El papel de las mujeres de Gran Canaria tras la conquista de América: “Las casadas con maridos ausentes eran una realidad cotidiana”

“La emigración canaria a las Indias fue mayoritariamente masculina, ocasionando algunas consecuencias de importancia para las familias asentadas en la isla, donde muchas mujeres tuvieron que enfrentarse a administrar no solo los bienes que tenían, sino también actuar como tutoras y curadoras de sus hijos”. Así describe el catedrático emérito y exrector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Manuel Lobo Cabrera, la situación de muchas mujeres grancanarias durante el siglo XVI.

Y es que la emigración masculina es la que ha centrado tradicionalmente el interés de los investigadores, olvidando en gran medida todo lo que dejaban atrás. Este hecho hace aún más interesante la presentación del trabajo titulado Mujeres de Gran Canaria: Pasajeras, comerciantes y con familiares ausentes en Indias durante el siglo XVI. La ponencia, el 5 de octubre, se expone por parte de Lobo Cabrera en el marco de la celebración del XXV Coloquio de Historia Canario Americana, foro al que está vinculado en calidad de miembro del comité científico. El evento, organizado por el Cabildo de Gran Canaria, a través de la Casa de Colón, se celebra del 3 al 7 de octubre.

Las raíces femeninas de la colonia 

¿Son las mujeres las grandes olvidadas en la historia fundacional de Canarias? ¿Qué papel jugaron realmente en tiempos de la colonia? Manuel Lobo deja clara una afirmación: “La conquista y la fundación de los núcleos urbanos en Canarias fue una labor eminentemente masculina, puesto que en la hueste apenas venían mujeres, salvo alguna que otra dedicada a labores domésticas o a la prostitución. Una vez formada la colonia, su papel sí fue decisivo, puesto que era el elemento que permitía generar raíces a través de la familia”, aclara el investigador.

Es un poco más avanzada la historia cuando las mujeres del siglo XVI se ven obligadas a enfrentarse a una nueva realidad. Sus maridos marchan a las Indias y se ven en la necesidad de hacerse cargo del núcleo familiar. “Las mujeres, al quedar solas, aunque casi siempre le otorgaron licencia al marido para que se ausentara”, explica Lobo Cabrera, “se enfrentaron a su situación gracias a su familia y a las propiedades que tenían”.

Familias monomarentales

No es descabellado afirmar, por tanto, que las familias monomarentales eran entonces una realidad cotidiana, lo que les suponía tener que hacer valer sus derechos o los de sus hijos sobre los bienes de sus maridos ausentes. “En efecto, esta era una realidad cotidiana”, admite el historiador, “aunque lo normal es que formaran unidades polinucleares, donde hacían valer sus derechos bien a través de los poderes otorgados por sus maridos antes de ausentarse, o haciendo información pública ante la justicia para demostrar que sus esposos habían emigrado a las Indias”, explica.

La situación en la que quedaban tras la marcha de sus maridos generó la proliferación de nuevas actividades profesionales femeninas. “Eran pocas, en realidad”, apunta Manuel Lobo, quien aclara que “algunas se declaran como labradoras y vendederas”.

Las mujeres comerciantes en Gran Canaria “lo más normal es que remitieran productos textiles o conservas a Indias a través de encomiendas que hacían a terceras personas, con el fin de que invirtieran el beneficio obtenido en artículos y productos de fácil venta en las islas”, profundiza el catedrático acerca de este tipo de actividades profesionales femeninas. Este no es un fenómeno aislado, sino una situación habitual en el marco del colonialismo europeo, especialmente “propio de los puertos donde había contacto directo con el continente americano”.

Fuentes documentales

Las fuentes de investigación donde las mujeres dejan rastro de su situación son principalmente, y de un modo casi único, según Lobo Cabrera, los protocolos notariales y los libros sacramentales.

“La información que nos suministran las distintas escrituras para poder hacer un análisis del tema a tratar es el nombre y apellidos no solo de la mujer y su residencia, si es estante o vecina, sino también de su esposo e hijos, así como el lugar a donde habían emigrado y en qué condiciones, comercio, emigración, cargos en la administración, enrolamiento en alguna hueste, etc”, desarrollará Manuel Lobo en su ponencia.

Los protocolos notariales de Gran Canaria del siglo XVI van ofreciendo, a modo de goteo, información al respecto, especialmente a través de sus declaraciones, pero también mediante los poderes que otorgan aquellas mujeres, no solo para reclamar bienes, sino especialmente para conseguir aquellos bienes que desde las Indias sus familiares, tanto esposo como hijos, les habían remitido previamente a la Casa de la Contratación. Esto evidencia, según el profesor, “que las mujeres casadas con maridos ausentes en Indias eran una realidad cotidiana en la Canarias del siglo XVI, en una situación difícil de definir porque no tienen su marido a su lado, pero tampoco eran viudas ni solteras”.

No hay que desdeñar la información encontrada también en los protocolos con algunas referencias acerca de la presencia de mujeres que emigran solas o en compañía de su familia, desafiando las inclemencias del tiempo y de la navegación, lo mismo que las incomodidades del viaje, así como aquellas que practican la actividad comercial, solas o en compañía de algún familiar.

Historias de vida

Manuel Lobo ha descubierto, en el curso de sus investigaciones, alguna historia personal curiosa, “especialmente aquellas de mujeres que hacen un periplo para buscar a alguno de sus familiares”. Pero, ¿cuáles eran las condiciones en las que viajaban las mujeres que emigraban solas? ¿Era algo común? “No, solían viajar en compañía de alguna persona de su confianza, casi siempre mujer, o algún miembro de su familia: hijo o hermano”, aclara Manuel Lobo.

No es que su situación fuese especialmente vulnerable con respecto a las mujeres del continente. “Las diferencias son escasas”, explica el catedrático. “No obstante, al residir en islas les era más fácil familiarizarse con actividades propias del comercio y con el mundo del mar”. Además, no era tan difícil, como puede suponerse, justificar su estado civil a través de las partidas de matrimonio, o de información pública. “En algún caso, se les ayudaba desde la administración con el nombramiento junto a la mujer de un tutor y curador”, concluye el ponente.