Espacio de opinión de Canarias Ahora
La vieja actualidad
Me escribe Olga desde Sorrento. Es una frase hecha, es una frase solemne: Olga escribe siempre cartas a las que pone sello, en papel azul muy clarito, con letra caligráfica aprendida con las monjas, usando tinta verde oscura casi tierna. Olga es una especie de Alejandra Pizarnik de nuestro tiempo aunque no escribe versos. Me apremia, en misiva: “me han invitado, más bien conminado, a dar unas charlas este verano en España. Como soy socióloga e italiana, están convencidos que mi aportación a la actualidad política española puede ser esencial.” Me pide, qué ilusa, que le ayude, más bien que le inspire. Y yo me siento como aquel que escribió “Un soneto me manda hacer Violante” por aquello de “en mi vida me he visto en tal aprieto.” Aun así, escribí entonces un soneto per cápita a todos mis compañeros de clase de cuarto de bachillerato, trece añitos. Esta vez no va a ser menos.
La situación política española, le escribo a Olga con tinta azul sobre papel verjurado crema, es inmejorable, entendiendo por inmejorable que cuando se cree agotado el diapasón todavía puede estrujarse más el párpado de los tormentos cotidianos. Aunque Olga me conoce casi desde niño, esta huida no la va a comprender: en Murcia están pasando cosas muy raras y peligrosas, una especie de noche de cristales rotos a lo bestia pero no soy capaz de escribírselo. Tampoco soy capaz de contarle nada sobre la justicia, ni sobre las nuevas no propuestas de financiación autonómica que, como siempre, empiezan por Catalunya y ya veremos dónde acaban. Mucho menos le escribo que ojalá con eso se rompiera España, esa España de caspa y sacristía que algunas se empeñan en resucitar. Esa España que le otorga una medalla de Galiza a una princesa, ¿de qué se escandalizan los nacionalistas? Al fin y al cabo, todo forma parte del mismo juego absurdo y protocolario, ni que las medallas gallegas fueran una excepción.
Le escribo a Olga que lo importante es no perder el horizonte de los valores, la esencialidad de la ideología. Le insisto en que transmita eso a su público porque en el fondo es lo que verdaderamente está moviendo a este país, desde un sitio y desde otro. Que nadie se espante. Algunos se están dando cuenta, en estas circunstancias, que eso de la democracia es una etiqueta incómoda que nunca fue con ellos, ni con ellas, aunque siempre habrá más mujeres demócratas.
Olga me descubrió hace tiempo un precioso libro que cuenta la estancia definitoria de Nietzsche en Sorrento. Incluso se hospedó durante un tiempo en el hotelito donde el filósofo estuvo a punto de fundar aquel grupo de irredentos pensadores y pensadoras sobre todo para divertirse. Pero falló, cómo no, Lou Andreas, como siempre, que se casó o ya estaba casada, prefiero no recordarlo.
¿Quién fallará esta vez? ¿Qué pérfido personaje traicionará y aceptará los cantos de Cayetana? No seré yo quien pida más controles policiales en Murcia, pero podría, incluso debería, ser.