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Aniversario del 11M y terror yihadista
La mañana del 11 de marzo de 2025 amaneció con la noticia de la muerte de un millar de civiles de la minoría alauita de Siria, a manos de los yihadistas que integran las fuerzas del nuevo presidente Ahmed al-Sharaa. Se da la circunstancia de que al- Sharaa, conocido por el sobrenombre de al-Jolani, había sido hasta principios de diciembre uno de los terroristas más buscados por Estados Unidos (líder de al-Qaeda y emir del grupo Tahrir al-Sham). Lo curioso es que, de repente, él y las facciones que lideraba pasaron de ser calificados como terroristas a ser llamados rebeldes; de ser denostados a ser bienvenidos; de ser considerados fundamentalistas a quedar por islamistas moderados. A la luz de esta mañana comienzan a verse las consecuencias.
La noticia de esta masacre, pese a que tardó casi 48 horas en alcanzar las principales cabeceras de la prensa internacional, se ha convertido en viral en pocas horas y todo gracias a la insistencia de las redes sociales. Estos canales marcan una importante diferencia con lo que fue la cobertura de los atentados del 11M de 2004 en Madrid y la enorme confusión que se sembró aquel día de finales del invierno en el que, sin saber las dimensiones que habría de alcanzar la tragedia, desde muy temprano empezamos a verle las orejas al lobo de las masacres.
Ahora como entonces, la información sobre los asesinatos, también, se puede enmascarar, retrasar o potenciar, según los diversos intereses de cada cual. Una parte de los sirios, allá en Damasco, hace oídos sordos a los ecos de estos crímenes que afectan a minorías religiosas del oeste del país, mientras disfruta, con el fin de los bloqueos, de la gasolina y otros productos sin restricciones. Así que prefieren creer que son los daños colaterales – como los de Netanyahu en Gaza y el Líbano- de una insurrección de leales al caído al-Ásaad.
Los países de Europa hacen lo propio porque han apostado por blanquear a aquellos terroristas que establecieron el Califato de Daesh. A algunos puede que les mueva la esperanza de quitarse de encima a los refugiados sirios. Lo mismo podríamos decir de los países limítrofes a los que, ya el 10 de diciembre, a dos días de la caída del al-Ássad les faltó tiempo para animar a retornar a Siria a familias enteras de refugiados; consejo que miles de personas siguieron de inmediato, pese al riesgo de un contragolpe. Hay quien piensa que el fin de estos movimientos no sería el de desmantelar los campos de refugiados, sino el de dejar espacio libre para los palestinos que Netanyahu y Trump pretenden deportar de Gaza y Cisjordania.
Y de nuevo regresa la mentira, aunque sepan quienes la alientan que tiene las patitas muy cortas, como las del bulo del 11M que pretendía hacernos creer que había sido ETA la autora de los atentados. Una falacia que durante horas confundió a una parte de la sociedad española y que, pese a todo, hay aún quienes la mantienen. Afortunadamente, las redes sociales han venido, como decíamos, en estos últimos años a desafiar esa ley de la Omertá que los intereses políticos o económicos imponen a una gran parte de la prensa.
Palidece Ucrania ante el matonismo de un Trump que coquetea con Putin y apoya sin reservas el genocidio de Netanyahu. Los turcos callan por si los rebeldes les libran de la amenaza kurda; los libaneses vuelven a donde solían, a vivir con los ataques y con la esperanza - sobre todo entre los cristianos - de que a sus barrios no lleguen las bombas.
Reconozco en los videos que me llegan de Latakia a unos tipos muy parecidos a los que arrasaron Alepo y Palmira, a los que violaron a miles de mujeres, humillando y asesinando ante las cámaras a los civiles de una minoría, la alauita, que comparten etiqueta - no siempre fe - con el dictador sirio Bashar al-Ássad; identifico a unos cristianos que vuelven a ser perseguidos en esta zona del mundo como en el origen de nuestra historia.
En este aniversario de los atentados del 11 M no queda más que reconocer que, ante el silencio de quienes podrían evitarlo, siguen amenazándonos los mismos terrores. Iluminados, dictadores, genocidas y terroristas se alían - con el apoyo de los países europeos -para ventilar sus miserias en este patio particular en el que se ha convertido Oriente Próximo.
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