las normas, el predominio del sentimiento ante la razón. Ruptura con las reglas, construcción de un mundo ideal, valoración del color local, lo misterioso y legendario, la expresión apasionada. Hacia 1835 se difunden aquí las poesías de José Zorrilla. Nuestro temperamento, de pueblo introvertido, casi inhibido, acepta con entusiasmo esta explosión. Aparece una escuela regionalista, que trabaja los temas históricos y exalta el paisaje insular. El Romanticismo registra la exaltación del pasado guanche, apoyándose en Cairasco, Viana y los otros cronistas de la conquista. También impulsa la mitología del aborigen como buen salvaje, los héroes de la resistencia frente al castellano son magnificados. Y, como consecuencia, brota un sentimiento regionalista. Una especie de nacionalismo anticipado vive en Nicolás Estévanez, Martínez de Escobar, Antonio Zerolo y Antonio Rodríguez López, el creador de la mayoría de las leyendas palmeras.

La Palma es una isla con pasado siempre añorado. Su puerto tuvo privilegios de comercio con Flandes y América, aquí se construyeron los veleros más rápidos para la ruta del Caribe y nuestros abuelos fueron y vinieron de Cuba trayendo consigo la idea de la naturaleza, de la patria, de la historia. En la historia literaria de Canarias cuentan los palmeros Pedro Alvarez de Lugo y Juan Bautista Poggio, del siglo XVII, y con ellos llegamos a la generación de Méndez Cabezola y Rodríguez López, que mezclan el impulso reformador de la Ilustración con el entusiasmo por la patria chica, tal como preconizaba el Romanticismo. La masonería trazó puentes con las logias americanas, desde Filadelfia a La Habana, desde Puerto Rico a la República Dominicana y Caracas. El contacto de los intelectuales fue frecuente con las universidades de allá. Como ejemplo tenemos a Félix Duarte, quien emigró muy joven a América: Cuba y Venezuela. A su regreso se arraigó en Taburiente y Tanausú, los mitos centrales de la Isla. Su trabajo literario fue constante y tenaz, en el surco de una lírica en la que hubo personajes de la altura de Rodríguez López, el Zorrilla palmero; de Domingo Acosta Guión, Caridad Salazar y otros poetas de una isla orgullosa de su pasado, sin olvidar a Leocricia Pestana, ejemplo de mujer progresista, próxima a los masones.

Félix Duarte se ubicó entre el impulso bucólico de un Berceo y el mensaje modernista de Rubén Darío, entre la estela del mar que abrió Tomás Morales y la redacción de El Guanche que dirigía en La Habana nuestro paisano Luis Felipe Gómez Wangüemert: una vez más constatamos la brillante conexión con los apellidos originados en Flandes. Una poesía a caballo entre lo religioso y lo profano, entre lo maternal y lo festivo, clásica en el apego a las fuentes y exaltada en el sentimiento, así como en el elogio a las virtudes del palmero: el instinto de defender su patrimonio histórico y su naturaleza, la misma defensa del territorio que hizo Tanausú, con la apertura mental hacia el mundo y el cuidado formal de quien se sabía poeta de oficio. Luis Cobiella, la figura intelectual más prestigiosa, registra el mismo ejemplo: fidelidad a los ancestros y espíritu cosmopolita, recuperación de las raíces barrocas y cultivo de un estilo digamos esteticista y aristocrático de la práctica cultural.

A pesar del fuerte caciquismo, del ruralismo y la pobreza endémica, La Palma recogió las ideas de la Ilustración y mantuvo su apogeo portuario hasta que los barcos a vapor desplazaron a los veleros, y los puertos de Gran Canaria y Tenerife afianzaron su supremacía. Pero, a pesar de tantas circunstancias en contra, hubo una importante tradición liberal-republicana con impregnación de la masonería. El Time, voz guanche y no anglosajona como podría parecer, fue el primer periódico de los 123 que existieron en la Isla entre 1863 y 1948, lo cual supuso que La Palma fuera la Isla con mayor densidad periodística del archipiélago.

El Time fue una de las cumbres del periodismo palmero, junto con Acción Social, conservador, Espartaco, obrero, y Diario de Avisos, que nació como órgano independiente. El Time luchó por la salvaguarda de los bosques, la mejora de las comunicaciones, la enseñanza, el aprovechamiento de las aguas, la agricultura y la ganadería. Hubo otros periódicos: liberales, conservadores, satíricos, literarios, obreros, anarquistas, católicos, económicos y progresistas con tendencias republicanas. La francmasonería se instituye en Santa Cruz de La Palma en 1875 y tuvo notable influencia en la vida ciudadana y el periodismo. Las tres logias existentes congregaron a unos 200 miembros que conformaron un tejido social. A ellas estuvieron adscritos profesionales liberales, militares, propietarios agrícolas y hombres de la cultura. Dos redactores de El Time fueron masones y otras 17 publicaciones palmeras –entre 1866 y 1919- tuvieron directores masones. El inicio de la guerra civil supone la desarticulación de este movimiento social, y la requisa de la imprenta que había sido comprada en Londres, finalmente convertida en chatarra por los vencedores de la contienda.

En nuestro libro El Time y la prensa canaria en el siglo XIX. Masonería y liberalismo en La Palma, publicado por primera vez en 1990 y reeditado por Ediciones Idea, hemos tratado de aportar algunas notas al respecto.

(Blog La literatura y la Vida)

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