La noticia saltó oficialmente el 7 de noviembre: la Plataforma de Contratación del Sector Público publicaba la licitación de una Compra Pública Precomercial (CPP) de servicios de I+D por 14,49 millones de euros para desarrollar un nuevo microchip basado en detectores SPAD destinados al proyecto La Palma Interferometer (LPI).
Detrás de esa cifra fría y de un expediente técnico con nombre casi críptico —CPP 03/2025 AB (DCCPI/OCPI)— hay algo mucho más ambicioso: el intento de que, desde el Observatorio del Roque de los Muchachos, La Palma se coloque en la primera línea mundial de la astronomía cuántica. Y, como suele ocurrir con los proyectos que acaban cambiando el mapa, una parte del éxito de esta gestión empezó a fraguarse lejos de los focos, en el Salón Noble de Casa Tey, en Santa Cruz de La Palma, donde tuvo lugar una reunión que a la postre resultó clave para alinear voluntades y empujar el proyecto en la buena dirección.
De los despachos a las cúpulas del Roque
La licitación, impulsada por el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI), financia el desarrollo de soluciones innovadoras en el ámbito de los detectores SPAD avanzados —fotomultiplicadores de estado sólido capaces de detectar fotones individuales con una precisión de picosegundos— específicamente diseñados para observación astronómica.
El contrato, cofinanciado con fondos propios del CDTI y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), está estructurado en tres fases y un calendario de 37 meses, con una fecha límite de ejecución fijada en el 30 de abril de 2029.
El esquema es el clásico de la compra precomercial:
- Fase I – Diseño conceptual (5 meses): hasta tres adjudicatarios desarrollarán propuestas de diseño de la nueva generación de detectores SPAD y de la cámara óptica asociada.
- Fase II – Desarrollo del prototipo (28 meses), dividida en dos subfases:
- Subfase 1: diseño preliminar y primera versión de pruebas.
- Subfase 2: diseño final y construcción del prototipo completo.
- Fase III – Verificación preoperacional (4 meses): el sistema se probará en un entorno real de observación, con la vista puesta en su instalación en el Gran Telescopio Canarias (GTC), en el Roque de los Muchachos.
El presupuesto base de licitación asciende a 11,97 millones de euros sin IVA (14,49 millones con impuestos), con un máximo del 3% de garantía definitiva, y se rige por un procedimiento abierto, competitivo y transparente, aunque jurídicamente se sitúa fuera de la Ley de Contratos del Sector Público al tratarse de servicios de I+D con reparto de riesgos y beneficios entre administración y empresas.
La apuesta: ver mil veces mejor que el Hubble
Para entender por qué este microchip importa tanto, hay que mirar al propio La Palma Interferometer (LPI). El proyecto, liderado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) en colaboración con el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), busca combinar la luz de varios telescopios ópticos del Roque de los Muchachos mediante interferometría de intensidad, una técnica que estudia las correlaciones entre fotones en el rango visible utilizando detectores ultrarrápidos y perfectamente sincronizados.
El objetivo declarado es lograr una resolución espacial hasta mil veces superior a la de los telescopios espaciales Hubble y James Webb, lo que permitiría, por ejemplo, estudiar con un nivel de detalle inédito los discos de acreción de agujeros negros, púlsares, kilonovas o las enigmáticas ráfagas rápidas de radio (FRBs).
Para ello es imprescindible disponer de sensores SPAD de gran formato, con alta eficiencia cuántica, muy baja tasa de ruido y capacidad de registrar el instante de llegada de cada fotón con precisión de picosegundos, todo ello operando en configuraciones que conecten telescopios separados hasta un kilómetro mediante fibra óptica y relojes atómicos.
La licitación ahora publicada es, en la práctica, el salto del concepto al hardware: se trata de financiar el diseño, fabricación, electrónica de lectura y validación de esos detectores SPAD avanzados que harán posible el experimento.
Casa Tey: la trastienda de un acuerdo
Aunque el expediente administrativo tiene su propio calendario —informe de vigilancia tecnológica en 2024, convenio CDTI-CSIC firmado en agosto de 2025, constitución de la comisión de seguimiento en septiembre y aprobación formal de la contratación en noviembre—, la historia política y humana del proyecto se escribe también en otros escenarios.
Uno de ellos fue el Salón Noble de Casa Tey, en Santa Cruz de La Palma. Allí, en una reunión discreta pero muy cargada de contenido, responsables institucionales, como el comisionado Héctor Izquierdo, expertos en política de innovación y científicos implicados en LPI, como el líder de este proyecto Francisco Prada, y algún palmero que propicio el encuentro y alguna palmera que tomó nota de todo, terminaron de ajustar el relato, las necesidades y las oportunidades que el proyecto abre para la isla.
Luego hubo otras reuniones decisivas en Madrid, pero fue en ese encuentro donde se hilvanaron muchos de los argumentos que hoy sostienen la licitación: desde el impacto científico de situar a La Palma en la vanguardia de la astronomía cuántica, hasta la capacidad tractora de un contrato de casi quince millones para atraer empresas de alta tecnología, favorecer la transferencia de conocimiento y crear empleo cualificado en un territorio ultraperiférico. Parte del éxito de la gestión, reconocen quienes han seguido el proceso, empezó a fraguarse allí, en una mesa larga, rodeada de madera vieja y vistas a la Avenida Marítima.
Un traje a medida para la innovación empresarial
La Memoria Justificativa del contrato deja claro que lo que se busca no existe hoy en el mercado. El análisis de vigilancia tecnológica encargado por el CDTI a la Oficina Española de Patentes y Marcas concluye que las prestaciones requeridas para los detectores —formato, eficiencia, velocidad y estabilidad— no pueden satisfacerse con los productos comerciales actuales, pero sí podrían alcanzarse mediante un programa de I+D bien dirigido en un plazo razonable.
Por eso se opta por el modelo de Compra Pública Precomercial:
- Las empresas seleccionadas conservarán los derechos de propiedad intelectual e industrial sobre las tecnologías desarrolladas, con la obligación de comercializarlas.
- A cambio, deberán conceder al CDTI y al CSIC una licencia no exclusiva, gratuita y perpetua de uso en España, y aceptar cláusulas de retorno económico ligadas a las ventas futuras del producto.
El esquema, inspirado en las recomendaciones de la Comisión Europea para este tipo de instrumentos, busca un equilibrio complejo: no convertir el proyecto en un mero contrato llave en mano, sino en una palanca para crear un mercado competitivo de detectores SPAD avanzados, con varias empresas capacitadas para suministrar tecnología similar a escala internacional.
La Palma como laboratorio de futuro
Más allá de las tablas presupuestarias, el LPI y su nueva generación de detectores dibujan un horizonte que va más lejos que las cúpulas del Observatorio del Roque de los Muchachos. El desarrollo de estos microchips de fotones individuales tiene aplicaciones potenciales en lidar, imagen biomédica, robótica, vehículos autónomos o comunicaciones cuánticas, sectores donde la demanda de sensores ultrarrápidos y de bajo ruido no deja de crecer.
La isla de La Palma, golpeada en los últimos años por la crisis volcánica y por una fragilidad económica crónica, aparece aquí no sólo como un escenario con un cielo limpio, sino como un ecosistema donde ciencia de frontera, financiación europea y política de innovación pueden encontrarse. La licitación del CDTI actúa como un puente entre el lenguaje de los pliegos y las promesas de la astronomía del siglo XXI.
Queda por delante un camino largo: empresas que afinen sus propuestas antes del 9 de diciembre, evaluaciones técnicas, fases sucesivas y, si todo va bien, una cámara SPAD instalada en el GTC antes de que termine la década. Pero el punto de inflexión ya está ahí: el asunto ha salido de las carpetas y está oficialmente en la calle, con cifras, plazos y reglas claras.
Y todo ello, en buena medida, empezó a escribirse una mañana en el Salón Noble de Casa Tey, cuando alrededor de una mesa se alinearon ciencia, instituciones y territorio para que un microchip cuántico pudiera cambiar, desde una isla pequeña, la forma en la que miramos el universo.