El objetivo último es “alcanzar los mayores niveles de sostenibilidad posible”, pero siguen faltando muchos indicadores para saber exactamente dónde estamos, cómo nos dirigimos hacia ello y qué hace falta. Esa es la imagen del turismo en Canarias, según el último informe del Observatorio Turístico del Archipiélago, publicado esta misma semana.
El documento, de casi 400 páginas, hace un exhaustivo análisis del principal motor económico en las Islas, tan cuestionado recientemente por sus externalidades negativas. Y recoge 16 “áreas clave de la sostenibilidad del turismo”, desde la conectividad área hasta la gestión de la energía, en las que repasa, siempre que hay datos disponibles, la huella ambiental de la industria turística.
El año pasado visitaron esta tierra 17,76 millones de turistas, con un gasto total de 22.350 millones de euros y más de cien millones de pernoctaciones, que se dice pronto.
Sin embargo, el sector solo cuenta con “datos ocasionales” sobre el consumo de agua de la actividad, estimaciones basadas en estudios académicos, pero nada de estadísticas oficiales. No conoce el porcentaje de empresas que están tomando medidas para reducir el gasto. Y también cuenta con cifras incompletas sobre el uso de sistemas no convencionales para producir agua.
Esta falta de información es relevante porque Canarias enfrenta “desafíos estructurales derivados de la escasez de recursos hídricos naturales, la creciente presión demográfica y económica, y los efectos del cambio climático”, reconoce el informe.
Los planes hidrológicos recogen que el consumo hídrico en el sector alojativo en Gran Canaria, por ejemplo, es de poco más de 25 hectómetros cúbicos al año, es decir, 25 millones de metros cúbicos de agua. Una cantidad capaz de llenar 520.000 piscinas de ocho metros de largo, cuatro de ancho y 1,5 de profundidad.
El problema es que la metodología para calcular esa cifra “excluye el uso de agua en actividades complementarias y en la cadena de suministro, lo que limita la evaluación de la huella hídrica del sector”. Sin datos desagregados, es imposible tener una radiografía completa del impacto.
Y a eso se suma ahora el creciente número de viviendas turísticas que “incrementan la carga sin reflejarse plenamente en los censos de población”. O lo que es lo mismo: la demanda real de agua y la presión sobre el sistema podrían estar subestimadas.
“Superar estos desafíos requiere un enfoque basado en datos actualizados y precios, que permitan optimizar las políticas de eficiencia hídrica en los distintos sectores y mejorar la planificación de inversiones estratégicas para garantizar el suministro futuro de agua” remacha el documento, elaborado por investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).
Por otro lado, los residuos. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) no permiten realizar un “análisis completo” de la relación entre el turismo y la presión sobre el sistema de desechos. Para ello harían falta registros por isla y por municipio, pero “la falta de transparencia” en la actividad “complica aún más su evaluación precisa”. Al igual que con el consumo hídrico, no se sabe qué empresas o cuántas de todas ellas reciclan sus desperdicios.
¿Por qué esto es importante? Según el texto, Canarias entierra cada año 1,5 millones de toneladas de residuos, más del 90% de lo que genera. Los sistemas locales de tratamiento son insuficientes y los vertederos están al borde del colapso, lo que demuestra la “necesidad urgente de mejorar la infraestructura de tratamiento y avanzar hacia un modelo de economía circular”.
Un territorio en el que fijarse: Baleares. Allí, continúa el documento, la recogida selectiva de basura es 2,75 veces superior a la de Canarias. Una mejor gestión ayudaría, también, a rebajar el enfado de los residentes: un 33,2% cree que la generación y trato de desechos es el problema ambiental más preocupante en el Archipiélago. La mayoría (60,9%) opina que el turismo “genera demasiados residuos, contaminación o aguas residuales”.
“Es necesario reforzar la trazabilidad de los residuos y establecer incentivos para el sector privado que fomenten prácticas sostenibles”, remacha el informe.
También faltan datos sobre el grado de satisfacción de los visitantes con la naturaleza, la cultura, el deporte y las actividades de ocio, información importante para comprender si la oferta turística en Canarias está diversificada más allá del sol y playa. Las condiciones de empleo, otro ámbito con escasez de cifras oficiales a excepción de los salarios y el número de trabajadores.
“Canarias, a pesar de su liderazgo turístico, mantiene un PIB per cápita inferior al de la mayoría de las comunidades autónomas. Su economía, altamente dependiente del turismo, no se traduce en una mayor renta per cápita para sus habitantes. (…) La precariedad laboral y el encarecimiento del coste de vida agravan esta brecha económica”, reflexionan los investigadores de las universidades públicas canarias.
Más datos que faltan: distribución del impacto del turismo sobre la economía local en forma de trabajo y rentas. Es decir, evaluar si los beneficios económicos del sector se distribuyen de manera equitativa o si se concentran en unas pocas manos, y cuáles son las “fugas al exterior” de esa riqueza.
Tampoco hay información detallada sobre la investigación y las inversiones en innovación de las empresas turísticas. Las Islas tienen una de las tasas más bajas en I+D+I de España, poco menos de 150 euros por habitante, muy por debajo de la media nacional (casi 500 euros). Pero ese dato es genérico. No está desglosado por actividades.
No conocemos la cuota de vehículos eléctricos en la flota de coches de alquiler, el consumo energético específico de las distintas actividades del sector turístico, el porcentaje de áreas protegidas con una gestión efectiva o si la renovación de la oferta está siguiente criterios sostenibles o no.
En resumen, aunque se han hecho avances, admite el análisis, persisten importantes carencias de datos y de indicadores concretos. La falta de ese sistema “robusto” y de una “visión común (…) limita la eficacia de las políticas de sostenibilidad”.
Y para alcanzar el ansiado “turismo sostenible”, que los estudiosos entienden como “un conjunto de equilibrios entre los aspectos económicos, sociales y ambientales”, se requiere “medir en profundidad todas las dimensiones y aristas de la sostenibilidad, que van desde los aspectos humanos y sociales hasta las condiciones ambientales y del territorio, las presiones sobre las infraestructuras privadas y públicas, y límites de los entornos patrimoniales y culturales”.