Una vida de infierno en un barracón militar

Lola Hernández y su hijo Alejandro junto al barracón militar donde residen.

Itziar Fernández

Puerto del Rosario —

“No podemos más. La vida para nosotros aquí es un infierno con roedores, bichos y cucas por nuestra casa, y nos vamos a enfermar”, denuncia públicamente María Dolores Hernández Chuan. Ella reside junto a su hijo Alejandro Gámez Hernández desde hace 25 años de forma insalubre en un barracón militar, dentro del acuartelamiento del Regimiento de Infantería Soria 9.

“Mi marido era legionario y vinimos en los años 80 desde la Línea de la Concepción a la Isla y en un principio vivíamos en una casa militar, pero luego nos obligaron a mudarnos a este fillod [barracón] con mis cuatro hijos”, comenta indignada esta madre. El habitáculo tiene agujeros por las esquinas, está roto, sin cristales ni puertas, y “hemos pedido ayuda a los Servicios Sociales y al Ejército pero nadie nos atiende”, explica esta vecina conocida en el barrio capitalino de El Charco como Lola.

“Mi hija nos lleva los domingos a su casa para poder bañarnos de forma saludable y comer, porque aquí hemos colocado unas mangueras pero no tenemos agua caliente”, explica. “Pusieron unos cuadros de luz pero los cables están colgando y la situación es bastante peligrosa”, indica.

Su forma de vida es infrahumana, entre perros y pulgas, en un espacio sucio y con malos olores. “Estamos completamente abandonados, y hemos pedido a las autoridades civiles y militares que entren en estos barracones para que vean que se caen a pedazos, pero pasan de nosotros”, lamenta Alejandro, que solicita una vivienda social digna y urgente porque son residentes del municipio de Puerto desde hace décadas. “Nos vamos a morir en este barracón porque no tiene canalización para las aguas negras y cuando llueve se inunda todo. Además, la cocina está rota”, insiste.

Seguidamente, recuerda que han pedido a técnicos y a la concejala de Servicios Sociales que visiten estos barrancones para comprobar la situación marginal en que se hallan allí cinco o seis familias. “Sólo nos responden que son del Ministerio de Defensa y no les compete el asunto, pero estamos dentro del municipio y somos familias”, apunta el joven. “Estuvimos a punto de conseguir una vivienda social en una promoción de El Charco pero mi marido no se preocupó y la perdimos”, reconoce esta madre frustrada.

El padre se marchó y dejó abandonados a Lola y a sus hijos en aquel fillod, y han acabado en una situación marginal y de miseria. “Nos manda una paga pequeña de unos 300 euros y no tenemos dinero para un alquiler”, desvelan. Lola tiene 64 años y ha trabajado en limpieza, y su hijo Alejandro padece una discapacidad del 65 por ciento pero busca cursos y formación para obtener un empleo y poder salir de esa mugre.

“A través de las redes sociales pedí ayuda a la población porque estaba desesperado y porque aquí nos comen los bichos literalmente”, indica temeroso Alejandro. Acudieron a conocer la situación los miembros de la Asociación de Vecinos del Charco, Mariola, Óscar y Asterio.

“Vinieron a vernos, revisaron el estado insalubre del barracón, y nos han acompañado a Servicios Sociales del Ayuntamiento para mediar y que se cumplan nuestros derechos como residentes y buscar una solución”, expresa esta familia. “Durante un tiempo el Ayuntamiento nos derivó a la Misión Cristiana Moderna para poder comer o trabajar pero consideramos que tenemos nuestras creencias, y vimos que esa no era la solución porque ellos tienen otros fines”, cuentan enfadados.

Derechos como residentes

Lola y Alejandro anuncian que continuarán con su lucha para que se reconozcan sus derechos como una familia residente en Puerto del Rosario y atiendan su problema. “Que nos ayuden a encontrar a los dos una solución, un empleo y trabajar para poder salir de este recinto militar, sin luz, asfalto, ni servicios básicos”, concluyen.

La presidenta de la Asociación de Vecinos del Charco, Mariola Ceballos, califica de “angustiosa e insalubre” la situación de esta familia y exige al grupo de gobierno de Puerto del Rosario que busque una solución urgente para esta familia. “Todos los conocen pero nadie los ayuda porque se pasan la pelota de unos a otros”, señala.

“El Ministerio de Defensa y las autoridades del cuartel tampoco les proporcionan ninguna ayuda ni reforman estos fillods levantados en los años 90”, informa la portavoz vecinal. Los fillods deben su nombre a su inventor y son paneles metálicos con aislante e inclinados, que se instalaron en este suelo para dar un techo a las tropas, pero en el caso mencionado no han recibido ninguna reforma y se han destinado a las familias con diversos problemas.

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