Espacio de opinión de Tenerife Ahora
De sartenes y ollas
En aquellos tiempos en que yo era concejala de gobierno en mi pueblo, una enemiga (que no contrincante) política cuyo modus vivendi era salir en todas las fotos para sacar más rédito de cara a las siguientes elecciones a base del bombardeo de su imagen llegó a decirme, harta de que yo, como encargada del área de comunicación no diera abasto a sacar en prensa todo lo que ella me requería, que “lo que no se nombra no existe”.
Esta frase y su don de la ubicuidad han sido de las pocas cosas que hasta hoy había admirado de una persona tan mezquina y que hoy por hoy sigue engañando a todos con su bien calculada imagen de no-rompo-un plato, ocupando cargos de cierta relevancia en las altas y bajas esferas de la política de este país. Lo de la ubicuidad dejé de admirárselo cuando descubrí lo fácil que es resolver cuando uno no tiene ninguna motivación ni ocupación en la vida que no sea la de entregarse en cuerpo y alma a algo tan incompatible como Dios y la política, y encima rodeada de toda una cohorte de familiares y aduladores a quienes dar órdenes sin pedir nada por favor, aunque ciertos favores desde luego nunca se quedan por pagar.
Y aquella frase tan lapidaria tampoco le era meritoria, y acabo de darme cuenta al comenzar este artículo. Hubiera sido tan sencillo como abrir un libro de citas y descubrir, como acabo de hacerlo yo ahora mismo con una simple búsqueda en Google, que antes que ella ya la había formulado George Steiner. Así pues, ¡adiós, admiración!
Pues bien, así como mi amicísima era de anunciar a bombo y platillo las cosas para darles existencia, en nuestro país somos muy aficionados a darle un grado de existencia mayor o menor a las cosas, a conveniencia, según se nombren más o menos en los medios de comunicación. En esto son especialistas en algunos frentes políticos.
Imagínense, por ejemplo, cómo pasa con algunos asuntos: las pequeñas cosas, si se miran con lente de aumento, se sobredimensionan. Y así, el caso de que Pablo Echenique tenga una asistenta a la que paga en negro y por ello le hayan puesto una multa ocasiona que algunos se rasguen las vestiduras y poco menos que lo manden al infierno, sabiendo como sabemos que muchas asistentas prefieren que sus jefes les paguen un poco más a ellas, aunque sea en negro, y a cambio se ahorren lo de darlas de alta en la Seguridad Social. No digo que sea el caso de Echenique pero la realidad está ahí. Las asistentas y sus familias comen todos los días y lo que exige la Seguridad Social es a veces prohibitivo, lo sabemos todos.
En cambio, otras veces parece, como cuando miramos con unos prismáticos por el lado de las lentes anchas, que vemos las cosas grandes muy lejanas y empequeñecidas, como si casi no existieran. De esta forma sucede con el hecho de que el recién dimitido (y no es para menos) fiscal Anticorrupción Manuel Moix tenga participación en una empresa radicada en un paraíso fiscal como Panamá, por muy declarada que la tenga como dice; lo miramos como una menudencia, o así nos lo hace ver al menos el señor Maza, fiscal general de Estado, con una serie de mentiras que no se cree ni él mismo.
Tendrían que haber aprendido de Julio César, que no queriendo que sobre su esposa recayera la más mínima sospecha de infidelidad de ningún tipo, sentenció que a la mujer de César no le basta con ser honrada, también debe parecerlo.
Pero al señor Maza le deberá importar un bledo lo que opinemos de su protegido, el señor Moix, pues no ha tardado sino unas horas en dimitir aquel y ya le han encontrado un nidito seguro en el Supremo, y más concretamente en la Sala de lo Contencioso-Administrativo. Allí estará a salvo de las críticas y enseguida se nos pasará el sustillo y dejaremos de pensar que hay corruptos hasta entre los que juzgan la corrupción.
Me pregunto si será por casos como estos que en mi pueblo dicen aquello de “el sartén le dijo a la olla: 'Échate pa’ allá que me tiznas”.
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