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Sin complejos

Es una realidad que el empleo es consecuencia del crecimiento económico, mientras que el desarrollo depende de la calidad de dicho crecimiento a través de sus programas de inversión y de empleo. Sobre la base de este concepto, Canarias mantiene aún (por diferentes razones) un alto índice de temporalidad contractual, a la vez que, estadísticamente, se sitúa entre las comunidades autónomas con menores costes laborales salariales medios. No obstante, la razón no hay que buscarla principalmente en una menor retribución a una misma ocupación respecto a otros entes territoriales, sino a una mayor proporción de empleos no cualificados al tener sectores productivos intensivos en factor trabajo.

En este sentido, la influencia de la dimensión de la empresa en la demanda de trabajo se relaciona con la capacidad para generar empleo y en Canarias estas son mayoritariamente microempresas con ausencia de mercados internos de trabajo que limitan la promoción. La concentración de la actividad en determinados sectores influye en la productividad y genera dificultades para incrementarla si no hay innovaciones tecnológicas insertas en sus procesos productivos.

Es por ello que la necesidad de cambio está asociada a la transformación de las unidades productivas y, por tanto, de los empleos. De este hecho se deriva la redefinición de las áreas de producción en relación con su actividad en el sistema económico para la transformación de la sociedad, articulando políticas en materias tales como el complejo ciencia-tecnología- empresa, el sistema educativo, los mecanismos para transmitir la información estratégica y la dotación de servicios especialmente ligados a la distribución de la renta.

Para tal circunstancia, los proyectos que pudieran generar oportunidades de empleo deben encontrarse en un entorno que minimice cualquier obstáculo que desincentive la búsqueda activa de trabajo, junto a la potenciación de entornos rentablemente adecuados para la instalación de empresas, intentando que estos sean de alta cualificación con el objeto de relanzar la productividad.

En definitiva, asumiendo que nuestra estructura económica se basa, proporcionalmente hablando y en relación con otros esquemas territoriales, en actividades económicas intensivas en trabajo de bajo coste y alta rotación de baja cualificación, ello tiene como consecuencia inmediata una determinada calidad del empleo que no permite aventuras más allá del medio plazo. Por ello se debe apostar por inversión menos miope y más sostenible, para así potenciar la capacidad de adaptación minimizando la dependencia de factores externos incontrolables que se sitúan fuera de nuestras fronteras. Solo de esa forma eliminaremos los complejos de los que se nos intenta dotar, pudiendo ser competitivos desde la perspectiva de lo que somos capaces de hacer sin necesidad que nadie nos proteja.

José Miguel González Hernández

Economista

Es una realidad que el empleo es consecuencia del crecimiento económico, mientras que el desarrollo depende de la calidad de dicho crecimiento a través de sus programas de inversión y de empleo. Sobre la base de este concepto, Canarias mantiene aún (por diferentes razones) un alto índice de temporalidad contractual, a la vez que, estadísticamente, se sitúa entre las comunidades autónomas con menores costes laborales salariales medios. No obstante, la razón no hay que buscarla principalmente en una menor retribución a una misma ocupación respecto a otros entes territoriales, sino a una mayor proporción de empleos no cualificados al tener sectores productivos intensivos en factor trabajo.

En este sentido, la influencia de la dimensión de la empresa en la demanda de trabajo se relaciona con la capacidad para generar empleo y en Canarias estas son mayoritariamente microempresas con ausencia de mercados internos de trabajo que limitan la promoción. La concentración de la actividad en determinados sectores influye en la productividad y genera dificultades para incrementarla si no hay innovaciones tecnológicas insertas en sus procesos productivos.