Tres brotes en una semana ponen en alerta a sanitarios del Hospital Insular de Gran Canaria: “No se puede tardar en actuar”

Profesionales sanitarios en el Hospital Insular de Gran Canaria. (EFE)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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El Hospital Insular de Gran Canaria ha vivido su peor semana desde el inicio de la pandemia de COVID-19. En el centro de referencia para los ciudadanos del área sur de salud de la isla se han detectado en los últimos días tres brotes que, de momento, dejan un balance de 41 positivos, con 23 trabajadores y 18 usuarios contagiados. La Consejería de Sanidad ha confirmado este viernes la cuarta muerte vinculada con el primer foco, localizado el pasado fin de semana en el ala norte de la planta cuarta. Se trata de un paciente que, al igual que los últimos dos fallecidos en este brote, estaba ingresado en la unidad de Cuidados Paliativos. El primero estaba hospitalizado en el área de Nefrología y murió el viernes pasado, un día después de dar positivo y de ser considerado, en ese momento, un caso aislado. Todos tenían patologías graves previas.

Con 25 positivos confirmados (13 pacientes y 12 trabajadores), este brote es el mayor registrado en el Insular. En los últimos dos días se le han sumado otros dos focos. El primero, este jueves, en la planta 8 del Insular, que alberga el servicio de Medicina Interna, con cinco usuarios y tres profesionales contagiados. Sanidad ha confirmado este viernes un tercero en Radiología que afecta a ocho trabajadores que se sometieron a un cribado. La Consejería defiende que las medidas implementadas por la dirección del centro han permitido la “detección precoz” de estos últimos casos, su inmediato aislamiento y el inicio del estudio de contactos estrechos.

Sin embargo, los últimos acontecimientos han puesto en alerta a sanitarios del centro hospitalario que, en foros internos, se muestran preocupados por la gestión de estos brotes y achacan a la gerencia y a los servicios de prevención no haber intervenido con la rapidez que, en su opinión, requería la situación. “En estos casos, no se puede tardar, hay que actuar desde el primer positivo”, señala un médico del centro a propósito de lo acaecido la pasada semana en la planta cuarta. Para este facultativo, la decisión de aislar el área y cribar a todos los pacientes y trabajadores se debió adoptar el jueves, cuando se detectó el primer positivo en Nefrología, y no el domingo, cuando la cifra ya había ascendido a diez.

Para sostener su argumento, alude a la estrategia de detección precoz, control y vigilancia de la COVID-19 publicada por el Instituto de Salud Carlos III, adscrito al Ministerio de Sanidad, el pasado mes de junio. En concreto, se refiere al punto sobre los centros sociosanitarios. Debido a su vulnerabilidad, en estos espacios la detección de un solo caso “se considera brote a efectos de la puesta en marcha de las medidas de actuación”, consistentes en la realización de PCR a los contactos estrechos o, según las circunstancias, a todos sus residentes y usuarios. En opinión de este médico, en los hospitales se debe actuar con el mismo celo que en las residencias, máxime cuando los pacientes están en una situación tan delicada como en el área de Cuidados Paliativos.

Tanto el Ministerio como la Consejería de Sanidad definen un brote como el contagio de tres personas en un mismo entorno, con un vínculo epidemiológico. Algunos sanitarios consultados por este periódico cuestionan que se acote esa concepción a un ala concreta del hospital y recuerdan que hay profesionales que rotan por distintos servicios o trasladan a enfermos de unas zonas a otras, convirtiéndose en potenciales vectores de contagio. Los trabajadores tienen constancia de otros positivos en otras áreas del hospital que no han sido consideradas brotes porque no ha habido más de tres casos. Un especialista en Medicina Interna apunta en uno de esos foros internos que, además de no haber realizado un cribado a los sanitarios que han regresado de sus vacaciones, no se han creado grupos estancos de trabajo en las plantas o servicios para evitar la propagación del virus por el complejo.

A esas quejas se le suman otras como la falta de material de protección adecuado para los profesionales para el desarrollo de algunas de sus actividades habituales (en esta última semana, tras los brotes, la dirección del centro ha ordenado el uso de mascarillas FPP2 y pantallas faciales en las áreas de hospitalización) o de control de acceso al hospital de familiares de pacientes ingresados. Las visitas se han restringido esta semana a raíz de los últimos acontecimientos. 

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